Capitulo Diez: Una ronda más.

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Lunes 0800 horas día siete.
Misión MI04/19HR.
Aeropuerto Pisa Italia.




Vamos llegando a Italia y Markelov sigue callado conmigo, Moore no deja de observarme, Hernández y Waddell también me ven y sé que tienen muchas preguntas.

Decido darme prisa es mucha la tensión y no lo soportare por mucho tiempo.

Me pongo la capucha de la sudadera, lentes obscuros y tomo mi mochila para abordar una de las camionetas que usaremos para llegar a la casa en la que pasaremos los siguientes días hasta que el baile de máscaras se lleve a cabo.

Recojo unas cajas de equipo del avión y me dirijo en silencio a la última camioneta de seis que están estacionadas; dejo las cajas junto con mi mochila y las guardo en la cajuela. Camargo, Wen, Hernández y Waddell siguen mí misma ruta y no hay manera de que lo evada.

No quiero tocar el tema, lo saben, pero no se quedarán calladas y las entiendo.

Las amigas están para decirte las cosas de frente y hacerte ver los errores que estas cometiendo, Moore no es un error, pero no está separando las cosas, solo hemos pasado noches de pasión con buenos momentos juntos y está comportándose como troglodita.

Conmigo las cosas no van así tenemos que dejar las cosas claras.

Y es que en este momento ni una relación formal tenemos solo llevamos días y mientras no haga la pregunta, después la propuesta y ponga un anillo en mi mano y yo lo acepte no puede ponerse en ese plan.

Me subo en el asiento trasero junto con Wen, Hernández va en la fila de en medio
Waddell manejará y Camargo de copiloto.

Zajarova se aproxima corriendo y toca la ventana en la que va Hernández ella baja el vidrio de mala gana y si las miradas matasen Zajarova sería polvo.

—Tenemos que hablar.

—Ni ganas ni tiempo. Waddell aplástale los pies.

Moore llega y se pone al lado de Zajarova. Solo quiero gritar.

—Saviano descienda del vehículo —. Dice de una manera formal y preocupada.

—Lo siento General, pero usted mencionó que tenemos cuatro horas para comer e ir por lo necesario, así lo vemos más tarde, necesitamos comer —. Le comenta Waddell con una sonrisa.

—Si y de paso iremos a ver Chiles por ahí —. Comenta Alex viendo fijamente a Zajarova y ya no sé de qué diablos hablamos.

Avanza Waddell con una velocidad más rápida de lo necesario, el ambiente en la camioneta es silencioso y sabemos todas que nadie va a hablar de nada hasta que no estemos comiendo algo.

Llegamos al restaurante y pedimos la mesa más alejada.
En menos de cinco minutos ya hemos ordenado y llega la primera ronda de cervezas.

—No deberíamos de tomar—. dice Wen sosteniendo su tarro.

—Cállate y bebe lo necesitamos —. Waddell es la primera en tomar.

—Lo necesitan estas dos —. Sigue replicando Wen.

—Y nosotras para escuchar la vaina que se traen.

—Espera, Necesitaré más cerveza, otra ronda por favor —. Pide Waddell.

—Confíesen —. Exige Camargo con el tarro a punto de ser consumido en su totalidad.

Suspiro y cuento lo que ha pasado, desde antes de salir en la misión, en el bar, hasta el domingo cuando llegamos al aeropuerto.

Les confieso que estoy molesta por que, si está bien que me guste, pero no puede llegar a exigir tanto sin ser nada. Que no puede hacer escenas como la que hizo en el avión.
Si hemos conversado mucho, me gusta estar con él, me siento bien a su lado, pero nada más.
No somos nada. Y mucho menos se puede poner así con Markelov tenemos años juntos, y él ya tiene un lugar en mi vida y lo tiene que entender.

Camargo y Wen coinciden en que debo hablarlo con él. Hernández me dice que lo mande a volar.

—¿Te hace feliz, más feliz de lo que ya eres? —. Pregunta Waddell seriamente. —Por qué si no te hace feliz ahí no es. Si no estás dispuesta a contarle todos tus secretos, ahí no es.
Él ya estuvo casado, la relación con su esposa fue muy fuerte, de ser el galán de todas se quedó con ella y se casaron. Averigua que es lo que él quiere Ángela y no pierdas tiempo ni se lo hagas perder a él. Tú lo vez como un me quita las ganas y nos divertimos y ya, pero... no creo que él lo vea así.

—Creí que los dos lo veíamos de la misma manera, pero ya veo que no —. Digo observando mi cerveza vacía.

—Desembucha Alex —. Dice Camargo terminando su segundo tarro.

—Acá es al revés, cada vez que nos encontramos en misiones, nos la pasamos bien, disfrutamos uno del otro, pero nada más —. Confiesa con lágrimas en los ojos. —Saben que quiero una gran familia, nunca la tuve solo estaba Laura y aunque la quiero y me apoya siempre, quiero mi propia familia, una casa, un perro y dos niños que me digan mamá —.

Me rompe el corazón verla así, la abrazo y trato de consolarla. Desde que la conocí en la academia con solo siete años ha soñado con eso.

Ella era hija de unos narcotraficantes de poca monta en el norte de México, un día mataron a sus padres y a ella la llevaron a un orfanato con sólo cinco años, los mismos que yo tenía cuando llegué a Texas con mi familia adoptiva.

Laura era la trabajadora social que estaba a cargo del caso, empezó a ver las actitudes de Alex y supo que tenía muchísimo potencial, así como una inteligencia asombrosa, no quiso que tomará un mal camino así que ella y su esposo decidieron adoptarla, ya que nunca pudieron tener hijos biológicos.
Su esposo al ser militar y ver las aptitudes que ella tenía la llevó a la academia de Texas en la que yo la conocí.

Apenas teníamos siete años, pero desde entonces su personalidad y la mía encajaron a pesar de ser muy diferentes.

—No es justo que pierdas tu tiempo con alguien que no lo valora.

—Eres una berraca si él no lo valora el que sigue.

Veo a Alex a los ojos y se por qué no lo deja de lado. —¿No lo dejas por que en verdad lo quieres cierto? —.

Solloza en mis brazos.

—Se que va a ser duro, pero vamos a salir de este mal de amores —. Aseguro apretando más el abrazo.

—Venga chica nadie muere por amor.

Terminamos nuestra comida y decidimos ir a comprar lo necesario para vivir esta semana y pasar el mal de amor de Alex.

Compramos desde mascarillas, helados, todo para preparar lasagna, una parrillada y mucha cerveza.

Llegamos a la casa en Forte dei Marmi y empezamos a bajar todo lo que compramos, Haiden nos avisa que nos dejaron la habitación del tercer piso, así que subimos con todas las cosas en las manos.

Sterm nos avisa que en veinte minutos hay reunión en el sótano así que nos damos prisa solo que el problema es que Waddell y Camargo están un poco ebrias y Hernández tiene la nariz como Rodolfo el reno.

Wen y yo tratamos de que disimulen, pero no pueden, Camargo se vuelve más escandalosa con alcohol encima y Waddell es de las ebrias felices que ama a todo el mundo y Hernández no deja de sorber por la nariz.

—Chica es mejor que se queden.

—No, va a ser peor si se quedan aquí puede subir Moore y ponerles un castigo.

—O peor si es Heiden el que se los asigne.

Decidimos bajar y sentarnos al fondo de la sala.

En el camino aquí Waddell abrazo a Zhao y a Rizzuto. Camargo mando besos y guiños coquetos a Vucic, Abella y Greene.
Y Hernández empezó a cantar una canción que sólo le falta cortarse las venas.
Definitivamente las tres están muy ebrias y me arrepiento de haber ido a comer.

Moore y Heiden entran en la sala y entre Zajarova, Vucic, Markelov y Harris tratan de taparnos con sus cuerpos parándose delante de nosotras.

La explicación de la misión comienza, pero no puedo poner atención ya que mis amigas están complicando la situación.


Waddell dice piropos a Vucic y les dice a loscuatro que los ama y agradece que traten de cubrirnos. Camargo alaga lostraseros de todos. Alex canta más fuerte para que Zajarova la escuche y es todoun caos.


Moore se acerca a nosotros, le ordena a Vucicque se haga a un lado, está a punto de gritar cuando nos ve, pero Waddell yCamargo lo interrumpen.


—Eres muy lindo.


—Solo espero que le regale más bragas a mi parcera—. Suelta Camargo guiñando le un ojo. —Porcierto, estaba en shock cuando las recibió, pero hoy trae la roja que leregalaste —. Dice Waddell susurrando.


—Pero a la parcera le gustan más negras, hay pala próxima.


—Solo se claro con tus intenciones porque noestamos para juegos verdad —. Dice Alex viendo con odio a Zajarova.


Todos están callados, no se escuchan ni losrespiros, yo estoy roja como un tomate.


—Ustedes cinco largos de aquí, venimos atrabajar no están en una fraternidad para presentarse aquí en ese estado, niestoy para andar cuidando a dos borrachas, una dolida y dos alcahuetas —. GritaMoore, la vena de su frente parece tener vida propia ya que sobresale.
Nos observa salir.


Wen carga a Waddell y yo a Camargo, Alex nossigue de cerca.
Bajo la atenta mirada de todos salimos.
Llegamos a la habitación y preparamos la bañeracon agua helada para bañarlas y que se les baje un poco. Estoy segura de que encuanto acabe la reunión vendrán a ponernos un castigo y en este estado no van apoder hacerlo bien.

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El As de Espadas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora