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Christopher

Me desperté al oír la puerta y traté de levantarme, algo desorientado. Sin embargo, Ashley me tenía completamente inmovilizado. ¿Cómo una chica tan delgada podía sujetarme con esa fuerza? Vale, quizá es que no quería despertarla, y eso no ayudaba.

De alguna forma había acabado tumbado prácticamente en el sofá. Ashley estaba sobre mí, con la mano en mi estómago, bajo mi sudadera, y la cabeza apoyada sobre mi pecho. Respiraba con profundidad. Parecía muy relajada y tranquila.

La suave risa de Sky me recordó el ruido de la puerta y mi intención de quitar a Ashley de encima, pero no pude moverme antes de que me pillasen. Alcé la cabeza hacia Deacon, temiendo que me diese ya ese puñetazo que me merecía desde lo que le había pasado a Ashley. Sin embargo, colocó el dedo delante de sus labios para que no hiciera ruido, así que me callé antes de poder excusarme.

Se acercó y levantó a su hermana, como si no pesase nada. Yo me apresuré a levantarme en cuanto se la llevó hacia la habitación. Me coloqué la sudadera, procurando no mirar a Sky, que estaba riéndose un poco.

Deacon volvió dos minutos después, tras dejar a Ashley en su cama y cerrar la puerta. Esta vez hablé antes de que pudiera decirme nada.

―No es lo que parece, nos hemos quedado dormidos viendo la tele.

―Ya ―replicó él, y me di cuenta de que se contenía para no reír.

―Y solo he entrado porque estaba su madre fuera y no quería dejarla sola... ―seguí.

Deacon dejó de sonreír de golpe e intercambió una mirada seria con Sky. La chica llevaba solo un minivestido de cuero, que se ajustaba a su cuerpo como si fuera pintado, prácticamente, así que devolví la mirada a Deacon, algo avergonzado.

―¿Os ha dicho algo? ―preguntó él.

Le conté la conversación con la desagradable mujer y su intento de llevársela. Me preocupaba, no me fiaba de ella, solo la había visto dos veces, pero no me parecía mentalmente estable. Si lo fuera ¿por qué iba a insistir tanto en lo de llevársela cuando sabía que no podía? ¿Qué bien iba a hacer a Ashley que la cambiase de casa ahora? ¿Qué se la llevase de donde estaban sus amigos y la familia que la querían para ir a saber dónde? Sinceramente, no parecía capaz ni de cuidarse ella misma, como para encargase de su hija, que encima necesitaba ayuda para ponerse bien.

―Gracias por defenderla... ―me dijo Deacon, apoyando una mano amistosa en mi hombro.

Agité la cabeza y me encogí de hombros. Odiaba que aquella familia me diera las gracias. Ni en mil vidas podría compensar todo el mal que les había hecho. ¿Cómo iban a agradecerme nada?

―Cualquiera lo hubiera hecho.

―Vamos, te llevo a casa, es tarde.

―No hace falta...

―No me discutas, Christopher ―me dijo, con tono de regañina―. ¿Puedes llamar a Jade, Sky? Quiero saber si hay alguna forma legal de que esa mujer trate de jodernos. Y luego llama a Lorcan, seguro que le interesa saber que su madre está por aquí molestando...

―Está bien. Ten cuidado.

―De verdad que puedo irme andando... ―insistí, no quería molestar.

―Sí, puedes, pero vas a ir en coche ―replicó Deacon, saliendo de nuevo de la casa, sin esperarme.

Recogí mi chaqueta y me despedí de Sky, que se rio un poco de la actitud de Deacon. O de la mía, era difícil de decir.

Me subí en el todoterreno de Deacon, mientras él lo hacía tras el volante. Salió sin decir nada, pero no tardó en romper el silencio.

―¿Qué tal con la psicóloga?

Cuando llegue tu hora - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora