Epílogo.

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Epílogo.

Pies enterrados en la arena, el agua con algo de espuma bañaban su piel con cada barrida y haciendo que su cuerpo se hundiese cada vez un poco más. La suave brisa de verano movió su cabello y vestido de lado a lado, sujeto el sombrero sobre su cabeza para que no volará de imprevisto.

Una sonrisa inundó su rostro.

A unos pocos metros de ella una niña castaña se encontraba dando saltitos en el agua salada, su pequeña niña tenía casi 4 años y cada día su luz interior brillaba más y más. La niña corrió hasta donde se encontraba su madre, se abrazo a su pierna sin decir más y entre palabras ilegibles gobernadas por el miedo le contó que algo extraño había tocado su pierna. Su madre se agachó llegando a su altura, con cariño se ocupó de calmarla y de revisar que nada malo hubiese ocurrido con ella.

Tomó su mano, emprendieron camino por la orilla hacia la arena y se dirigieron al sitio donde su sombrilla se encontraba.

Castillos de arena recién hechos atacaron a su vista y tras un improvisado fuerte de arena hayaron a dos pequeños niños de cabello oscuro ocultos. La madre buscó con la mirada a la persona a cargo de su cuidado, se preocupó al no verle e ingresó con cuidado tras el pequeño fuerte pero sólo estaban los pequeños niños allí. Intrigada y algo preocupada le preguntó a sus hijos donde se encontraba su padre, en ese preciso instante el fuerte comenzó a cobrar vida. Giro en su dirección para mirar con más atención la situación, debajo de la arena puesta como fuerte emergía el hombre en cuestión. Ella llevó las manos a su cintura, a su rostro el regaño y a su corazón una sonrisa.
No dijo ni una sola palabra pero sabía que su esposo captaba a la perfección su regaño no verbal. Los gemelos comenzaron a reir trabajando en volver a cubrir a su padre con arena, la mayor no tardó en unirse a ello.

La madre abandonó su postura de regaño con una leve sonrisa y negando con la cabeza algo divertida al final, les dejo seguir en lo suyo. Se quitó el sombrero, se arrodilló bajo la sombrilla para dejarlo allí y al hacerlo la mochila se tumbó hacia atrás. Para su mala suerte estaba abierta y algunas cosas cayeron al suelo, las recogió a todas y cada uno de ellas. Lo último fue la libreta donde los niños solían dibujar pero esta estaba abierta, la tomó con ambas manos identificando con rapidez la letra de su esposo.

Me gustaría recordar más de ese día.

Confía en mí [Au Reylo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora