Clover con tan solo dieciséis años cree que su vida está estancada, siempre se forzó a ser algo que no es y nunca podrá ser, una chica perfecta. Durante años construyo una máscara donde nunca decía que no, siempre sonreía y se mostraba dispuesta a a...
August se fue a entrenar y Esther fue a guardar los productos que compramos hace unos momentos. Ella me dijo que esperara en la recepción para que buscaran a mi hermano y le de los chocolates, pero no había absolutamente nadie en la entrada. La paciencia nunca fue una de mis cualidades y me aventure a entrar a la residencia de los chicos. El techo estaba muy alto y pintado sobre este estaba el cielo, las puertas de roble medían el doble de mi altura, aunque siendo Audrey ser alta está en mis atributos. Gire hacia las escaleras, me tocaba intentar encontrar su habitación pero podría llegar a pedir indicaciones.
Sujete el marco que seguía el mismo contorno en espiral de las escaleras y comencé a avanzar hasta llegar a la planta de arriba, no había mucha gente en los pasillos, posiblemente porque la mayoría este en entrenamientos con espada o en talleres de ajedrez, cabalgatas y demás. ¿Arthur acaso estará entrenando...? Negué con la cabeza ante mi idea, él seguro se encontraba durmiendo. Una imagen del pelirrojo dormido en un árbol hizo que me riera, sé que ese día papá lo busco por horas al igual que todo el castillo. Los recuerdos de Audrey en su infancia son felices y ella parece ser una chica normal, todo cambio en cuanto cumplió doce años. Iba a seguir caminando pero sentí que alguien me cubría con una capa. Quite un poco de la tela que me tapaba para ver al responsable. Delante de mí estaba Merredit con una mirada inexpresiva, sus ojos azules no detonaban la más mínima emoción.
– Está prohibido que una dama entre al establecimiento de chicos. – Expresa calmado. – ¿No escuchaste las reglas en el discurso para los nuevos?
– Lo lamento, no pude escuchar bien las reglas. – Me excuse.
– Si alguien reporta que estas en el establecimiento podrían manchar tu imagen.
Trague saliva al oír esto, tengo que evitar meterme en problemas, si me expulsan del colegio tendré que ir a casa, si hago esto sin un anillo de compromiso tendría que casarme con Alfred.
Él sujeto mi mano haciendo que mis pensamientos se vayan a un lado.
– Sígueme, tienes que salir de aquí antes de que te vean. – Comenta mientras comienza a correr.
Lo sigo por los pasillos hasta que llegamos a unas escaleras, me detuve en seco, así fue como morí en mi otra vida.
– Merredit, por favor no corramos por las escaleras. – Le pedí.
El bajo la velocidad y sujeto mi mano un poco más fuerte, de alguna manera me estaba calmando. En cuanto llegamos a la planta baja y me guió hasta la puerta trasera donde con cuidado me quito la capa.
– Disculpa, ¿Cuál es tu nombre? – Interroga.
– Audrey. – Respondí.
– Ten más cuidado, Audrey. – Expresa con una leve sonrisa. – ¿Por qué fuiste a la residencia de hombres? – Terminó de interrogar. – Ningún caballero debe exponer a una dama a un peligro así.
– Oh, en realidad iba a llevarle chocolate a mi hermano Arthur. – Explique.
– Le informare de la visita. – Dicho esto se despidió y pude ver como se alejaba poco a poco.
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Me senté en una glorieta mientras tomaba un té de canela que preparó mi doncella. Mi paz fue interrumpida por la cabellera pelirroja de la persona que estuve buscando. Él se acercó a donde estaba con calma, lo cual es extraño en él.
– ¿Estas esperando a alguien o me puedo sentar? – Preguntó.
– Esperaba verte a ti. – Le respondí con una sonrisa a la cual me devolvió y tomó asiento frente a mí, me encargue de servirle té.
– ¿Qué error he cometido? – Se atrevió a preguntar, en su semblante se reflejaba miedo y preocupación.
– Hermano, ¿Qué te hace pensar que hiciste algo malo? – Me anime a preguntarle.
– Siempre que me citas es para decirme en que me equivoque. – Explica.
Baje la vista. – La única persona que ha hecho algo malo soy yo... - Me atreví a decir. – Tú has sido tan buen hermano, me has acompañado, defendido y preocupado por mí todo este tiempo y yo tan solo he sido egoísta. – Las lágrimas comenzaron a salir de mis ojos, por unos momentos sentí el dolor de Audrey.
¿Ella en verdad lo sentía? Pensé que su corazón era demasiado oscuro para sentir pena alguna.
Él caminó hasta donde estaba y se arrodillo ante mí, sujetando mis dos manos. Parecía que también quería llorar, no termina de entender que estaba sucediendo.
– Audrey, espere tanto tiempo a que este día llegará. – Expresa emocionado. – Estas en camino a ser una persona totalmente distintas, lo sé y sé que estaré incluso más orgulloso de ti de lo que estoy ahora.
Quería decirle que en realidad era una persona totalmente distinta, pero solo lo abrace y me refugie unos momentos en los brazos de mí hermano.
Luego le pude dar los chocolates y me acompaño hasta la residencia de las mujeres, despidiéndose en la puerta. Él tiene razón, aunque no sea Audrey, creo que voy camino a ser una persona totalmente diferente.
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