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18 horas

No saqué la cabeza de la cota de malla del cuello del caballero hasta que empujó una puerta. Miré alrededor para ver que seguíamos entre edificios. Aquel era el único alrededor que tenía puerta. Resultó ser una tienda de ropa, que me pareció muy familiar.

―Creo que he estado aquí antes ―le dije, cuando me depositó con mucha suavidad en un asiento para probarse zapatos.

Era mullido y casi suspiré de placer. Estaba cansada. ¿Qué absurdo no? Seguro que me despertaba más cansada que cuando me había dormido, si es que era posible. Era el sueño más estúpido que había tenido jamás, aunque no recordaba ningún otro.

―Espérame aquí, milady ―me pidió el caballero, perdiéndose entre las filas de ropa.

Me hubiera tendido en el asiento si no temiera dormirme. ¿Qué pasaba si te dormías en un sueño? En cualquier caso, no quería caer en otro sueño más profundo del que me costase más salir, así que me esforcé por mantenerme alerta.

El caballero volvió tras unos minutos que me parecieron eternos. Traía un cubo con agua y unas vendas, o eso me pareció. ¿De dónde había sacado aquello? No parecía lo típico que tendrían en una tienda de ropa.

―Con cuidado ―me pidió, arrodillándose a mi lado con un ruido metálico que me hizo sonreír un poco.

Se quitó los guantes y los dejó en el asiento, antes de sujetarme un pie con mucho cuidado. Los cortes me ardieron y tiré un poco de forma inconsciente, pero él me sujetó con paciencia, sin quejarte.

―Puedo hacerlo sola ―le dije, algo incómoda.

Eran mis pies después de todo, era un poco raro, ¿no? Sin embargo, no me lo soltó y me lo metió despacio en el agua, que resultó estar templada y fue muy agradable. Sentí que las heridas me burbujeaban y mi piel se calmaba. Jamás hubiera creído que un sueño podía albergar tantas sensaciones.

―¿Has dicho que conocías este sitio? ―me preguntó, mientras frotaba mi pie bajo el agua, eliminando todo el barro y la sangre.

―Sí. ―Eché otro vistazo alrededor y el recuerdo me vino de golpe―. Me trajo mi hermana Jade. A comprar ropa. Fue después de que me echasen de otro internado...

―¿Te echasen? ―preguntó confuso, alzando la cabeza hacia mí.

Se me escapó una sonrisa algo idiota, aunque prefiero pensar que fue pícara y atractiva o algo así. Que un caballero medieval me tocase los pies iba a acabar de volverme idiota.

―Odiaba esos sitios. A los diez años descubrí que lo único divertido que podía hacer en ellos era conseguir que me echasen. Así que empecé a hacer méritos. Mi padre se empeñaba en mandarme a sitios muy elitistas, además, así que me lo pasaba muy bien haciendo maldades que provocasen que me echasen de ellos ―expliqué, sin perder la sonrisa―. Aquella vez apenas llevábamos un mes de curso y ya había conseguido que me largasen. Pero mi padre no tenía tiempo para ir a buscarme ―se me borró la sonrisa de golpe ante el recuerdo―, tuve que coger un avión y venir sola a Las Vegas, dónde estaba mi hermana Jade.

―Lo siento ―musitó.

Sacó mi pie del agua y lo secó con mimo con una toalla en la que yo no había reparado hasta entonces.

―No recuerdo mucho, sé que discutimos y volví a largarme, pero no recuerdo dónde, ni qué pasó después. ¿Y si me pasó algo? ¿Y si estoy muerta? ―pregunté con la boca seca.

―No lo creo. Yo siento que eres muy real ―musitó, vendándome el pie con delicadeza.

No pude evitar algo a medio camino entre un resoplido y una risa.

Cuando llegue tu hora - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora