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Christopher

―Esta vez no he sido yo ―aseguré a Deacon, en cuanto entró por la puerta de la sala de espera, con Sky de la mano.

Parecía... cansado. Le había llamado un rato atrás para decirle lo que había pasado, a grandes rasgos, dejándole claro que parecía una mejoría. Aunque el desmayo repentino me preocupaba un poco, pero no había querido asustarle tampoco. El médico me había dicho que iban a hacerle un escáner o algo parecido y prefería que Deacon estuviera al corriente, por si acaso.

―¿Qué ha pasado? ―me preguntó con un suspiro.

Taki, Bonnie y Audrey estaban sentadas juntas, cogidas de las manos con preocupación y me pareció que ninguna quería dar explicaciones, aunque Deacon las había mirado con intención. Seguramente porque Ashley se había ido con ellas.

―¡Ashley! ―El grito alegre de Bonnie nos hizo mirar a todos a la vez.

La chica venía acompañada del médico y el alivio me recorrió, sobre todo cuando una sonrisa iluminó su rostro. Quizá era por las dos semanas sin verla que llevaba, pero me pareció más guapa que nunca. Aunque tal vez tenía que ver con el vestido corto y las mejillas sonrojadas. Llevaba la chaqueta colgada del brazo y el vestido dejaba los hombros al aire antes de continuar hasta sus muñecas. Además, tenía rayas negras y azules que hacían juego con sus ojos, y parecía que brillaba entera.

―Está perfectamente. No tenéis que preocuparos, lo más probable es que haya sido un bajón de tensión, pero ya se ha recuperado ―nos informó el médico, dándole un golpecito en la cabeza con los papeles que llevaba sin ninguna fuerza―. Si me firmas, Deacon, os la podéis llevar a casa.

Ninguno hablamos mientras Deacon firmaba. Luego el médico se despidió de nosotros y volvió dentro. Pensé que iba a llegar el interrogatorio, pero Deacon nos sacó fuera antes de volver a hablar. Ayudé a Ashley a ponerse la chaqueta, porque en cuanto se abrió la puerta empezó a tiritar. Y mientras lo hacía, rozando sus hombros desnudos y sus dedos al bajar, no dejé de preguntarme si de verdad podía hablar ya. La había oído, pero otra cosa era que fuese verdad. Y que pudiera seguir hablando. Quizá solo había sido algo puntual. Ni siquiera entendía qué había querido decirme.

―¿Qué ha pasado? ―insistió Deacon.

―Ashley ha decidido saltar al campo de fútbol y desmayarse ―bromeé, de buen humor.

―Te has saltado la parte en la que os habéis comido la boca ―se metió Bonnie.

Deacon me lanzó una mirada asesina y yo me apresuré a refugiarme detrás de Ashley. Supuse que a ella no iba a regañarla. ¡Pero si yo no había sido! Además, había sido un besito de nada... Sin embargo, no pronuncié palabra.

―Es que vuestro fútbol es un rollo, tenía que arreglarlo... ―bromeó Ashley.

Y su voz fue música para mis oídos. La voz más bonita que he oído jamás. Y lo dijo de forma tan natural que creo que ninguno de los presentes procesó que había hablado. Sus amigas tampoco debían haberse enterado de que había recuperado la voz. Sin embargo, ninguno de los cinco reaccionó.

―Espera ¿qué le pasa a nuestro fútbol? ―pregunté boquiabierto.

―Ashley... ¿has recuperado la voz? ―le preguntó Deacon saliendo de la estupefacción.

―¡Oh, Dios, Deacon! Creía que iba a morirme sin hablar ―le dijo, sacando la lengua como si estuviera asqueada por tanto silencio.

―Pero... ¿qué ha pasado? ―preguntó Sky sorprendida, aunque recibió el abrazo de Ashley cuando se tiró encima de ella y de su hermano.

Cuando llegue tu hora - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora