24

1.3K 210 78
                                    

Christopher

Bianca me llamó, aunque no tenía ni idea de cómo tenía mi número, para pedirme que me acercase a su casa, así que dejé el trabajo de historia que tenía a medias y me acerqué preocupado. ¿Y si le pasaba algo a Ashley?

Sin embargo, parecía que la emergencia era que se aburrían. Ashley se había encerrado en su habitación y había pasado de comer. Era media tarde y aún no salía, así que me pasaron el muerto, como si yo fuera responsable de ella. O pudiera cambiar su estado anímico con mi sola presencia... Y ojalá fuera así, pero estaba seguro de que no lo era.

―Haced que coma, que yo tengo que irme ―nos dijo Deacon, en cuanto llegué a la casa, y se largó acto seguido con Sky.

―¿Qué ha pasado? ―cuestioné, confuso aún.

―Hemos salido de compras y a tomar algo. De pronto se ha ido a hablar con una señora, que por lo que hemos averiguado debe ser su madre... Después de eso no ha vuelto a hablarnos, al llegar se ha encerrado en su habitación y ahí sigue ―explicó Bianca.

―Ya, te has saltado la parte en la que te has pasado con ella tres pueblos... ―la regañó Jens.

―Trataba de hacer que viese la realidad, si cedemos a todo no va a mejorar nunca... Pero quizá sí que me he pasado. ¿Me ayudas? ―me suplicó.

―No sé qué remedio mágico creéis que tengo, pero vale ―murmuré, mientras iba hacia la habitación de Ashley.

―Le gustas ―dijo Bianca a mi espalda. Me giré con el puño en alto cuando iba a llamar―. Y eso puede conseguir más de lo que imaginas.

Decidí fingir que no la había escuchado. No podía gustarle a Ashley, debía odiarme por todo lo malo que le estaba pasando. Golpeé su puerta un par de veces y luego entré. Estaba preocupado. Y pensé que, como mucho, estaría leyendo. Sin embargo, estaba sentada al escritorio y escondió algo muy rápido cuando entré. Me miró sobresaltada y sus mejillas se tiñeron de rojo.

―¿Estás bien? ―No pude evitar reírme un poco de su exagerada reacción y ella se apresuró a asentir. Entré con ella y cerré la puerta tras de mí―. ¿Por qué no comes algo antes de que tu familia llame hasta al FBI? ―bromeé.

Puso los ojos en blanco y sacó su móvil para responderme, levantándose de la silla y colocándose justo delante de mí, con mala cara. Me pregunté si de verdad podía gustarle, de alguna manera, pese a haber arruinado su vida... Antes de todo tenía claro que era así, pero ahora...

―¿Te han llamado porque no he comido? ―me escribió.

―Sí. Están preocupados. Lo que no sé es que esperan que haga yo... ¿Quieres que te haga el avioncito? ―bromeé.

―Me van más los trenes ―aseguró sin rastro de humor en su cara, pero de pronto se abrazó a mí.

Me quedé paralizado un segundo, pero luego acaricié su espalda con cariño. La quería tanto que me dolía el pecho. No pude evitar hundir mi nariz en su pelo rubio y disfrutar del olor dulce que desprendía.

―¿Qué te pasa, Ashley? ―cuestioné, apretándola un poco más fuerte.

Me hubiera quedado toda la vida allí, solo abrazándola. Estaba tan preocupado por ella... Y tan enamorado... Rompí el abrazo para que pudiera responder y sujeté su barbilla para que clavase sus ojazos azules en los míos. Ojalá pudiera oír su voz solo una vez más. Necesitaba hacerlo. Me hubiera encantado que pronunciase mi nombre, solo eso, para saber que todo estaría bien para siempre.

Fue ella la que se apartó de mi escrutinio esta vez. Por suerte, sus ojos parecían secos de lágrimas y le había desaparecido parte de las ojeras. Debía estar descansando mejor. Y sin duda parecía más tranquila que el día anterior.

Cuando llegue tu hora - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora