Capitulo 25

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Sakusa se encontraba acostado, de nuevo por cierto, en la cama de Komori como tantas veces lo había estado desde su adolescencia.

El de pelo cobrizo era el único que podía tocarlo como lo hacia. Dejaba que sus manos recorriesen su cuerpo a placer y que su boca tocase su piel dejando húmedos besos en su recorrido. Sentir como aquellos largos dedos se introducían con delicadeza dentro suyo, haciéndole olvidar que sus manos desnudas tocaban cualquier tipo de superficie con posibles gérmenes.

Pero era de Komori Motoya de quien estamos hablando.

Y Sakusa era débil ante el.

Recuerda siempre estar solo. Sus padres no estaban la mayoría del tiempo en casa al igual que sus hermanos mayores. Y la verdad es que no le importaba estar solo.

Pero desde que Komori empezó a pasar tiempo con él en la primaria, se dio cuenta que no quería volver a aquella soledad o al menos no le importaba siempre y cuando Komori se quedase a su lado. Al pasar a la secundaria nunca creyó sentir celos de que el de pelo cobrizo no le prestase la misma atención que en la primaria por culpa de una chica.

Por favor, eran primos. Sentir celos por algo como eso era estúpido.

Pero no lo fue.

En su tercer año de secundaria, verle besarse con la misma chica que le ponía celoso hacía dos años atrás; le hizo consciente de sus sentimientos. Se había enamorado de Komori, su primo.

Recuerda que cuando llegó a su casa corrió hacia el baño y se inclinó frente al váter devolviendo todo lo que había comido ese día. Gruesas lágrimas rodaban por sus mejillas y se lavaba con fuerza sus manos intentando eliminar cualquier rastro de lo que él creía era suciedad. Intentando que con eso, borrase cada uno de los sentimientos que sentía por el mayor.

Porque lo que sentía por el otro era algo prohibido.

Todos le señalarían si llegasen a saber lo que su corazón escondía por el chico. Este también podría mirarle con asco y alejarse de él volviendo a aquella soledad que por años había dejado de sentir por sentirse cálido junto a él.

Y así durante días, cada vez que llegaba a su casa terminaba vomitando por culpa de la presión y lavándose con intensidad sus manos importándole poco si se infringía algún daño aún cuando éstas eran necesarias para sus entrenamientos de voleibol. Y esto le estaba matando lentamente. Moría de amor, de uno prohibido. Y en sus tantos momentos de desolación y lágrimas, reía irónico pensando en la leyenda del Hanahaki. Él no estaría tosiendo pétalos de flor por un amor no correspondido, pero creía que eso dolía menos que lo que estaba sintiendo.

Aún recuerda como si fuese el día anterior cuando Komori le plantó cara cuando regresaban a sus casas. Lo había acorralado contra la puerta en el genkan de su casa y le miraba serio, algo inusual en el cobrizo.

—¿Me dirás que te ocurre?

—No me ocurre nada.- apartó la mirada.

El contrario apretó los puños a cada lado de su cabeza.

—Te conozco mejor que nadie. Y algo pasa contigo.

El pelinegro había apretado sus labios tras su mascarilla y sus ojos se empezaban a cristalizar.

Tener a Komori tan cerca, le ponía los nervios de punta. Quería que le abrazara, pero no de forma fraternal. Quería que le tocase aún si con eso corría el riesgo de exponerse a posibles gérmenes.

No pudo evitarlo y se deslizó por la puerta hasta el suelo dejando salir sus lágrimas mientras Komori lo miraba atónito. Repetía una y otra vez lo siento y el mayor seguía sin entender lo que el más alto quería decir. Se agachó hasta quedar a su altura y le agarró de aquellas muñecas que se doblaban más de lo que deberían.

Siempre fuiste tu (AtsuHina) EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora