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Aproximadamente 12 horas

Ashley

Si para colmo aquel mundo ya era horrible, ahora había que sumarle que me mareaba ir en barco. No recordaba haberlo hecho nunca, pero estaba abrazada a la barandilla, tratando de no echar hasta la primera papilla. ¿Se podía vomitar en un sueño? Al parecer la respuesta es sí...

Al salir de la selva nos habíamos topado con un embarcadero enorme. Aquello parecía el mar más que un río. Incluso el caballero pareció sorprendido al verlo. Por suerte había un centenar de barcos y el abrigo de la noche nos dejó subir a un yate relativamente lujoso y llevárnoslo sin que nadie nos viera.

Tampoco vimos a nadie, en honor a la verdad, por aquel lugar.

―¿Te encuentras mejor, milady? ―me preguntó el caballero.

En las últimas horas, las que lleváramos allí, se había acercado varias veces, pero yo solo conseguía negar con la cabeza.

―Cuando hiciste tu juramento, no esperabas tener que salvarme del vómito, ¿verdad? ―me burlé ligeramente, doblándome de nuevo para volver a vomitar, aunque no recordaba haber comido nada ni en aquel mundo ni en mucho tiempo...

Hades a mi lado lloriqueó un poco, pero iba tumbado y no parecía saber qué hacer para ayudarme. Yo tampoco sabía qué hacer, me encontraba fatal. Jamás en la vida había vomitado tanto, seguro.

―Estarás bien en un rato. ¿Por qué no intentas tumbarte abajo? Se avecina tormenta.

Miré el cielo completamente negro. Yo no podía asegurar que viniera nada, porque la única luz que había era la del propio barco, iluminado muy generosamente. Era un barco pequeño, pero parecía uno de esos yates de los famosos que salían en la televisión. El cielo estaba negro y no podía distinguir estrellas, pero no sabía si aquel cielo las tenía. Y el olor a humedad podía venir de las nubes o del mar. Además, este parecía algo picado, pero tampoco entendía lo suficiente para saber si eso significaba algo. Aunque creí al caballero, y no quería empaparme, si es que de verdad iba a pasar aquello. Así que me apoyé en él y dejé que me llevase la única habitación del barco.

―Puedes dormir un rato ―me sugirió―. Tardaremos unas ocho horas más en llegar, no tiene sentido que no descanses. Te despertaré cuando estemos cerca.

―¿Seguro que llegaremos a tiempo? ―le pregunté, apretando un poco su mano cuando me ayudó a tumbarme―. Tengo que llegar a la torre antes de las seis, o no despertaré y tengo que volver a casa. Deacon me espera...

―Llegaremos, te lo prometo. ¿Quién es Deacon? ―preguntó con curiosidad, mientras entraba al baño que había al lado y volvía con una toalla húmeda, que aplicó a mi frente.

―Mi hermano. Me adoptó cuando me quedé sin hogar ―expliqué―. Mi padre nunca me ha querido y mi madre... ella nunca ha querido a nadie. Pero tengo muchos hermanos. Y ellos son geniales.

―Me alegro mucho, milady. Tengo que volver arriba, si necesitas algo, manda a Hades a buscarme ―sugirió.

El perro subió a la cama y se acurrucó a mis pies. Yo apoyé la mano sobre la toalla húmeda de mi frente, tratando de calmarme. Odiaba vomitar. Odiaba sentirme enferma. En los internados, estar enferma no preocupaba a nadie. Un día en la enfermería y de vuelta a la rutina. Una vez me desmayé en clase con cuarenta de fiebre y nadie me hacía caso. Acabé pasando una semana en el hospital... Me estremecí al recordar mi imagen en aquella camilla.

¿De verdad me debatía entre la vida y la muerte? Era horrible, pero tenía que ganar, necesitaba volver. Ver a mis hermanos, entender qué me había pasado...

Cuando llegue tu hora - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora