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En el hospital...

Christopher

Miré la sala delante de mí como si fuera parte de una película. Una grabación a través de una pequeña y borrosa pantalla que no podía afectarme. No era mi historia, no me importaba...

Tras el ataque que le dio a Ashley una hora antes, nos echaron de la habitación y la llevaron a cuidados intensivos, donde no podía recibir visitas. Así que estábamos en una sala de espera. Sky había desaparecido poco después y Deacon parecía desesperado.

Yo también me sentía así. Estaba claro que Ashley estaba peor y yo no podía perdonármelo, pero tenía una sensación de irrealidad constante. Quizá tenía que ver con que no había dormido en toda la noche, o con el dolor sordo que no abandonaba mi pierna... O tal vez era la inyección que una enfermera se había empeñado en ponerme para bajar la inflamación. Yo llevaba aún la vía y un pijama del hospital (por suerte de pantalón, camiseta y bata y no de esos ridículos con el culo al aire), aunque la doctora y las enfermeras habían desistido de intentar llevarme a mi habitación.

Solo quería estar allí, cerca de la gente que apreciaba a Ashley, para sentirme un poco comprendido en mi dolor. Deacon no me odiaba, por increíble que pareciese. Si fuese al revés, si alguien hiciera daño a mi hermanita... Si alguien no la hubiera protegido... Yo querría matarlo. Sin embargo, Deacon no solo no me odiaba, si no que parecía compartir mi dolor. Y eso me aliviaba un poco de una forma egoísta.

Sin embargo, desde que el estado de Ashley había empeorado, la realidad se había desdibujado a mi alrededor. No era consciente del todo de lo que sucedía. El tiempo pasaba en un reloj ligeramente ovalado y muy feo que había junto al cuadro de un paisaje. Segundo a segundo. De forma insoportablemente lenta.

No hablamos en mucho rato. El padre de Ashley, Bill, también estaba en la sala de espera. Parecía preocupado, cuanto menos, aunque su postura era muy correcta y estirada. No se había sentado, a diferencia de Deacon, que tenía los codos apoyados en las rodillas y la cara entre las manos.

Estaba a punto de moverme de la silla en la que estaba yo, porque se me había dormido la pierna escayolada que tenía estirada sobre las sillas de al lado, cuando una rubia entró rompiendo la tranquilidad del sitio.

―¡¿Dónde está?! ―gritó.

Supuse que buscaba a Ashley, pero era absurdo esperar que estuviese allí, ¿no? La verdad es que seguía pareciéndome tan irreal como una película. Aquello no era el mundo real, no me afectaba... Aunque sintiese el corazón más estrujado en mi pecho cada segundo que pasábamos sin que Ashley despertase.

―Está en cuidados intensivos ―explicó Bill.

Deacon sacó la cabeza de sus manos para mirar a la mujer, y yo le imité, mientras ella se dejaba caer de forma muy exagerada en una silla. Supe que era la madre de Ashley sin que nadie la presentase. Tenía los mismos ojos azules y el pelo rubio, aunque ella lo llevaba sucio y mal recogido en una coleta. Por lo demás no se parecían mucho. En realidad, me recordó a un anuncio de esos antidrogas que colocaban por todo el instituto, pero ella sería el «después de consumir».

Tenía la cara cubierta de marcas y demacrada y estaba enfermizamente delgada. Quizá, si de verdad era la madre de Ashley, en otro momento habría sido tan guapa como su hija, pero ahora daba asco y pena. Sin duda, necesitaba ayuda y un buen bocadillo. En realidad, me sentía tan jodido por lo sucedido, que no me quedaba nada de compasión para nadie más. Y, lo poco que había oído de los padres de Ashley, era muy malo.

―¿Puedo verla? Quiero verla.

―Nadie puede entrar ―la cortó Deacon―. Todos queremos verla.

Cuando llegue tu hora - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora