Capitulo 37

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Se limpió las manos sudorosas ya sea por culpa del calor o de los nervios; por quitan vez.

También miró el letrero de aquella casa indicándole que estaba en el lugar correcto por otro minuto más de los cuarenta y cinco minutos que ya llevaba allí parado bajo el sol sin poder dar un solo paso hacia el frente.

Se había arreglado el pelo más veces de las que podía contar y aunque no llevase una ropa demasiado formal, la había estado alisando con sus manos... Sentir este tipo de sentimientos era lo peor.

Armándose de valor, caminó hasta la gran casa Bokuto-Akaashi y tocó el timbre. Esperó largos segundos parado frente a la puerta, hasta que fue abierta dejándole ver a un chico pelinegro de ojos verdes.

Era sin duda hermoso, y supo de inmediato que era la madre de Shiro. Es como el castaño lo había descrito.

—¿Puedo ayudarte en algo?- preguntó amable.

—Y-yo... Soy Chiba Hayato. ¿S-se encuentra Shiro?

—¡Oh! Hayato-kun, pasa por favor.- se hizo a un lado dejándole entrar.— ¡Shiro, tu amigo ya llegó!- gritó alegre.

El adolescente sonrió nervioso.

Esa mirada que le daba el pelinegro le hacia estar más nervioso que antes de entrar a la casa.

Le miraba con detenimiento y en cierto modo le incomodaba. Es como si estuviese buscando algún defecto que ni él sabía que tenia.

Rápidas pisadas le hicieron alzar la vista viendo como el castaño que esperaba bajaba con prisas hasta pararse frente suyo con la respiración acelerada y las mejillas ligeramente sonrojadas. Llevaba puestos unos pantalones cortos hasta las rodillas donde estaban doblados hacia afuera y una camisa básica holgada.

Se sonrieron, él apreciando los ojos esmeralda y Shiro aquellos ojos grises como el acero.

—Ve con cuidado.- dijo Akaashi interponiéndose entre ambos chicos. Agarró las mejillas de su niño y le besó la frente.— No vengas tarde.

Las mejillas de Shiro se pintaron de un rojo mucho más intenso haciéndole sentir mucho más avergonzado de lo que ya estaba.

Besando con rapidez la mejilla de su madre, agarró la mano de Hayato y salieron disparados por la puerta para afuera tras haberse puesto los zapatos. Aparte de huir de la vergüenza que le provocó su madre, tenia que aprovechar que su padre no se encontraba en la casa para poder salir sin que sometiese a un intenso interrogatorio al pobre Hayato.

Ambos caminaron en completo silencio sumidos en sus propios pensamientos sin darse cuenta que sus manos aún estaban unidas. Y habrían seguido así sino fuera porque en su camino hacia la librería del centro comercial, pararon en un semáforo que se encontraba rojo para los peatones que se dieron cuenta de sus extremidades unidas.

Con movimientos torpes soltaron sus manos y giraron sus cabezas a otro lado evitando los ojos contrarios.

—¿C-como estuvo la costa?

—... Mm... Bien. Aunque, ¿te acuerdas de Atsuya?- el más alto asintió.— Se escapó de casa para ir a verme. No me canso de decirle que se aleje de mi pero insiste.

—Puede que como eres lindo no se te despega.

Shiro se sonrojó y miró al de hebras azabaches que le miró con los ojos completamente sorprendido al darse cuenta de lo que su boca había soltado sin haber sido procesado por su cerebro antes de hablar.

Haciendo movimiento con sus brazos totalmente nervioso, intentó arreglar lo que dijo.

—Q-quiero decir, como es un niño quizás se vaya a por las cosas bonitas.- jadeó al ver que volvió a decir lo que no debía.— D-digo, n-no eres bonito, bueno s-sí lo eres p-pero ¿no de esa forma?

Siempre fuiste tu (AtsuHina) EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora