Ashley
Alcé la vista un momento del papel para mirar el entrenamiento. Tenía las manos dormidas por el frío, pero estaba escribiendo todo con lo que había soñado. No quería olvidarlo y quería sacarle el sentido a todo. Ahora que sabía que lo tenía.
El médico me había revisado mucho el día anterior, pero al final me dio el alta completamente. Ya podía hablar, no estaba confusa... (Me sonrojaba cada vez que pensaba que había sacado la valentía de besar a Christopher Silverman, cuando antes era poco más que inalcanzable y no podía ni hablarle, incluso antes de perder la voz).
Christopher entrenaba algunos sábados por la tarde, para recuperar el ritmo, decía, después de las vacaciones. Yo estaba segura de que estaba obsesionado con el entrenamiento, pero no iba a discutírselo. Cuando me dijo que podíamos vernos después, yo llamé a mis amigas y estábamos en las gradas, viéndolos entrenar.
Bueno, yo aproveché para escribir, porque el fútbol americano seguía siendo un rollazo. Y solo podía pensar en que acabasen para irme con él a cenar, o lo que fuera. Me daba igual el qué, solo quería estar cerca del inalcanzable Christopher Silverman, que era más terrenal que nunca.
Porque ahora éramos algo parecido a novios, aunque la sola idea me hiciera sonrojarme.
El ruido de la campana del instituto me hizo alzar la vista. Eran las seis y no me había dado ni cuenta. Al mirar hacia allí, la sombra de Christopher se coló en mi campo de visión y de pronto se sentó en las escaleras, junto al asiento de la grada donde yo estaba.
―¿Qué haces? ―pregunté divertida.
―Me daba miedo que a las seis volvieras a desvanecerte ―aseguró, sin quitar la vista de mí.
―¡Silverman, vuelve al entrenamiento! ―le gritó el entrenador.
―¡Ahora voy! ―replicó él, sujetando mis mejillas frías cuando sonó la última campanada―. ¿Sigues aquí?
―¡Voy a echarte del equipo, Silverman! ―insistió el entrenador.
―Vuelve que yo estoy bien ―me reí.
―No me echaría nunca, soy el mejor. De hecho, soy ¡Christopher Silverman! ―se burló ligeramente, poniendo voz algo chillona para imitarme, o a mis amigas, no lo tuve claro, pero me hizo reír.
Me dio un beso muy rápido en los labios, que me aceleró el corazón hasta que creí que podría oírlo.
―Ahora sí que voy a desvanecerme... ―murmuré, provocándole una carcajada.
―Más te vale que no, porque esta vez, te juro que entraré en todos tus sueños para sacarte de allí a rastras ―respondió, apoyando la frente sobre la mía.
Esta vez los dos pasamos del entrenador cuando volvió a gritarle.
―Siempre has estado en mis sueños, Christopher Silverman ―susurré―. Me salvaste, aquí y allí, una y otra vez. Así que gracias.
Apoyé las manos sobre las suyas y volví a besarle, con ansia, necesidad y agradecimiento. Quizá él siempre sentiría un poco de culpabilidad por no haberme podido sujetar, pero yo siempre me sentiría agradecida, porque me había rescatado más veces de las que él nunca sabría. Y de más formas de las que parecían humanamente posibles.
El entrenador se plantó delante de nosotros y Christopher me soltó a regañadientes, aunque me dio tres besos seguidos muy rápido. Luego alzó las manos con inocencia, poniéndose el yelmo... digo el casco, de nuevo.
―Ya está, entrenador, solo estaba diciéndole una cosa ―bromeó, mientras volvía al campo. Aunque se giró hacia mí otra vez, haciendo resoplar furioso al entrenador―. En realidad, tú eres la mejor, Ashley Millerfort ―aseguró, antes de irse del todo.
ESTÁS LEYENDO
Cuando llegue tu hora - *COMPLETA* ☑️
AdventureSer un Millerfort puede ir acompañado de dinero y una buena genética, pero Ashley sabe desde pequeña que, además de eso, es una maldición. Olvidada por sus padres en un internado tras otro desde que tiene uso de razón, nunca ha tenido a nadie a su l...