Capítulo 47

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Capítulo 47

El mortífago solo se quedó de pie, mirándola. Inmóvil.

El corazón de Maisie golpeteaba con fuerza, y su sangre furiosa bombeaba a toda máquina. Sus nervios estaban de punta, y sus músculos completamente alertas, buscando cualquier oportunidad para escapar. La capucha de la chaqueta de James había caído, dejando su rojo cabello expuesto. Algunos mechones de cabello le cosquilleaban la cara, aumentando su ansiedad.

Y entonces sucedió.

El mortífago se movió.

Maisie imitó su acción, y sin miedo a las represalias sacó su varita desde el interior de su bota. Su ceño se frunció al ver como el mortífago le daba la espalda. Sin temer que ella estuviera ahí. Sin temer a que ella tuviera su varita en mano. Sin temer a que ella lo atacara.

-No hagas ruido-gruñó el mortífago.

-Severus...

-¡Silencio!-siseó-. Alguien se acerca. Escóndete.

-¿Eh...?

Severus la tomó del cuello de su chaqueta, y sin mucha delicadeza, de un empujón la envió tras unos grandes arbustos. Maisie soltó un quejido al derrapar contra el piso. Las manos le ardían, al igual que las rodillas. De seguro estaba llena de bonitos y dolorosos raspones.

Como pudo, y ahogando una buena cantidad de maldiciones, se puso de rodillas. Jadeó con suavidad, buscando hacer el menor ruido posible. Cuando finalmente estaba lista para ponerse en pie y enfrentar a Severus, una voz resonó en el bosque, tensando su cuerpo.

-¿Qué haces aquí, Snape?-preguntó en tono acusador el vozarrón-.Deberías estar ayudando a tus compañeros.

Maisie conocía esa voz, era el mortífago Rookwood. Él que se había encargado de escribirle sangre sucia en su pierna, y el cual no había tenido reparos en torturarla hasta casi llegar a la locura.

¿Qué estaba haciendo Severus con su vida? ¡Cómo podía relacionarse con personas como esas! ¡De esa calaña!

-Pronto iré.

-Pronto no. Ahora. En marcha-ordenó el mortífago, pero Severus continúo inmóvil-¿Qué diría mi Señor si te viera desobedecer una orden? Recuerda que estas a prueba, Snape.

Esta vez, Severus no protestó. Obediente siguió al mortífago de mayor envergadura, como una mascota fiel sigue a su amo. Maisie sintió su estómago contraerse con repulsión. Severus ahora solo era una marioneta del lado oscuro. Y probablemente nunca recapacitaría.

Cuando sus pasos dejaron de resonar en la grama seca, supo que era momento de huir. Debía de moverse pronto, porque las continuas explosiones y los haces de luz resonaban cada vez más cerca. Quizá tenía algo de suerte y se topaba con alguno de sus amigos.

A la luz de la luna, vio lo magullada que estaban sus manos. No era la gran cosa, si estaban algo sucias y el ardor era molesto, pero nada que la señora Potter no pudiera curar en un santiamén.

Deambuló bastante tiempo, con la punta de su varita encendida. No encontró a nadie, y temió estar perdida. Lo más probable es que estuviera dando vueltas en círculo. Finalmente Maisie se decidió por seguir un pequeño sendero, que desembocaba en un pequeño claro. Y como era de esperarse, este se encontraba solitario.

«¿Dónde estará todo el mundo...?» pensó.

[...]

-Más rápido maldición. No se queden estancados.

-Dejate de gruñir, y mejor ayudanos Black.

Sirius les dirigió una mirada de molestia, pero asintió. Desde que los disturbios habían comenzado, la marcha hacía la seguridad del ministerio se hacía bastante dificultosa. Eso sin contar, el hecho de que Peter, en un momento de descuido, había sido aturdido por detrás por un astuto mortífago. Gracias al cielo, Remus había ido en su auxilio a tiempo. Y por lo mismo ahora cargaban con su pesado y medio aturdido cuerpo.

La Merodeadora EvansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora