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Ashley

Miré el cielo nublado con una sonrisa. Había echado de menos Havenfield en las dos últimas semanas y me alegraba mucho de volver a casa.

Después de que volvieran a darme el alta en el hospital y de pasar un par de días con el castigo menos restrictivo de la historia, decidí que no quería alterar más mi vida y pedí permiso a Deacon y Sky para pasar las navidades en casa de Will, tal y como había planeado con Bianca.

Deacon aceptó a regañadientes y solo lo hizo después de que prometiese que jamás volvería a hacer una locura. Según Sky era una promesa muy vaga y difícil de cumplir, pero yo entendí lo que quería y prometí no asustarle más.

Después escribí a Will para pedirle permiso para ir con él y cuando aceptó, como medio segundo después, escribí a Bianca para que me perdonase y que nos viéramos allí. Al final, pese a que seguía sin poder hablar, fueron unas vacaciones geniales.

Aysha había contratado a Jake y Jayden, dos gemelos Millerfort a los que yo no conocía, para cuidar de los animales de su hotel, porque ella con el embarazo no estaba para eso. Eran muy divertidos y muy Millerfort. Me lo había pasado muy bien con ellos. Dimos vueltas a caballo, me enseñaron trucos con los animales y les ayudé con todo aquello.

Bianca y Jens no volvieron a discutir conmigo, quizá porque yo había dejado de huir. Con ellos cociné y vi películas. También jugamos con la nieve una tarde y cuidamos del hijo de Will y Aysha para que ellos pudieran estar tranquilos. Bianca se había quejado de que fuera donde fuese, siempre tenía que hacer de niñera, pero, la verdad, parecía encantada.

Casi me dio pena que se acabasen las navidades, pero echaba de menos a Deacon y a Sky, y también a los perros. Y, por supuesto, a mis amigas y a Christopher. Ellas me escribían a todas horas, tanto que a veces no daba abasto para responder. Él me escribía menos, pero también lo hacía a diario para preguntarme cómo estaba.

Sabía que le decepcionaba cada vez que le decía que aún no podía hablar, pero en aquello no había avances. Yo lo intentaba, de verdad. Busqué trucos por internet, pregunté a la psicóloga, me paraba delante del espejo a diario y lo intentaba... Podía hacer ruidos, pero a la hora de pronunciar palabras, era como si se me atascaran en la lengua y me hiciera un lío. No había forma.

Jamás pensé que algo pudiera ser tan difícil como aquello...

Y cuantas más ganas tenía de poder hablar para decirle a Christopher que lo había conseguido, menos parecían querer salir mis palabras. Sin embargo, esta vez no iba a rendirme. Lo conseguiría, tarde o temprano.

Suspiré aliviada cuando el avión aterrizó. El aeropuerto estaba lejos de Havenfield, pero esperaba que Deacon fuera a buscarme. Me había dicho que «ya vería», pero suponía que se hacía el duro. En realidad, había ido a llevarme, así que no tenía motivos para creer que no me recogería.

El tiempo que tardé en salir de allí y recorrer los pasillos hasta la zona donde esperaban los familiares se me hizo eterno. No había facturado maleta. Jade se había encargado el año anterior de mandarme un montón de ropa nueva a Inglaterra, que seguía esperándome cada vez que iba, así que solo llevaba una mochila de la que no me separaba. Con eso me ahorraba tener que esperar innecesariamente.

Deacon me esperaba escribiendo en su móvil, supuse que a Sky, aunque me vio enseguida y me rodeó con sus brazos. Él también me había echado de menos, por mucho que yo me hubiera negado a creerlo solo quince días antes.

―¿Sabes que te has saltado el primer día de clase? ―me regañó de pronto.

Me rasqué la nuca y le miré como si no supiera de qué hablaba. Era verdad que había cogido un día de vacaciones extra. ¿Quién quería empezar un viernes? Y no había vuelto del viaje el domingo (en lugar de la tarde del viernes como hice) solo porque Bonnie me había dicho que esa tarde tenía que acompañarla urgentemente a un sitio.

Cuando llegue tu hora - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora