Extra 4: IwaOi

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Oikawa decía que para tener una buena y bonita piel, debías de cuidártela tu mismo.

Por eso evitaba el enfadarse con frecuencia para que no le saliesen arrugas y todas las noches antes de dormir se echaba una cremita en la cara para no solo hidratarla, sino para verse más bonito para su sexy hombre.

Y gracias a sus cremitas, su vientre estaba libre de estrías al aplicarse la crema durante su embarazo a medida que este iba creciendo.

Y menos mal que Futakuchi compartía su pensamiento con él.

No era como los demás que cuando fuesen unos pobres viejitos se verían horribles llenos de arrugas por todos lados, con sus vientres y piernas llenas de estrías y piel colgando por todos lados porque habían dejado de ejercitarse.

No como él, obviamente.

Pero claro, no podía seguir todo al pie de la letra cuando alguien muy importante para él había muerto.

Su pobre carita tan suave como el culito de un bebé, no dejaba de arrugarse por culpa del llanto.

Su lindo kohai ya no estaba con él. ¿A quien podría molestar ahora?

Le gustaba ver las cara que ponía Kageyama cuando empezaba a burlarse de él.

—Oikawa-san, deje de comportarse como un niño.

¡Ah! ¡Si es que podía hasta escuchar su voz cuando ya no estaba entre ellos!

Su pequeño kohai, el cual pudo haber tenido una gran vida sobretodo ahora que empezaba a estar más presente para Nao... Pero no.

¡Tuvo que venir el maldito de Hoshiumi y matarles al bueno de Kageyama!

¡Uf! Si llegase a tener a esa copia barata de Nao delante suyo, ¡le arrancaría los pelos con fuertes jalones! Y más ahora.

¡Alguien debería de tomar venganza por la muerte de Kageyama!

—¡Vendetta!- había gritado un día el castaño en la comodidad de su sala mientras alimentaba a Akihiko con el biberón.

Asustándolo por cierto.

—No seas tontokawa, tontokawa.- le dio un zape Iwaizumi.— Y no grites, ¿quieres? Asustarás a Aki.

El moreno le había quitado al bebé de los brazos del castaño junto al biberón, y se fue dejándolo solo para alimentar al pequeño con tranquilidad.

·

·

—Me siento como un inútil.- había dicho un día Oikawa mientras se balanceaba en una hamaca amarrada entre dos árboles con su pequeño bebé de dos meses sobre su pecho.

—Quizás lo seas.

—¿Quién pidió tu opinión, estúpido gato?- escupió Oikawa escuchando tras suyo la risa de hiena que odiaba.— Además, ¿qué haces aquí?

—Esa pregunta debería decírtela yo a ti. Esta es mi casa.

—Hmph.

El castaño no estaba allí por gusto.

¿Estar en la casa  del gato callejero? No la pisaría ni muerto. Lo mismo con la casa de UshiWaka.

Pero si su casa fue más grande, con un bonito jardín donde poder poner una hamaca como esa colgada entre un par de árboles, no vería la necesidad de estar allí con la terrible presencia de Kuroo a escasos metros de él.

No quería que su niño adquiriera esa terrible personalidad que tenía el pelinegro. Dicen que todo se pega, y preferiría que su bebito fuese un adicto a los videojuegos como Kenma, que un grano en el culo como lo era Kuroo.

Siempre fuiste tu (AtsuHina) EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora