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7 horas

Ashley

Uno de los piratas «ganó» tras un rato de peleas y golpes entre ellos. Apestaban a alcohol, entre otras cosas más asquerosas aún. Supuse que estaban enardecidos por la bebida, uno de ellos ni dudó a la hora de sacar la espada contra otro de sus compañeros. Y, al final, cuando todos se apartaron de él, me cargó sobre su hombro.

A mí seguía doliéndome el pecho, el estómago y la garganta, supuse que por toda el agua que había tragado. Y el movimiento fue demasiado para mí. Vomité sobre su espalda, haciendo que me soltase en el suelo con fuerza, asqueado.

Solo había echado agua y bilis, porque no tenía nada más en el estómago, pero pareció asquear suficiente a esos hombres sucios y apestosos para que todos dieran a la vez un paso atrás.

Me levanté del suelo con dificultad, temblando, y agarré una espada que, en medio de la pelea, había caído por allí. Los apunté mientras me arrastraba por el suelo para llegar hasta el caballero de plata. Se rieron de mí, pero no me dejé intimidar.

―¿Estás bien? ―le pregunté, dándole un par de toquecitos.

Corté el aire cuando uno de los piratas trató de acercarse hacia mí, y estallaron en nuevas carcajadas, aunque logré apartarle de nuevo.

―¡¿Crees que vas a poder escapar, preciosa?! Estás en un barco ―se burló uno de ellos.

―Quiero que me llevéis al palacio, al de la torre del reloj ―ordené, dándole un par de golpecitos al caballero, que, por el ruido que hizo, me pareció que despertaba de golpe.

―¿O qué? ¿Nos matarás a todos? ―se rio el capitán, acercándose a mí.

Yo me apoyé en el palo de una de las velas para ponerme de pie, frotándome el estómago con la mano libre, para aliviar el dolor, pero sin bajar la espada. La mano me temblaba tanto que no debía parecer amenazante, aunque no me acobardé.

El sol salió entre las nubes, hacía rato que había dejado de llover. Con todo lo que estaba pasando, ni me había dado cuenta de que amanecía. El destello sobre la espalda me cegó brevemente, pero no pude distraerme con aquello, porque vi la torre con el reloj. Estaba lejos y el sol incidía sobre ella impidiéndome ver bien la hora. Debían quedar unas siete para las seis. ¿No era tarde para amanecer? ¿Por qué seguía esperando que las cosas fueran como debían?

―Estamos cerca, quiero que nos dejéis allí ―insistí, señalando la torre.

―Yo tengo un plan mejor. Voy a dejar que todos los hombres se diviertan contigo, y luego daré de comer a las sirenas con tus restos y con tu amigo, para tenerlas contentas y que no nos ataquen. ¿Qué te parece?

―Que mi plan me gusta más ―aseguré, aunque me tembló la voz. Sus hombres volvieron a carcajearse―. Nos lo jugaremos ―ofrecí―. ¿Tenéis dados o algo?

Con mis amigas aquello funcionaba, cuando todas queríamos elegir plan, solíamos sortearlo. ¿Por qué a los piratas les iba a parecer peor? Ah, ya, por lo de sanguinarios y eso. Al menos conseguí que se rieran de nuevo a carcajadas. Quizá, si los distraía el tiempo justo, nos acercaríamos lo suficiente a la costa como para saltar.

―Yo... lucharé por ella... ―se ofreció el caballero, levantándose con dificultad y doblándose por la mitad.

No sabía que le habían hecho, pero parecía herido, aunque no tenía ningún corte a la vista, ni tampoco sangre.

―¿Tú? Si no puedes sostenerte en pie ―se burló el capitán―. Pero si quieres morir para no ver lo que va a pasar, lo respeto... Me encargaré personalmente de que sea rápido...

Cuando llegue tu hora - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora