Capítulo 10

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Capítulo 10.

—¡Qué maravilla, cariño!—decía la Sra. Evans mientras revisaba las compras de su hija—¡No te has olvidado de nada! ¡Esto es un milagro de Navidad!

 —¡Mamaáaa!—se quejó la muchacha poniéndose de color rojo—¡No me avergüences!

Sirius rió entre dientes, pues la situación era muy divertida. Sin duda él se lo había pasado muy bien en la casa de los Evans, eran excelentes personas. Incluso Lily y Petunia.

—Suficiente mamá, no es necesario contar sobre cómo confundía las coles con calabazas—dijo Maisie mientras la Sra. Evans reía—¡Ahora te parece gracioso!

—¿Quién es capaz de confundir las coles con calabazas?—preguntó Sirius—Solo tú, mi querida Maisie.

—¡Que fue un accidente!—gritó la pelirroja avergonzada—Aparte se parecen... Es decir, ambos son vegetales.

Y la similitud se acaba ahí.

—No te enfades, cariño—murmuró la Sra. Evans con voz calma— ¿Por qué no vas a jugar con Sirius fuera? Todo está cubierto de nieve. De seguro se divertirán.

Pero la Sra. Evans no necesitó respuesta, puesto que ambos amigos ya se encontraban cruzando el umbral de la casa, para encontrarse con el manto de blanco de nieve que cubría la calle.

Maisie y Sirius corrieron por toda la cuadra de Kensington High St. Lanzándose bolas de nieve, riéndose y chillando cuando las bolas de nieve daban en el blanco.

Jugaron toda la tarde, lanzándose nieve, haciendo angelitos en la misma. Y desde luego molestando a Lily y a Severus que se encontraban sentados en el pórtico del nº2 de Kensington High St. El último aún no se quitaba los guantes y la bufanda que Maisie le había regalado y se coloreada de rojo cada vez que veía la chica.

—¿Lily…?—preguntó Maisie acercándose a su gemela para fastidiarla—¿Y si hacemos un muñeco…? ¡Ven! ¡Vamos a jugar!

—No—respondió Lily cortante—¡Vete a jugar con Black! Déjame en paz.

—¡Ya me voy! No te enfades—exclamó la chica con fingido tono de pena mientras corría hacia Sirius para hacer su muñeco de nieve.

Tras una gran dosis de maldiciones, peleas sin sentido, mini-guerras de nieve, empujones y pataleos, el muñeco estaba listo. Bueno no era específicamente…un muñeco. Era una cosa deforme de cara más o menos cuadrada, dos brazos de ramas torcidas y una zanahoria por nariz, cabe decir que parecía estar inclinado hacia atrás y poseía una estructura inestable.

Pero a pesar de ser horroroso el muñeco, para los amigos era su gran orgullo pues ellos mismos lo habían construido.

—Mira que nos ha quedado bonito—dijo la chica contemplando la creación de ambos—El mejor muñeco de la historia

—Sin duda alguna…—el muchacho infló el pecho orgulloso—¡Es como si fuera mi hijo!

—¡Oh… mi pequeño Sirius!—gritó la pelirroja chica mientras corría a abrazar al muñeco. El cual se balanceo peligrosamente—¡Tu madre está aquí!

—¡Y también tu padre!— dijo el chico mientras se unía al abrazo “familiar”. Pero al parecer los “padres” no calcularon bien su fuerza, pues terminaron decapitando al pequeño Sirius.

La cabeza del muñeco cayó al piso con un ruido sordo, y rodó por el asfalto, hasta caer a la calle donde justamente en aquel momento venía un automóvil, el cuál sin consideraciones aplastó la cabeza del muñeco.

La nieve saltó para todos lados al reventarse la pelota que el muñeco tenía por cabeza, la anaranjada nariz fue reducida a papilla de zanahoria, y los botoncitos que tenía por ojos quedaron todos achatados. Maisie y Sirius se miraron horrorizados.

La Merodeadora EvansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora