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Ashley

Las seis en punto.

El reloj de la torre.

Los colores proyectados hacia dentro por el sol del ocaso.

Sonreí, lista para volver a la carga.

La tarde anterior, tras la charla con Will, volví a dormirme. De pronto me sentí muy cansada, así que me quedé dormida en la cama. Sin embargo, solo conseguí llegar al suelo, comprobar que Ralph estaba en su torre y dar un grito para ver si se movía (que sí que lo hacía, por cierto), antes de que me despertara Sky para decirme que íbamos a cenar.

A mí me daba igual la cena, pero como ya había pasado de la comida y solo había tomado unas palomitas, no hubo forma de convencerla de que solo quería dormir. Christopher se había ido mientras yo dormía, y lo agradecí, era horrible estar con él, porque no soportaba darle pena... No me imaginaba que pudiera despertarle otro sentimiento ya y menos después del ataque de esa tarde.

Bianca, Jens, Will (y su hijo), Deacon y Sky cenaron conmigo. Trataron de hablarme, pero yo solo quería volver al sueño. Estaba cansada. Quería dormir. Necesitaba volver allí. A mi mundo. Era tan real de pronto... Y aquella cena tan extraña... Quizá era mi culpa, pero me sentí tensa todo el tiempo y ellos estuvieron especialmente callados.

Las navidades estaban cerca, pero la casa no estaba decorada, pese a que el año anterior en noviembre ya habíamos colocado las luces y el árbol, que Deacon «fabricó» con ramas que taló de los árboles cercanos a la casa... Ese año no había risas, ni felicidad, y todo era por mi culpa.

Sentí que me faltaba un poco el aire de nuevo, así que llevé el plato a la cocina y volví a mi habitación. Solo me había sentado en la cama, pensando si debía tomarme una pastilla para asegurarme de dormir toda la noche, cuando alguien llamó a la puerta del dormitorio. Deacon entró un momento después y cerró tras de sí. Arrastró la silla del escritorio y se sentó delante de mí.

―¿Qué te pasa, Ashley? Estás... iba a decir callada, pero bueno, ya me entiendes. ¿No quieres ver una película o algo con Bianca?

Negué con la cabeza, pero me pareció que no iba a conformarse con aquello, así que recogí el móvil que había dejado sobre mi mesilla durante la cena y le escribí.

―Me encuentro muy cansada ―mentí a medias―. Quizá sean las pastillas, pero quiero descansar.

―Sabes que puedes hablar conmigo, ¿no? ―me preguntó, sujetándome las mejillas para hacer que le mirase. Asentí con dificultad por su agarre―. ¿Y lo harás? ―insistió, haciéndome sonreír un poco.

Volví a asentir y él me dio un beso en la frente, de una forma fraternal que me apretó el pecho. ¿Cómo no iba a dejarle seguir con su vida? Suficiente tenía ya sin que yo se la complicase más. Solo quería que fuera feliz. Y no lo sería mientras tuviera que preocuparse a cada instante de mí.

―Gracias ―le escribí, mientras él se levantaba y volvía a colocar la silla en su sitio.

―Cuando llegaste fue un marrón, Ashley, pero resultó ser una de las mejores cosas que me ha pasado en la vida. No cambiaría mi decisión por nada del mundo.

Apoyó la mano en mi cabeza, despeinándome un poco y haciéndome reír, y salió de allí. Me tomé una pastilla antes de meterme en la cama del todo y cerré los ojos.

Me dormí pensando que era una buena decisión largarme, que volverían a ser felices sin que sus vidas girasen en torno a mí. Se lo merecían.

Y cuando desperté en la torre, lo hice feliz. Aquel era el mejor lugar donde podía estar. Allí podía ser útil. Así que descendí por las piedras y busqué a Ralph con la mirada. Sabía que reaccionaría a un grito desde allí, pero ¿de qué me servía que se chocase contra el palacio? Las celdas estaban al menos dos pisos por debajo de la primera planta...

Cuando llegue tu hora - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora