Atsumu tenia los ojos rojos e hinchados de llorar, pero tenia una bonita sonrisa tirando de sus labios.
Paseaba sus dedos por el suave pechito de su bebé que subía y bajaba con tranquilidad y deseaba poder tenerlo entre sus brazos pero eso era imposible en estos momentos. Se conformaría con acariciarlo de esta manera. Eran casi las siete y media de la mañana y había estado en esa sala desde las doce totalmente despierto viendo y acariciando a su bebé. Las enfermeras lo miraban con ternura y otras se sonrojaban al ver la sonrisa de padre estúpido que ponía el rubio. Tanto él, como las enfermeras sabían que no debería de estar allí pero por petición del médico dejó que estuviese allí todo el tiempo que fuese necesario.
Después de todo, su bebé luchó por su vida y ahí estaba. Era un guerrero.
Casi se muere al escuchar las palabras de Shirabu y sentía que le costaba respirar. Sus piernas no resistieron su peso y cayó de rodillas al suelo con gruesas lágrimas recorriendo sus mejillas.
—Está... Muerto.- susurró.
Shirabu se agachó a su altura y le agarro los hombros. Osamu apretaba los puños sintiéndose impotente. Daichi se sentía igual que el castaño. Tsukishima había apartado la mirada y un pequeño dolor recorrió su pecho. Kageyama tenía un revoltijo de sentimientos en su interior y no podía imaginarse como se sentía el rubio en esos momentos.
—Miya-san. Mírame.-con la vista borrosa, el rubio le hizo caso.— Su hijo sigue viviendo.
Parpadeó varias veces sintiendo que sus lágrimas dejaban de salir.— ¿Que...?
—Su hijo nació muerto, pero hicimos todo lo que teníamos en nuestra mano para que no nos abandonara tan pronto.
Atsumu volvió a parpadear incrédulo por lo que le decía Shirabu. ¿Su bebé... seguía vivo? Quería reír por aquello y a la vez llorar por lo surrealista que era toda esa situación.
—Acompáñame.
Con ayuda de Osamu, Shirabu logró que el rubio volviese a ponerse de pie y empezó a caminar lejos de la sala de operaciones. Su hermano y los otros tres del Karasuno los siguieron hasta una sala especial con un cartel que decía UCI* de Neonatos. Se acercaron al enorme cristal donde se podía ver a un montón de bebés dentro de incubadoras y con millones de cables por sus pequeños cuerpos. Para ninguno fue difícil encontrar al bebé dado que tenia aquella característica cabellera de su madre.
—¿Por qué es tan pequeño?- se atrevió a preguntar Daichi.
—Su hermana comía mas que él, por eso es más pequeño. Pero eso no le impidió vivir. Aun así...- miró al rubio que no dejaba de ver al bebé.— En el futuro puede que tenga problemas respiratorios y tal vez cardíacos.
—Pero está vivo.- le dijo Atsumu.— Está vivo y eso es lo más importante en este instante.- apartó la mirada del cristal y la centro en el castaño.— Podría... ¿Podría verlo mas de cerca?
Suspirando, Shirabu asintió. Lo guió a una puerta contigua y tocó. Le explicó a la enfermera la situación y asintiendo dejo entrar al rubio. Le tendieron una bata desechable de color azul y un pequeño gorro. Le obligaron a desinfectarse las manos con alcohol en gel y le guiaron hasta la incubadora donde estaba su bebé.
Le tendieron una silla y se sentó en ella. Con manos temblorosas las metió por los agujeros que tenia la incubadora y le acarició la pequeña mano. Enseguida, su dedo fue atrapado entre sus pequeños deditos y soltó una pequeña sonrisa mientras sus ojos volvían a derramar lágrimas.
—Hey... hola.- pasó su otra mano con cuidado por la pelusita naranja.— Soy papá.
Puede que estuviese alucinando, pero sintió claramente que le había apretado con fuerza el dedo que tenia firmemente agarrado.
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Siempre fuiste tu (AtsuHina) EDITANDO
FanficHinata huye a Brasil porque piensa que si se aleja de Kageyama es lo mejor para él y su futuro sin pensar en lo que eso causaría. Sin embargo, allí vuelve a ver a Miya Atsumu. Algo que cambia su vida. Ahora, casi nueve años más tarde y con una amor...