19

1.5K 223 32
                                    

Ashley

Hades volvió a juntarse con nosotros cuando llegamos fuera. Christopher le saludó con unas caricias, antes de que el perro corriese a refugiarse a mi lado. Le acaricié también y volví a insistir al chico para que supiera que no hacía falta que me acompañase. Sin embargo, se limitó a coger mi mano y tirar de mí, en dirección a mi casa.

Me reí un poco, pero le dejé hacer. De todas formas, quería que fuera conmigo, me gustaba estar con él, aunque las palabras de esa chica no dejaron de picarme, como si siguiera hablándome al oído, para repetirme esas crueldades una y otra vez. Sin embargo, la mano de Christopher y sus dedos entrelazados a los míos, me aliviaban de alguna manera.

El camino se me hizo mucho más corto que a la ida y le invité a tomar algo cuando llegamos, sin saber qué más hacer. Quería que se quedase, pero tampoco pretendía interrumpirle si tenía que volver a clase. Él se lo pensó mucho menos que yo, por cierto, porque aceptó enseguida y entró conmigo.

―¿Y tu hermano y Sky? ―me pregunto, al ver la casa desierta.

―Ni idea, han dejado una nota en la nevera ―le escribí, mientras iba hacia allí a ver qué teníamos para beber.

Christopher se acercó a mí y leyó la nota sobre mi hombro, sin dejarme abrir la nevera porque estaba demasiado cerca. Hizo un ruidito pensativo y me giré hacía él para entender qué le pasaba. Parecía haber tenido una idea de golpe. Seguía muy pegado a mí y al girarme hacia él nuestros cuerpos se rozaron ligeramente, así que retrocedí medio paso para dejarle espacio, o para dármelo yo.

―La psicóloga me dijo que te llevase a hacer ejercicio ―me dijo.

Y sé que hablaba en serio de hacer ejercicio, pero mis amigas me habían metido ideas raras en la cabeza. ¡¿Por qué me tenían que haber dicho nada?! Vale que yo había preguntado, pero no me esperaba que me respondieran que le gustaba. Me creía más lo de que le daba pena. En cualquier caso, cuando sugirió hacer ejercicio juntos, estando solos en casa, me sonrojé.

―¿Por qué me odia la psicóloga? ―le escribí como una idiota, para que no viera mis mejillas ardiendo.

―No seas boba. ¿Por qué no te pones un calzado más cómodo? Subiremos a la montaña, conozco un sitio precioso. Será una hora de subida, como mucho y bajar está chupado.

―Estás loco ―le escribí, por si no se había dado cuenta.

―Venga, no seas vaga. Te encantará el sitio.

―Voy a cambiarme.

Le miré mal, haciendo que se riera, pero me encerré en mi habitación para cambiarme. No iba a pegarme una caminata con un vestido y medias. Y menos por la montaña, que seguro que hacía un frío de muerte. Me puse unos vaqueros, pero me dejé las medias debajo y sustituí el vestido por una camiseta interior térmica, una sudadera y el abrigo encima. Me guardé el móvil en el bolsillo y salí descalza con las botas de montaña en la mano, para ponérmelas sentada en la mesa del salón. Christopher estaba apoyado en el sofá, en la parte de atrás y me pareció que no dejaba de mirarme.

Me costó tres intentos abrocharme bien los cordones, porque me ponía de los nervios. ¡¿Por qué no dejaba de mirarme?! Cuando conseguí apretarme las botas de forma que no fueran a desatárseme solas y que tampoco me cortasen la circulación, escribí en la nota de Sky para decirles que iba a la montaña con Christopher, por si volvían antes que nosotros, que lo dudaba.

―¿Tienes agua para llevar? ―me preguntó cuando estaba colocando la nota, sobresaltándome de nuevo.

Le miré fatal, pero saqué una botella pequeña de la nevera y se la pasé. La guardó en el bolsillo de su sudadera, que era de esos grandes que iban de lado a lado y luego me tendió la mano.

Cuando llegue tu hora - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora