Capitulo Seis: Culpemos al alcohol.

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Viernes 1200 horas día cuatro.

Misión MI04/19HR.

Chicago, oeste del estado.


Después de cuatro horas de vuelo por fin llegamos a Chicago vamos camino al hotel en un auto que alquilamos en el aeropuerto, a pesar de ser verano no se compara con el calor que hace en Arizona.


Nos registramos en el hotel y nos designan una habitación suite en el piso ocho, el número de la habitación es el 805, dejamos nuestras maletas, nos acomodamos las pelucas y bajamos al Ristorante del hotel ordenamos y esperamos a que traigan nuestros platillos, los demás equipos están ya instalados, el personal del club nocturno empezó desde ayer y no se reportó movimiento.

A media comida nos llega un mensaje informándonos que los hermanos Riina están en la ciudad, vieron al hermano mayor Alessandro Riina en compañía de un gran equipo de seguridad llegar a una pista clandestina al parecer viene a ver la mercancía, todo parece indicar que la información es cierta comenta Wen, las mujeres salen de los distintos clubs y son enviadas a Lago Maggiore en Italia, para ser vendidas al mejor postor.

Nos retiramos a nuestra habitación descansamos y nos dan las indicaciones para el día de hoy; Llegaremos en un taxi alrededor de las 2100 horas, esperaremos en la fila cerca de diez minutos, entraremos al club y nos dedicaremos a bailar y divertirnos.

Sera un día de copas solo que esta vez la cuenta la paga el gobierno.

La tarde pasa en calma y pedimos Servizio in camera para cenar.
Tomamos nuestros bolsos y salimos a disfrutar la noche.

La llegada a el club está en lo programado, el grupo de Wen, Hernández y Waddell llegan en quince minutos más.
Pasamos por seguridad y no me equivoque mis roperos forman parte de ella.
Abella está en la barra y los demás repartidos por el lugar.

Brindamos las cinco y pasamos a la pista de baile, el vestido de elección de Camargo para mi es muy corto de lentejuelas color verde esmeralda y con escote pronunciado, los zapatos altos hacen juego y mi peluca pelirroja ondulada a mitad de la espalda.

La noche sigue los tragos van y vienen sin novedad ya que nuestra tolerancia al alcohol es alta resistimos varias rondas, lo que no tiene resistencia es mi vejiga así que por segunda ocasión en la noche me dirijo a los sanitarios, entro, pero hay cinco personas por delante mío así que espero mi turno y me doy prisa para salir.


Me detengo frente a los espejos lavando mis manos y veo por el a Moore, reviso los demás sanitarios y extrañamente está vacío, nuestras miradas se encuentran por el espejo, a pesar de que el este parado atrás de mí y yo lleve tacones altos puedo ver su cara y cuello.

—Me gustas más de castaña —. Me dice al oído, inhalando mi perfume por el cuello y clava su mirada a través del espejo.

Jamás he justificado alguna acción por el alcohol, ni siquiera estoy ebria pero siempre hay una primera vez, culpare al alcohol, doy media vuelta sin pensar en las consecuencias y lo beso.

Toma mis caderas acercándome a él, paso mis brazos por su cuello para profundizar el beso, el responde de una manera salvaje que hace a mi cuerpo vibrar, toma mi cintura y me carga, logrando que lo envuelvo con las piernas.

La lógica salió a pasear dejando la excitación en su lugar, nos dirige a uno de los cubículos los cuales agradezco que estén limpios y amplios.

En ningún momento el beso se corta, mi espalda choca con fuerza, baja con besos por mi mandíbula cuello y clavícula raspando con su barba, la ropa empieza a sobrar y sin darme tiempo a reaccionar tira de mis bragas con un fuerte tirón pasa los dedos por mi humedad y no sé en qué momento o como, pero sus pantalones no estorban, de una sola embestida me penetra y ahogo un jadeo.

Me siento en el paraíso y confirmo que es grande bajando la mirada al sur.

—Le gusta duro Teniente Saviano —. Me susurra entre jadeos asegurando.

Mis palabras no salen solo jadeos y exhalaciones. Sale de mí y protesto, me da media vuelta, me empina y me vuelve a embestir tomándome de las caderas, aparentándolas con sus manos asegurándome que dejara marca en ellas.

Me azota varias veces y no puedo renegar ya que mi cerebro y boca no conectan en este momento.
Después de dos orgasmos termina junto conmigo en el tercero.

Sale de mí, toma un pañuelo, me limpia, retira su preservativo desechándolo en la papelera, se toma su tiempo en acomodar mi vestido y cabello se concentra en la tarea haciéndome reír ya que está muy serio.
Me da un casto beso y sale dejándome satisfecha por lo que acaba de suceder. Pero en cuanto estoy frente al lavamanos caigo en cuenta de lo que hice ya que no fue un compañero o desconocido, fue con mi superior.

En qué momento llegue a la mesa, no lo sé, sigo tratando de reaccionar a lo sucedido sin éxito alguno. Me dirijo hacia la barra tomo asiento en el banquillo y me doy cuenta por el frío que no tengo bragas, pero claro si me las arrancaron hace unos minutos en el baño.

Calmo mi semblante, pido una bebida y Abella me la prepara con una sonrisa, veo como su mirada se alza y se dirige a los privados, reconozco a la mano derecha de los hermanos Riina, Doménico Petruccelli; podría pasar por modelo ya que físicamente es muy guapo pero su persona es opacada por sus negocios sucios, posee un carácter explosivo, voluble, ególatra y puntilloso. Toda una parassiti.

De unos tragos terminó mi copa y me dirijo con mis compañeras de equipo que bailan sensualmente tratando de llamar su atención y logrando su propósito.
Unos gorilas se nos aproximan y sabemos que vamos por buen camino cuando nos invitan al privado, nos encaminamos Sterm, Camargo y yo; subo las escaleras con cuidado de no dejar ver mi intimidad en el acto y tomamos asiento cómodamente entre los cuatro hombres y dos mujeres incluida Hernández que están ahí.

Nos ofrecen cócteles que por obvias razones no podemos rechazar y tengo que mantener mi estado de ánimo en alegre cuando Petruccelli fija su mirada en mí.
Alza su copa e imitó la acción con la mejor sonrisa que tengo.
La música sigue haciendo que el mar de personas se muevan de un lado al otro, busco en la pista a Decir y Bloom que ya no se ven por la pista y mis sentidos se alertan, maldigo no poder tener comunicación con el resto del equipo pero cuando Noma en su papel de camarero trae la siguiente ronda nos da a entender que es hora de retirarnos.

Insinuó que es tarde y mis compañeras captan la directa que es momento de retirarnos, nos empezamos a despedir de los presentes de una manera casual, rechazando las copas que nos ofrecen, es mi turno de salir pero la mano de Petruccelli lo impide y de un tirón me deja delante de él, me toma del cuello y me da un beso en cada una de las mejillas.

—Bella —. Dice con voz profunda y una sonrisa ladina.

Me suelta y me apresuró a salir del lugar.

El camino hacia la salida lo hacemos en fila yaque a pesar de la hora que es el lugar está a reventar, logramos salir ydecidimos caminar para poder encontrar un taxi, creemos que todo está en calma pero todo se empieza a complicar cuando Zajarovaquien llega en una camioneta nos avisa que Decir y Bloom no aparecen al parecerfueron drogadas cuando nos invitaron al privado pero no salieron por la puertaprincipal ni la de personal así que no saben si siguen en el lugar o ya fuerontrasladadas a otra parte.





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El As de Espadas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora