CAPÍTULO .38.

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"me duele la cabeza" - Saint pensó mientras insertó la llave para abrir la puerta, sus manos y pies eran pesados, haciéndole gastar energía con cada movimiento. Quedó extrañado cuando vio la puerta sin seguro, ¿acaso su padre no fue al trabajo o se le pasó por alto poner seguro? no lo sabía, pero lo averiguaría, por lo que entró.

- ¿papá? - llamó, pero nadie respondió, de pronto, un sonido provino de la cocina, a paso lento se acercó.

"si papá no está... creo que es un ladrón". - pensó mientras se acercaba sin precaución alguna.

- ¿qué haces aquí? - preguntó con los ojos abiertos, no podía creer lo que veía.

- ¿no te alegra verme? no nos hemos visto por mucho ¿y es así como me recibes? mocoso. - habló con una sonrisa, mientras metía la bandeja al horno, al parecer había dejado caer una cuchara, de ahí el sonido que escuchó Saint.

- no, no, me alegra verte ¿pero qué haces aquí? - en realidad no era mucho tiempo que no se veían ¿cuánto era? ¿cinco, seis meses? si ella estaba aquí significaba que ella estaba enterada de todo. - ¿cuándo te vas? - Saint preguntó bajando la mirada.

- ¡mocoso! acabo de llegar y ya me estas echando y yo aquí cocinando rico para ti. - dijo limpiando sus lágrimas imaginarias, ¿quién era ella? simple, la hermana de Kirán, Kinsai, la mujer que los había criado desde su nacimiento, después de que sumadre muriera y Kirán quedara solo, la mujer que les había dado todo su amor.

- no te estoy echando, solo estoy sorprendido, viniste sin avisar. - explico Saint. Kinsai había sido una figura materna para ellos, era buena y dulce, nunca se quejó por criarlos y cuidar de ellos.

- no fue algo planeado, solo se dio. - dijo Kinsai encogiéndose de hombros.

- déjame ayudarte. - Saint ofreció ayuda en cuanto la vio fregar los platos.

- ve y quítate el uniforme, harás un desastre de el si me ayudas así. - dijo sonriendo.

- sí. - Saint bajó la mirada, caminando con vergüenza a su habitación.

Suspiró, intentando sacar el gran peso de su pecho, le alegraba ver a Kinsai, por su puesto que lo hacía, pero una parte de él seguía extrañando a Zee, no podía sacarlo de la mente. Cabizbajo se dirigió a la habitación de Zee, ya que esa se había convertido ya en suya.

- ¿tú también? - preguntó con un puchero al ver salir una pequeña figura de la habitación de Zee, esas dos coletas desordenadas, esa sonrisa carente de algunos dientes, esas hermosas pecas llenaron un pequeño vacío en el corazón de Saint, un pequeño calor invadió el helado cuerpo de Saint al verla.

- ¡Saaaaaint! - la niña gritó mientras corría a él para abrazarlo.

- hermano, te extrañe. - dice alegre abrazándose del cuerpo de Saint.

- yo también. - dice Saint con desanimo, tomándola en sus brazos, viendo a los ojos brillosos llenos de inocencia y pureza, ojos ansiosos, esperando escuchar lo que mas extrañaba.

- también te extrañé, hermana. - Saint besó la frente de la pequeña; aquella palabra hizo feliz a la pequeña niña de seis años, haciéndola sonreír ampliamente.

- hermano Saint ¿dónde está el hermano Zee? - preguntó la niña viendo detrás de Saint, buscando con la mirada, pero no encontró.

- quiero verlo, busqué en toda la casa y no está. - dijo ansiosa.

- pregúntale a papá. - dijo Saint bajando a la pequeña. - yo también quiero verlo. - susurró.

Saint se dirigió a su habitación, pero su mirada se desvió a la que en retrospectiva le pertenecía, la puerta estaba abierta, por lo que varias maletas apiladas en la entrada su pudo ver.

- ¿por cuanto tiempo piensan quedarse? - pregunta Saint con desánimo.

- hermano Saint, ayúdame con mi tarea, no puedo hacerla sola y la maestra me regañará si no la presento. - pidió la niña.

- yo también necesito ayuda para hacer la mía y no creo que puedas ayudarme. - dijo Saint entrando a su habitación.

- buscaré al hermano Zee y le pediré ayuda y le diré que no te ayude. - la niña hizo un puchero, dio media vuelta y se marchó.

- búscalo, no necesito su ayuda, solo necesito copiar su tarea. - Saint habló.


*

*

*


El sol había caído, el color rojo del atardecer entraba por la ventana, el aire chocaba contra las cortinas haciéndolas bailar de par en par. Kirán había vuelto a casa, Saint solía esperar por él, pero en esta ocasión, Saint escuchó su llegada desde su habitación.

Había estudiado toda la tarde, dejó el plumón sobre la mesa y estiró su cuerpo casado, sintiendo hambre, aunque aun no era hora de cenar, se levantó y se dirigió a la cocina.

- ¿qué buscas? - Kinsai preguntó al verlo hurgar por los cajones de la cocina.

- un cuchillo. - Saint siguió buscando.

- ¿para qué necesitas un cuchillo? - Kirán preguntó.

 -para cortarme las venas. - dijo Saint con una sonrisa, viendo a su padre fruncir el ceño. - quiero comer una fruta ¿no puedo hacerlo? - aclaró.

- pelaré la fruta por ti, ve a jugar con Sarai y espera. - Kinsai habló justo cuando Kirán estaba a punto de hablar para reprender a Saint. Saint salió de la cocina y se acercó a Sarai.

- sabes que estas sobreactuando ¿cierto? - Kinsai habló viendo a Saint y Sarai jugar frente al televisor.

- no, esta situación me está matando, además el hizo un berrinche y jugó con su vida ¿tú qué harías en mi posición? - Kirán habló recostado al lavabo. - ¿qué harías si tus hijos...? - preguntó.

- hablaría con ellos y no haría un drama. - Kinsai habló, tomando un par de manzana para lavarlas. - todo esto es pasajero, pero si te empeñas en separarlos ellos también se empeñarán en estar juntos, toma esto como una etapa de crecer, después de comprender lo que ellos están haciendo, ellos volverán al camino, solo dales tiempo. - habló mientras pelaba las manzanas.

- pero yo no quiero que ellos... -

- solo están confundidos y quieren comprender sus sentimientos haciendo lo que su corazón indica y cuando encuentren la respuesta, ni tu ni nadie podrá cambiar lo que está escrito en el libro del destino. - Kinsai suspiró, Kirán hacía una tormenta en un vaso de agua, como siempre, complicándose la vida.

- sé que está situación es contraproducente para todos, pero considero hice lo mejor y no daré mi brazo a torcer, he dado mi palabra. - Kirán habló con firmeza, viendo a su hermana negar con la cabeza en medio de un suspiro.

- crees que ella podrá hacerlo? - Kirán preguntó después de un largo silencio.

- no lo sé. - Kinsai se retiró con un plato en mano.







Recta final.

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UNA MALDITA HISTORIA DE AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora