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Ashley

Hablé poco más con la psicóloga, en general para insistirme en que durmiera. Christopher no volvió a pronunciar palabra y no pude evitar sentirme fatal. ¿Estaría enfadado conmigo? No me atreví a hablarle hasta que salimos fuera y, cuando lo hicimos, me limité a despedirme con un gesto.

Solo quería volver a casa y llorar por lo mal que me sentía. Había pensado mucho en reencontrarme con él desde que le vi en el hospital, pero en ninguna versión de mi imaginación la cosa sería tan... tensa.

―Espera. ―Me sujetó la mano cuando empecé a andar.

Me estremecí ligeramente por su contacto, aunque pareció malinterpretar mi gesto, porque se quitó su chaqueta de beisbol roja y la colocó sobre mis hombros. No me quejé, aunque me pareció que él iba a quedarse helado, solo con la sudadera negra que llevaba debajo. Le señalé un poco, para que me entendiese sin necesidad de sacar el móvil, no quería quitarme los guantes. La noche parecía especialmente fría y la niebla solo aumentaba esa sensación que te calaba hasta los huesos.

―Yo estoy bien, soy muy caluroso ―explicó―. ¿Te importa que te acompañe a casa? Es tarde y con esta niebla...

Señalé su pierna esta vez, me preocupaba que se moviera tanto. Además (por lo que me había dicho Taki), su casa estaba mucho más cerca de la consulta que la mía, tendría que ir lejos para volver.

―La fractura ya ha soldado. Se supone que tengo que hacer ejercicio para recuperarme del todo. Creo que he perdido tono muscular en las piernas ―explicó con calma―. ¿Puedo acompañarte? ―insistió.

Asentí un par de veces. En realidad, quería que lo hiciera, no iba a engañarme. Me gustaba estar con él, aunque pensase que debía odiarle. A mí me parecía una tontería, claro. ¿Cómo iba a odiarle? Había sido un accidente y esas cosas pasan. Culparle hubiera sido muy mezquino por mi parte. Además, odiaba estar enfadada con la gente. Solo conseguía que yo me sintiera mal.

No hablamos durante la mitad del camino, aproximadamente. Había poca gente por la calle a causa de la niebla y el frío, y la poca que había caminaba con prisa. Un par de personas nos miraron y oí a alguien mencionar algo del accidente, pero no le hicimos caso. Nosotros íbamos a nuestro ritmo, despacio, casi de paseo. Atravesamos calles conocidas y fui distrayéndome con los escaparates de las tiendas que había a ambos lados de la calle principal. Se acercaban las navidades. Tenía que preguntar a Jade por la clave de la tarjeta para poder comprar regalos.

―¿Puedo preguntarte por esas pesadillas? ―me dijo Christopher, cuando pasamos cerca de una cafetería que estaba a tope.

Salía calorcito de dentro y un olor delicioso que me contrajo el estómago de hambre, aunque no me atreví a ofrecerle tomar algo.

Me quité la punta del guante, que colgó del resto y saqué el móvil para responder. Tirité un poco, incluso con su chaqueta sobre la mía. Hacía un frío horrible. Le escribí un rápido resumen de mi pesadilla en el hospital, el hombrecillo diciéndome que tenía que llegar a la torre, el caballero, la propia torre, el dragón, los piratas y las sirenas. Procuré no ahondar en los detalles, para no congelarme.

―Llegué a tiempo, pero la reina malvada me encerró en una torre y no consigo salir de ella, cada noche cuando duermo vuelvo allí... ―Tragué saliva con dificultad mientras el móvil hablaba por mí―. Me he planteado saltar a través del reloj, pero son diez pisos...

―Mejor no saltes desde más sitios altos... ―me dio la razón―. Es un sueño, ¿no? En los sueños tenemos poderes y cosas. Deberías imaginar que tienes las llaves de la puerta, o algo parecido y salir sin más.

Cuando llegue tu hora - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora