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Ashley

Las siguientes horas fueron raras. Me costaba enfocar la vista, moverme y hasta pensar, era como si mi cuerpo estuviera ralentizado y tuviera un bloque de hormigón encima. Además, pasé de una prueba a otra, sin que me dejasen descansar, aunque yo solo quería dormir. Me enchufaron cables, me metieron a máquinas y una enfermera tras otra me trató de explicar el proceso, aunque me daba igual.

Me dolía todo el cuerpo y la cabeza me palpitaba con tanta fuerza que temía que fuese a explotar. Además, era incapaz de hablar. Traté de responder cuando me preguntaron cómo estaba, pero no podía pronunciar palabra. Abría la boca, movía la lengua y nada salía de entre mis labios.

Así que desistí, me dediqué a asentir o negar ante sus preguntas y a intentar dormir, aunque la última parte, me la impidieron. Según ellos, era mejor que no me durmiese de nuevo. Yo solo quería que todo pasase rápido, que el dolor desapareciera y volver a casa, con Deacon.

Pude ver a mi hermano tras lo que me parecieron horas. Un celador llevó mi camilla de vuelta a mi habitación y Deacon estaba allí. Le dirigí una sonrisa y tendí una mano hacia él, que se apresuró a sujetar. Hades ladró a mi otro lado y traté de tenderle esa mano para acariciarle, pero el lado izquierdo de mi cuerpo aún seguía dormido.

―¿Cómo estás, Ash? ―me preguntó Deacon, apartándome un mechón de la cara con suavidad.

―Ahora vendrá el doctor a hablar con vosotros ―nos indicó el celador, antes de salir de la habitación.

Me encogí de hombros como pude, para responder a Deacon, sin intentar hablar y apreté sus dedos entre los míos.

―Me has dado un susto de muerte... ―me regañó con suavidad y yo solo pude sonreír un poco, recostándome mejor en la almohada.

Si él supiera lo mal que lo había pasado yo para volver allí... «Un susto de muerte» era quedarse corto. Recordaba mi sueño, y aquel extraño mundo a saltos, pero, aun así, el sufrimiento aún lo llevaba a cuestas.

Busqué por la habitación al chico moreno que estaba conmigo cuando me desperté, pero allí no había nadie más. Solo mi hermano y Hades, que subió las patas delanteras a la cama para lamerme la mano con un lloriqueo constante.

Me solté de Deacon para poder acariciar al perro, que movió el rabo y se acercó más a mí con desesperación.

Cerré los ojos, con la mano sobre la cabeza del perro. Estaba tan cansada... Por un segundo me pareció ver el reloj de la torre, lanzando destellos de colores a la habitación del hospital a causa del sol del atardecer...

―¡Buenas tardes, Ashley! ―Una voz animada me devolvió a la realidad de golpe.

Era un doctor joven y muy grande. Alto y rellenito, con una barba de unos días y cara de amabilidad absoluta. Le dirigí una sonrisa como saludo, aunque me dolía todo.

―¿Cómo está, doctor? ―le preguntó Deacon preocupado.

―Las pruebas muestran un avance favorable. Que esté despierta ya es una noticia genial. La inflamación ha remitido, así que es una pequeña victoria. Permanecerá en observación unos días más, para comprobar que no hay ningún tipo de daño permanente.

Se acercó a mí mientras hablaba y le dio una orden a Hades que se apartó a un lado sin dudar. Al parecer, ya conocía al perro. Estaba segura de que yo misma le había visto durante las pruebas, aunque era difícil de decir. Me hizo apretar sus dedos con las manos. En la izquierda tenía menos movilidad, pero me aseguró que estaba bien. Luego me hizo cosquillas en los pies, para comprobar que, de nuevo, el lado izquierdo parecía seguir en el sueño. Lo notaba todo, que conste, pero parecía más lejano.

Cuando llegue tu hora - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora