A destiempo (parte 3)

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El frió parece quemar mi piel, la luz de luna se filtra por la ventana, estoy en un sector apartado de los demás prisioneros, en un cuarto dividido en dos por grandes rejas. La puerta está del otro lado y a unos centímetros de mí se encuentran las puertas de las rejas. El espacio tan reducido comienza a sofocarme, trato de concentrarme en algo, lo que sea. Escucho no muy lejos el sonido de las ramas impactar con la ventana la cual se encuentra demasiado alta como para poder ver tras ella, al levantar mi vista vi las sombras de estas, puede ser mi sugestión, pero parecen manos con dedos alargados y uñas puntiagudas. Ya me he desacostumbrado a dormir sola, sin Esther deambulando de un lado a otro o Evolet despertándome en madrugada para conversar. Un ruido fuera de lo cotidiano se escucha en las afueras, son pisadas, se escuchan bajo por lo que intuyo es de alguien que no pesa mucho. La puerta se abre, la luz de la lámpara que lleva me encandila, se trata de una chica, poco a poco mi vista se aclara y puedo ver delante de mí a Bell. Ella se agacha, quedando a mi altura, al tener la luz bajo ella da la ilusión que tiene ojeras predominantes.

– Tú y yo teníamos un trato y me asegurare de que se cumpla. – Escupe sin preámbulos, ¿un trato? No lograba entender a lo que se refería.

– Bell, ¿De qué trato estamos hablando? – Interrogue.

– Parece que el veneno que te dio tu sirvienta te ha borrado la memoria. – Alza la voz no tenía que ser muy observadora para deducir que se encuentra molesta. Pero, ¿Cómo es que ella sabía lo de Esther? – Hace tiempo acordamos que tendrías una hermosa infancia, rodeada de lujos y el amor que desearas, pero la otra mitad de la historia es mía. ¿Cómo puedes ser tan egoísta? Tratas de romper el acuerdo, tuve una infancia repleta de hambre, ansiosa por este momento y ahora tú tratas de arrebatármelo.

Nunca imagine esa clase de trato, tal vez lo hicieron cuando eran muy pequeñas, tanto que ya no está en sus recuerdos, pero nada terminaba por ser fijo para mí. No entendía la relación entre su trágica infancia y el presente.

– Ambas podemos ser felices. – Propuse mientras me acercaba a ella, el fuego se refleja en sus ojos, tiñéndolos de carmesí.

– Sabes que en cada historia debe de haber una villana, cumple tu papel Audrey. – Decreta.

No me percate que detrás de si traía un bolso, me tire hacía atrás sin saber que podía contener allí. Pero del bolso saca una manta y la extiende entre las rejas, su mirada cambia por unos segundos y por primera vez siento que estoy viendo a la verdadera Bell.

– Se lo que es pasar frío, abrígate o puedes enfermarte. – Me aconseja en voz alta, para luego irse y volver a dejarme sola.

Considere la idea de que esa manta contenga polvo pica pica o alguna hierba que irrite mi piel, pero el frío me gano y me termino envolviendo en esta, sintiendo su calidez. La manta no tiene nada, es una común y corriente.

Tanto Bell como yo tan solo estamos persiguiendo nuestro final feliz, pero ella parece convencida de que solo puede lograrlo a costa de mi infelicidad.

La luz del sol me despierta, por más que haya deseado que todo esto sea un simple sueño me percato de que sigo en el mismo calabozo, con la misma manta que me ha dado Bell anoche, me abrazo más a esta, siendo mi última compañía

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La luz del sol me despierta, por más que haya deseado que todo esto sea un simple sueño me percato de que sigo en el mismo calabozo, con la misma manta que me ha dado Bell anoche, me abrazo más a esta, siendo mi última compañía. Uno de los guardias entra con un gran desayuno, para nada parece ser propio de una prisión, lo pasa detrás de la reja y se retira. Me acerco a verlo de cerca, tiene jugo de naranja, panqueques, tostadas a la francesa, un café e incluso un florero con una rosa. Veo una nota en este y me apuro a leerla:

"Esta vez te pasaste, pero disfruta de tu desayuno. - Harvey"

La pequeña nota contenía una firma por él, por lo que me sentí segura de que no tenga alguna sustancia perjudicial para mí. En la historia original son amigos, y parece ser que la estoy viviendo ahora. Mi estómago comenzó a crujir y me apure a comer algo.

La puerta se abre y puedo ver que quien ingresa es August, sujeto con fuerza mi pulsera, si tan solo pudiera recordar los momentos que vivimos juntos, las palabras que nos dijimos, si tan solo me recordara...

– Nunca creí que serías capaz de algo así. – Señala, su mirada evita la mía. – tu padre me encargo cuidarte, pero me niego a proteger a una asesina.

– August... – intento llamar su atención, lo cual funciona, voltea a verme como si fuera la primera vez que le llamo por su nombre. – No he tratado de matarla, no he sido yo.

– ¿Cómo creerte? Con lo cruel que fuiste con ella todo este tiempo. – Me contradice, sus brazos están cruzados en su pecho y me mira desde arriba, me siento pequeña en su comparación.

– Trae una margarita, por favor. – Le pido como un intento desesperado. Él me dijo que me regalo esta pulsera para que siempre tenga respuestas, ahora necesito una.

– ¿Perdiste la cabeza? – Interroga alzando una ceja.

– Tal vez, pero ese no es el tema ahora. – Trate de explicarme, pero no tenía como. – Sé que no tienes motivos para creerme, que puede parecer algo raro, pero por favor tráeme una margarita.

Él se fue del cuarto, volviéndome a dejar sola. ¿Le he tomado por sorpresa? Tan solo me limite a volver a refugiarme en la manta y dormir un poco más, no he hecho nada pero mi cuerpo me pesa y antes de darme cuenta mis ojos se cierran. 

¡No soy la Princesa Villana! [Finalizada] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora