Capítulo 9.

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Capítulo 9.

Maisie abrió la ventana, y por ella se coló un aire helado, estaban a principios de invierno y nevaba más que nunca. La chica le hizo una señal al muchacho para que este se acercara al pórtico del nº2 de Kensington High St.

¡Gracias a Merlín! Sirius entendió.

La chica salió por la puerta de su dormitorio escuchando con atención. No fuera a ocurrir que uno de sus padres estuviera despierto, o peor aún, alguna de sus hermanas. Deprisa bajó las escaleras, tratando de no hacer ruido y saltándose el penúltimo escalón pues este crujía. Una vez en el recibidor, abrió la puerta con suavidad.

Allí se encontraba Sirius, temblando como una hoja de papel.

—¿Puedo pasar?—preguntó.

—Claro.

Ambos se encontraban en el oscuro vestíbulo. Maisie le dijo que ambos subieran a su habitación y le advirtió que tuviera cuidado con el escalón que crujía. Subieron con cuidado de no hacer mucho ruido. Cuando Maisie estaba a punto de cantar victoria sintió unos pasos que se acercaban.

Todo había ido bien, demasiado bien. De un empujón había lanzado a Sirius en su habitación. Justo a tiempo.

—¿Qué crees que haces?

Petunia.

Maisie con el corazón hecho puño se giró.

—¿Y qué crees que hago, Petunia?—contratacó la pelirroja, tragándose sus nervios.

—¡Te vi bajar las escaleras!—dijo Petunia como si fuera una gran acusación—¿Qué planeas?

—Vengo de la cocina, porque tenía sed y fui a beber un vaso de agua. ¿Acaso creías que estaba planeando convertirte en sapo, mientras dormías? Lamento desilusionarte Petunia, pero ya luces como uno.

Petunia chilló enojada y dando media vuelta se fue. Afortunadamente no había visto a Sirius. Un suspiro de profundo alivio salió de los labios de la chica… había estado tan cerca.

Dentro de la habitación se encontraba Sirius. El dormitorio de Maisie tenía las paredes de color pastel, en ella había un pequeño armario blanco donde guardaba su ropa, un tocador que tenía un simple espejo redondo incrustado en el centro donde solía peinarse, y poseía dos camas. Ahora Maisie agradecía que su madre hubiera puesto dos camas en su habitación en vez de una.

Nunca había sido de tener amigas a las que invitar a dormir a casa, las niñas muggles siempre la habían evitado, por rara. Gracias al cielo, su mamá había insistido en mantener esa cama ahí.

Sirius estaba más tranquilo, o eso le parecía a Maisie. Aunque aún tenía los ojos inyectados de sangre por haber llorado. La pelirroja lo miró con atención.

— ¿Quieres hablar de ello?—preguntó con suavidad al muchacho.

—No… por ahora no quiero hablar de ello. Solo quiero dormir ¿está bien?—preguntó temeroso.

El muchacho tenía el presente temor de que si contrariaba a su amiga, esta le echaría de su casa.

—Claro que está bien, puedes dormir en esa cama—dijo Maisie, señalando la cama que estaba junto a la suya.

Sirius asintió. Ambos estaban acostados, cada quien en su cama, pero ninguno de los dos estaba dormido, solo en silencio. Era un ambiente tranquilo y agradable para lo que le había tocado presenciar a Sirius esa tarde.

—¿Maisie?

—¿Si?

—¿Estas dormida?

—No

La Merodeadora EvansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora