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Christopher

―¿Damos una vuelta, Chris? ―me preguntó mi hermana, dejándose caer con fuerza en mi cama.

―No tengo ganas, Kim ―me disculpé―. Mañana.

―¿Podremos ir a ver a Ashley? Me cayó muy bien y su casa es genial.

―Sí... ―susurré, sin ganas de darle explicaciones―. ¿Puedes dejarme solo, Kim? Quiero estudiar...

―Claro.

Se fue cabizbaja y sentí tener que echarla así, pero no traté de evitarlo. Me levanté para cerrar la puerta y paseé por la habitación. Estaba... triste, cabreado, furioso. No estaba seguro. Dolido quizá. Hacía una semana desde que Ashley se había largado y según sus propias palabras, se iría de Havenfield con su madre ese día...

Yo me había jurado que, si se largaba pasando de mí con tanta facilidad, entonces yo pasaría página de la misma manera. Ni siquiera había leído su nota. Pero, en realidad, era porque no me atrevía. Me dolía el corazón solo de pensarlo y no podía pensar en nada que no fuese ella.

Me tumbé en la cama con fuerza y resoplé, cerrando los ojos. Apenas un segundo después, un doloroso golpe en mi cabeza me hizo sentarme bruscamente. Se me había caído el libro de biología en la cabeza, dónde había escondido la nota de Ashley sin atreverme a leerla. Debía haberlo dejado mal puesto en la estantería que iba sobre la cama, unida a esta, y al moverla, lo habría acabado de desestabilizar. Me acaricié la frente, donde el pesado libro me había golpeado, y miré la nota que se había salido y esperaba en mi almohada. Tiré el libro a un lado, sin ninguna delicadeza, pero no pude hacer lo mismo con la nota.

¿Por qué tenía que haberse largado así? ¿Por qué no podía aceptar mi ayuda? Quería ayudarla... Y la quería a ella. Cogí la nota y la apreté en la mano, sin atreverme a leerla. ¿Y si me mandaba a la mierda? ¿Y si realmente estaba cansada de mí y por eso se había ido?

Nunca había tenido problemas de autoestima, pero es que nunca jamás me había sentido así por nadie. Ashley era la primera chica que me gustaba, nunca me había sentido interesado por nadie en el instituto. Todo lo que me importaba antes de ella era el fútbol. Pasaba horas y horas entrenando, y nada más tenía la misma importancia.

Ahora, si me lo hubiera pedido, hubiese dejado de jugar para siempre solo por verla reír una vez más, o por oír como pronunciaba mi nombre... Me moría por oír su voz, pero viviría toda la vida sin eso, con tal de estar a su lado. ¿Por qué ella me había valorado tan poco como para largarse dejándome una estúpida nota? ¿Ni siquiera era tan importante como para decírmelo a la cara?

No había querido leer la nota en toda la semana porque estaba enfadado y por el miedo a lo que pudiera decirme, pero no lo soportaba más. Necesitaba entender el motivo de una dichosa vez.

La desdoblé con mucho cuidado. Era un folio entero, que prácticamente había llenado hasta el final con una letra redondeada y femenina. Cogí aire un par de veces antes de atreverme a leer lo que ponía.

Cuando estaba en el hospital, tuve un sueño muy vívido, como ya te conté. Lo único real que pasó en ese sueño, fue tu voz. Te oí hablarme, aunque no sé si me lo imaginé. Lo dijeras de verdad o lo alucinase, la realidad es que eras tú, hablándome. También fuiste la primera persona que vi al abrir los ojos y jamás sabrás lo mucho que eso significa para mí. Sin embargo, si me quedo aquí, contigo, jamás sabré si estás a mi lado porque te doy pena, te sientes culpable o porque de verdad quieres estar conmigo.

Y yo no soporto no saberlo. No soporto la idea de ser una carga para mi familia. De saber que jamás me curaré y que todos esperáis cosas de mí. Simplemente no puedo seguir avanzando de esta forma.

Cuando llegue tu hora - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora