13

1.3K 230 45
                                    

Ashley

Estaba segura de que Deacon en cualquier momento me iba a mandar a paseo, porque no dejaba de preguntarle si había pedido bien mi libro. ¡Es que se suponía que tenía que llegar el día anterior! No había podido dormir apenas por los nervios, (y porque me aterraba volver a mi pesadilla).

Así que me adelanté a que pudiera echarme y me senté en un banco de piedra del porche delantero. Desde allí podía ver la puerta de la valla, que dejé abierta para vigilar la carretera. Necesitaba ver si llegaba el repartidor de una vez, no aguantaba más.

Sin embargo, llevaba dos horas allí y no aparecía nadie. Deacon aseguraba que el paquete estaba en reparto, pero empezaba a desesperarme mucho. ¿Y si no llegaba? ¿Cómo iba a ayudar al caballero de plata si aún no entendía por qué le había metido en mi sueño?

Lo poco que dormí esas dos noches lo pasé tratando de abrir los barrotes de mi celda, pero era incapaz. Parecían soldados. Y, pese a todo, las palabras de esa niña empezaban a preocuparme. ¿Qué pasaría si moría en el sueño...? ¿Y si el sueño era esto y no aquello?

Hades, que estaba a mis pies, alzó la cabeza de golpe y lloró un poco. Le miré extrañada, pero no me dio tiempo a pararle antes de que saliese corriendo. Quise llamarle, pero mi estúpida voz no funcionaba, así que salí corriendo tras él. Cruzó la valla y maldije para dentro. Si la había dejado abierta era porque nunca salía sin mí... Todo el terreno de mi hermano estaba rodeado de vallas agujereadas y los perros no se fugaban. ¿Qué le pasaba a Hades? ¡Si nunca se separaba!

Corrí tras él, aunque no fue muy lejos, en realidad. Me paré de golpe al ver qué o, mejor dicho, a quién, había ido a buscar. El chico moreno que estaba conmigo en el hospital al despertar acariciaba la cabeza de Hades con suavidad.

Llevaba solo una sudadera negra que le quedaba genial, pese al frío horrible que hacía, y unos pantalones de chándal, con una pernera cortada para dejar ver una férula que cubría casi hasta su rodilla. Incluso con eso, llevaba las dos deportivas y me pareció que había subido andando hasta nuestra casa, porque no vi vehículos y tampoco llevaba muletas.

Él tardó en reparar en mí y, aunque no pude asegurarlo, habría dicho que se sonrojó al mirarme. Llevaba el pelo negro recogido en una coleta en su nuca. No me extrañaba ni un poco que hubiera generado esa expectación entre las enfermeras. Era muy guapo. Tenía los hombros anchos y musculosos, lo noté incluso con la sudadera.

Le saludé con un gesto de la mano y eché de menos más que nunca mi voz. Me pregunté si sabría que no podía hablar...

―Hola ―me dijo él, y me pareció que le costaba esfuerzo hacerlo, como si tuviera la boca seca. Tendió hacia mí un paquete cuadrado que llevaba en la mano, aunque no lo acercó más y yo tampoco me moví―. Es para ti, lo han dejado en mi casa por error, supongo, lo siento.

Abrí mucho los ojos y se me escapó una sonrisa al darme cuenta de que era mi libro. Cogí el paquete y busqué mi móvil para poder darle las gracias, pero se dio la vuelta y empezó a alejarse de mí antes de que pudiera sacar el iPhone de mi bolsillo.

¿De qué iba? ¿Por qué salía corriendo? Bueno, corriendo no, porque cojeaba un poco por culpa de la férula. Yo sí corrí, para pararme delante de él. Sujeté el paquete entre el codo y mi costado y apoyé la mano en su brazo para que no se fuera, mientras escribía en el móvil.

«Gracias», puse y giré el teléfono para que lo viera.

―No tienes por qué dármelas, Ashley ―susurró incómodo―. Lo siento mucho.

Agité la cabeza. ¿Qué sentía, que le hubieran entregado mi paquete por error? En realidad, estaba segura de que no era un error y que había sido cosa de Deacon y Sky. Volvió a pasar de largo y me planteé dejarle irse, pero ahora que por fin podía hablar con él... Había deseado poder hacerlo desde que me desperté en el hospital y vi sus ojos verdes con pintitas doradas. Eran tan llamativos...

Cuando llegue tu hora - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora