Capitulo 36

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Cuando abrió los ojos la luz dio contra ellos. Pero eso no le quitó la sorpresa que le hizo caer de la cama.

Alzó la cabeza y escuchó la cantarina risa de Hinata quien estaba envuelto en las sábanas pareciendo un ángel. Le sonreía y sus ojos seguían cada uno de sus movimientos cual depredador acechando a su presa.

El pelinaranja se mordió el labio de forma sensual y se fue sentando en la cama mientras que la sábana que lo cubría se iba resbalando de su hombro dejándole ver su blanco pecho y vientre plano.

—¿Como entraste aquí?- preguntó mientras se levantaba.

—¿Qué pregunta es esa Tobio? Por la puerta.

—Quieto.- alzó una mano cuando le vio acercarse.— No te me acerques.

Shouyo hizo un puchero sacando el labio inferior.

—Estas haciendo y diciendo cosas muy crueles Tobio.

Le fue imposible alejarse cuando ya tenía encima al pelinaranja completamente desnudo.

—Quiero que... recordemos nuestra noche de pasión.- le dijo mientras paseaba sus manos por su pecho desnudo.

Le besaba el pecho con pequeños piquitos y sus suaves manos recorrían sus brazos desde los hombros hasta las muñecas y de nuevo hacia sus hombros.

Aquel pequeño cuerpo que había recorrido antaño y le hacía sentir millones de sensaciones que no sabía descifrar durante aquel tiempo. Aquel cuerpo que abrazaba con cariño y amor, sintiendo que encajaba perfectamente en sus brazos. Que le brindaba calidez en días fríos.

Aquel cuerpo ahora... le dejaba su propio cuerpo helado en el sitio.

Aquella sensación de placer cuando se ponían a tontear no estaba y lo que quería en ese momento era alejarse del más bajo.

—H-h-hinata. Deja de tocarme.- le apartó con suavidad.

—Anoche no pensaste lo mismo.

—No digas tonterías.- esquivó el abrazó que intentó darle.— Yo no te he tocado. ¿Es que no piensas en Miya-san?

—Claro que lo hago.- sonrió amplio.— Mira, está allí.

Dirigió su mirada hacia donde apuntaba el delgado dedo del pelinaranja, y el color fue drenándose de su cuerpo.

Atsumu se encontraba sentado en el enorme sillón de mimbre con los brazos estirados en el respaldar y la pierna derecha por encima de la izquierda. Su mirada era dura que le hacía estremecer cada uno de sus huesos.

Su pelo rubio seguía manchado de sangre como su ropa. Con aquella cara de adolescente como cuando lo vio en su casa pero con la altura de su adultez.

—Me alegra verte de nuevo, Tobio-kun.- el pelinegro no respondió.— El que debería estar muerto, no soy yo. ¿Por qué no nos ahorras el tiempo de seguir con vida y terminas lo que no pudiste lo de hace dos años?

—¿Como...?

—Aquí... Todo es posible Tobio-kun. Menos el que yo esté vivo. Ya sabes. Hice lo posible para no atropellarte a ti y a Shouyo por estar respondiendo un mensaje de mi hermano. ¿Y como terminé? Cayendo al río y muriendo ahogado.

—Eso...

—Pero tranquilo Tobio-kun. Yo me haré cargo de Nao por ti.

El rubio chasqueó los dedos y el niño apareció por la puerta con su bonito pelo blanco como recordaba, completamente rojo. Sus ojos azules, vivos y alegres, estaban vacíos y apagados. Las mangas de su camisa a la altura de sus muñecas estaban manchadas en sangre como aquel horrible agujero justo en el pecho, al lado de su corazón.

Siempre fuiste tu (AtsuHina) EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora