Capítulo 44 (re-subido) + Aviso

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Capítulo 44:

—Realmente tuviste suerte. Fue muy imprudente que no vinieras antes a la enfermería.

Maisie asintió, obedientemente, no quería enfadar más a Madame Pomfrey de lo que ya estaba. Además la mujer había hecho un buen trabajo sanándola de aquella maligna maldición, la leyenda era cierta, no había nada que Madame Pomfrey no pudiera curar, quizá por eso había actuado tan enfadada, cuando Sirius había sugerido que llevaran a Maisie a San Mungo.

Fue tonto de su parte pensar que ella podría curarse sola. Y ahora una parte de su cuerpo parecía que estaba en descomposición, en específico la pierna donde los mortífagos le habían escrito 'Sangre sucia', para su tranquilidad, Madame Pomfrey le aseguro que sanaría en unos cuantos días y que no quedarían marcas, pero que sería bastante doloroso.

Como si eso fuera consuelo suficiente.

— ¿Cuándo pensabas decirme sobre eso?—Sirius señaló su pierna, que ahora parecía el trozo del cuerpo de una momia, envuelta totalmente en vendas.

—No pensé que fuera tan grave—se defendió la chica, apartando la vista.

— ¿Qué hubiera sucedido si yo no te hubiera encontrado? ¡Piensa en las consecuencias, tonta!

—Entonces, demos gracias que seas un impuntual—soltó la pelirroja con despreocupación, tenía los sentidos un poco embotados, y todo a su alrededor parecía ser de colores brillantes. Soltó una risita, el calmante de Madame Pomfrey estaba surgiendo efecto de a poco.

—Estaré aquí para cuando despiertes—Sirius le acaricio el cabello con suavidad, provocando que su somnolencia fuera en aumento—Descansa.

Y como si fuera una orden, Maisie se durmió.

Pero no fue exactamente dormir, fue como si su cuerpo hubiera estado en un estado de completo y agradable reposo, pero su mente se encontraba totalmente alerta. Casi podía escuchar el regaño que Remus le estaba dando a su dormido cuerpo, o el sonido de una caja de grageas de todos los sabores ser abierta, de seguro ese era Peter.

Pero no había signos de James, por ningún lado.

Entonces recordó lo que había sucedido aquella mañana y todo cobró sentido. Cuando se dirigía a Pociones, los infernales dolores habían comenzado, su pierna ardía como si le hubieran hecho una quemadura al rojo vivo, ardía tal y como el día en que aquellos mortífagos la habían marcado.

No había nada más que dolor, parecía que su cuerpo estallaría en cualquier momento. Sus fuerzas flaqueaban y sus piernas parecían de gelatina, como había podido, se había arrastrado hasta una pared, con el fin de encontrar un poco de soporte, pero su alivio no había durado mucho.

— ¿Estas bien, Pelirroja?Si no te conociera diría que estas borracha—se había burlado Sirius, pero alver lo pálido que se encontraba su rostro, no había dudado ni un segundo enayudarla— ¿Qué te pa...? ¡Merlín!—Sirius con cuidado había tomado su rostro—Tienes los ojos negros, y...—se había callado de pronto, y ella sabía que eso no había significado nada bueno

Como un esfuerzo sobre humano había sido capaz de levantar las manos, para posarlas en el cuello de su amigo, para así hacer más fácil su tarea de arrastrarla a la enfermería, finas venas azules veteaban sus ya pálidas manos.

Parecía un cadáver.

—Vamos a la enfermería—había susurrado ella.

Sirius solo había asentido en silencio, y había comenzado la marcha. Después de eso todo se ponía confuso, recordaba la mirada de preocupación de James, que quien sabia como los había encontrado, recordaba la mirada cargada de malicia de Melodía Clearwater y su sonrisa de suficiencia.

La Merodeadora EvansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora