𝟎𝟏 | ❛ 𝐔𝐍𝐎

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& ❛ 𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐔𝐍𝐎 ; el niño de la blusa feano era un mentiroso ❜

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& ❛ 𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐔𝐍𝐎 ;
el niño de la blusa fea
no era un mentiroso ❜

¡VAMOS! SAL DE AHÍ o mamá nos va regañar.

La voz de su hermana mayor se alzó como una advertencia silbante y muy probable, pero no tuvo el efecto que naturalmente se habría esperado en ella, por el contrario, Maisie se mantuvo imperturbable unos metros más allá.

Con los cabellos rojos oscuros atados en un desprolija trenza, tenía las piernas hundidas en el pequeño riachuelo, y en la parte superior de su vestido se podían distinguir fácilmente diversas manchas de fango de todos los tamaños y formas, exhibidas casi como trofeos de guerra.

—Ya casi estoy, Tuney. —prometió ella, alargando su mano a través del agua. —Ya casi lo tengo.

La mayor de las dos no pareció muy segura de ello.

—Sal de ahí.—insistió, cruzando los brazos sobre el pecho.—No es la gran cosa.

—Sí que lo es. —contradijo la otra, en sus labios se formó una sonrisa victoriosa cuando sus dedos finalmente se cerraron sobre el terciopelo rojo. —Además, te dije que lo iba a recuperar.

—Solo es un lazo para el cabello.

—Uno que a ti te gusta mucho. —agregó la niña, y para mostrarle que había cumplido su promesa alzó victoriosa el accesorio para el cabello. Petunia intentó lucir seria, pero una pequeña sonrisa se coló en su rostro.—¿Ves? Aquí está.

—Bien. Ya lo tienes. —dijo Petunia acercándose hasta los costados del riachuelo, cuidando de no pisar nada desagradable.—Ahora sal de ahí, o un sapo te podría morder, Maisie.

La pelirroja soltó una risita, y se encaminó hacía Petunia, quién le extendió una de sus manos en su dirección, para ayudarla a salir del agua.

—Los sapos no muerden, Tuney. —afirmó, deslizándose hacia adelante con pasos torpes. —Además, no entiendo porque te asustan tanto, sí siempre estás leyendo esas historias donde se convierten en príncipes.

—Eso es porque… Fíjate ahí, Maisie, ¡cuidado!

Otra advertencia que tampoco consiguió tomar en consideración a tiempo para evitar el chapuzón que se dio. Entre sus zapatos una rama traicionera se había colado, enviándola de cuerpo entero al pequeño rio zambulléndola de pies a cabeza.

Para cuando consiguió finalmente salir de agua, en su lugar solo encontró la mirada de reprobación de Petunia.

—Mira el desastre que estás hecha. —bufó.

Maisie se encogió de hombros con simpleza y estrujó con suavidad la falda de su vestido, tratando de quitar el exceso de agua.—Al menos la manchas de barro ya no están. —aportó, dejando el lazo rojo sobre las manos de su hermana. —De aquí a que lleguemos a casa, estaré seca.

La Merodeadora EvansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora