Máscaras

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No lograba diferenciar a nadie del salón, todas las invitadas usan vestidos negros y antifaces de encaje. La música es sutil, no hay ningún hombre en la sala. Pese a no poder reconocer a las personas de aquí puedo suponer que soy el miembro más joven del lugar. La fiesta de la reina me pone los pelos de punta, sobretodo porque ella es la despiadada reina de la historia original y no la admirable mujer que creía conocer. Pero solo debía encontrar una forma de que me recuerdo, puedo cambiar la historia y esta es mi mayor oportunidad. Mis piernas temblaban un poco, estoy acostumbrada a hablar en público, pero hace meses que no lo hago y mi experiencia se limita a un grupo de adolescentes que ni siquiera me prestaban atención. Ahora debo hablar para figuras importantes, para mujeres que tienen objetivos claros, que saben y tienen sus razones de estar aquí. No he tenido problemas en conseguir permiso para hablar en público, al parecer la madre de Audrey tenía fuerte peso en todo este comité.

La reina, que portaba un vestido abultado en color negro y un antifaz con dos listones que caían a sus costados se subió al escenario. Puedo reconocerla por la corona, su melena rubia y la frialdad de su mirada, la cual hoy parecía reflejar el mismísimo hielo.

– Hoy una de nuestras integrantes tiene un importante anuncio por decirnos. – Expresa la reina con gran tranquilidad. – Por lo general las charlas son supervisadas por mí antes, pero he depositado mi confianza en ella.

Está poniéndome peso, librándose de la culpa por si cometo alguna clase de error. Me fuerzo a mantener la compostura y caminar hacia el escenario, la reina se ha retirado, dejándome mi espacio. Todas están expectantes a lo que diré, atentas a mis palabras. Calme mi respiración, mi público conformado por Esther, Evolet y algunos peluches ha abalado mi discurso.

Quite la gran cortina roja, dejando ver un mapa bastante grande.

– No creo decir nada nuevo, pero es mi mejor manera para poder adentrarme al mensaje que busco transmitir. – Acomode mi falta, escuche algunos murmullos. Mi nombre está en sus lenguas y no para bien, mi mala fama vuelve a perseguirme. – Una vez una mujer muy valiente me mostró este mismo mapa, me pregunto qué lugar ocupaba en él. Mi respuesta natural fue señalar mi reino, pero ella me dijo indico que mi nombre o el de mi madre, no figura en el. – Me aparte dejando ver por completo el mapa, señale la parte donde salían los nombres de los reyes. – no es un secreto que ninguno de sus nombres figura allí, puede parecer algo insignificante, pero es parte de quitarnos nuestro rol, nuestra identidad.

Levante mi vista, mirando fijamente a la reina. – Todo lo que he dicho es todo por lo que ustedes han luchado durante años. Entiendo y planeo seguir esta lucha, agradezco todo lo que ustedes han hechos. – Comencé a mirar los rostros de las personas de la sala, una por una. – No veo rostros jóvenes y puedo deducir que solo tengo la oportunidad de hablarles aquí porque mi madre ha muerto y alguien debe ocupar su lugar. – Exprese en voz alta, pese a no ver sus rostros por completo podía deducir que mis palabras no les agradaban. – Sé que no quieren peligrar a sus hijas, pero esta batalla también es de ellas. Tratan de dejarle un mundo mejor a nuevas generaciones, pero las excluyen sin dejarlas participar. No les están dando su lugar a las voces jóvenes, voces ardientes de compartir el mensaje, voces que pueden hacer el cambio. – El miedo ya se había ido, tan solo quedaba mis ganas de poder gritar, mis ansias de ser escuchada. – No busco que se aparten de la lucha, tan solo que nuevas personas puedan entrar aquí. – Acerque mis manos a mi rostro y quite mi antifaz, este cayó sin cuidado alguno, exponiendo mi identidad. – Dejemos de ocultar a las mujeres de la historia.

Conozco el riesgo de mostrar mi identidad, una infiltrada podría estar aquí, alguien podría estar viendo. Podría ser un nuevo objetivo, pero es mi manera de hacerle frente a esto, de no ocultarme.

Un aplauso, por parte de la una mujer demasiado mayor, quien también quito su máscara. Dos aplausos, tres aplausos, pronto deje de poder contarlos.

Ya no hay mascaras en esta sala.

Sonreí y tras una pequeña reverencia baje del escenario y camine hacia la reina. Su mirada esta algo cambiada, menos fría, más amable.

– Su majestad, rechazo la propuesta del matrimonio arreglado. – hable en voz alta y firme. – Continuare con la lucha, pero no quiero obtener poder por un hombre. Si me comprometo será tan solo por amor.

Sucedió algo que nunca creí ver, unas lágrimas corrieron por sus mejillas y me abrazo. Tarde en reaccionar, pero respondí ante este.

– Margot estaría tan orgullosa de ti en estos momentos. Por unos momentos me pareció verla, poder volver a escucharla... – Sollozo y se separó del abrazo, limpiando sus lágrimas. – No pienses que desmerito tu discurso, brillaste tanto que es imposible seas la sombra de alguien. Pero me he imaginado a tu madre aquí y no tienes idea de cómo hubiera querido escucharte. 

¡No soy la Princesa Villana! [Finalizada] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora