En cuanto me desperté lo hice casi saltando de la cama, me quede hasta tarde pensando en las palabras adecuadas para disculparme con mi hermano. Considere hacer una lista enumerando las maldades que Audrey le hizo pasar en estos años, pero en cuanto llegue a la numero treinta y seis me di cuenta que se trataba de una pésima idea, luego recordé que él ama los chocolates y considere entregarle una caja con bombones y una carta, pero las palabras en papel no me salían, por lo que llegue a la conclusión de darle una caja de bombones pero en persona y expresarle mis sentimientos con mis palabras. A la habitación ingreso Esther, quien parecía estar muy despierta, quisiera poder lucir así en las mañanas, pero mi cabello enredado tenía que ver con lo mucho que me muevo al dormir y no con el cuerpo en el que este. Le sonreí a mi doncella y para mi sorpresa ella me devolvió la sonrisa y me indico que me sentara delante del espejo.
Me gustaba la apariencia que tenía en este momento, el cabello largo y rojo que cae hasta mi cintura y termina en rizos; los ojos purpuras y almendrados y los rasgos con una mandíbula puntiaguda.
– Hoy parece estar muy animada, princesa. – Comenta mi doncella mientras cepilla mi cabello con cuidado.
– Hoy le pediré disculpas a Arthur por las molestias que le he causado. – Explique. – ¿Sabe de algún lugar donde vendan chocolates?
– ¿Chocolates? – Pregunta algo extrañada.
– A él le gustan mucho los dulces, pensaba darle un detalle. – Respondí.
– No sabía que le prestabas atención a esos detalles. – Una leve sonrisa se dibujó en su rostro. – Podemos pedir un carruaje e ir a algunas tiendas.
Luego de agradecerle me terminó de ayudar a vestir, estaba portaba un vestido rosa con algunas flores rosas dibujadas a lo largo de este. Juntas caminamos hasta donde se encontraban los carruajes, Esther se encargó de registrar nuestra hora de salida y un aproximado de la hora en la que estaríamos de vuelta. El encargado me abrió la puerta trasera y luego de agradecerle me apure a subir junto a Esther, pero antes de que se cierre la puerta al carruaje entro el Duque August, quien se giró a verme clavando sus ojos verdes en mí.
– ¡¿Qué haces aquí?! – Le reclame un tanto sorprendida.
– Si cometes un escándalo incluso fuera del colegio estaría incumpliendo mi palabra de asegurarme que estés bien, se lo he prometido al Rey, me asegurare de que no te metas en problemas y que nada malo te suceda. – Expresa.
Es irónico que pese a toda esa disposición, en el final normal con la protagonista él me asesina y mi padre lo destierra, pero el príncipe Merredit le da un lugar en la corte real donde vive junto a la protagonista.
– Sabes, no tienes que preocuparte tanto. – Comente. – Sé que tienes una imagen de cosas horribles que he hecho, pero te aseguro que no volveré a causar daños ni escándalos que manchen el apellido de mi familia.
– Lamento informarle que no puedo creerle. – Termina de decir, cruza sus brazos y gira a ver el paisaje.
– Actúas como si fueras un caballero de la familia real. – Exprese.
– No está entre los asuntos que debas atender. – Hace una leve pausa. – ¿Vas a comprar joyas? – Interroga.
– Iba a comprar chocolates para Arthur. – Respondí.
– ¿Puedes pensar en alguien más que no seas tú misma? – Se burla incrédulo.
Intente no sentirlo como un ataque personal, pero recibir malos comentarios por cosas que nunca hice hacía que sienta ganas de llorar, pero no lo haría delante de él. Suspire y me limite a guardar silencio, no habría cambios en lo que diga o no, para August siempre sería la chica que lo desprecio y humillo, aunque yo sea otra persona.
– Duque August. – Interviene Esther con un tono severo. – No es nada amable de su parte dar comentarios tan duros a una Princesa y en definitiva no es propio de un caballero.
Esther nunca defendió a la villana, ella se mantenía al margen y hasta parecía disfrutar cuando algo malo le sucedía, pero tal vez mis sentimientos más sinceros le han llegado. Sonreí a la idea de tener una amiga en todo este desastre.
– Gracias, Esther. – Le respondí, a lo cual ella solo me dedico una leve sonrisa en respuesta.
– Tiene razón. – Objeta el duque. – Disculpe.
– Acepto tus disculpas.
En cuanto llegamos al reino el color y los aromas florales invadieron mis fosas nasales. Poco después de esto nos bajamos del carruaje. Siempre describieron el lugar como algo animado, pero no lo termine de entender hasta que llegue allí. Las personas parecían sonreír, algunas tímidas parejas caminaban a la par y en diversos espacios los niños jugaban y hombres ofrecían flores.
– ¿Sabes dónde venden chocolates? – Pregunte buscando a mi doncella.
Me perdí tanto mirando el lugar que cuando me quise dar cuenta quede sola y sin tener a la vista a Esther o August. Gire sobre mi misma hasta intentar encontrarlos, pero no parecían estar cerca. Camine un poco más en búsqueda de un rostro familiar o una tienda donde vendan chocolates, en parte porque lo necesitaba para Arthur y por otro lado porque podrían intentar buscarme en comercios.
Vi a una mujer mayor vestida de negro, me acerque hasta donde estaba y se quedó observándome esperando que le hable.
– Disculpe, ¿Acaso usted vio a una doncella castaña con ojos azules y un hombre alto de ojos verdes? – Me atreví a preguntar.
La mujer negó con la cabeza y siguió su camino como si no existiera. De pronto sentí que alguien me sujetaba con fuerza la muñeca, al ver de quien se trataba distinguí a un hombre alto, de cabello rubio y ojos turquesas.
– ¿Te encuentras sola? – Pregunta con una sonrisa, mientras intenta acercarme a donde está.
Forceje tratando de alejarlo, evitando golpearlo con fuerza ya que podría ser visto como un escándalo.
– No, no estoy sola. – Explique. – caballero, ¿podría soltarme? Tengo prisa.
– No hay necesidad de ser tímida, puedo acompañarte, podemos hacer muchas cosas. – Con una de sus manos levanta mi barbilla.
Aparte mi vista con brusquedad y trate de golpearlo en la entrepierna pero el vestido solo me permitió llegar hasta su rodilla. Odio a la persona que pensó que amarrar un alambre a la cintura era una buena idea. Comencé a correr como pude, de por si no era muy rápida y mi vestimenta me dificultaba moverme.
A los minutos alguien sujeta mi cadera y grite por ayuda, unos guardias se acercaron a contemplar la escena, pero se detuvieron al ver de quien se trataba. Las personas alegres de recién se detuvieron a mirar lo que sucedía como si de un espectáculo se tratará.
Golpee con uno de mis codos el abdomen del hombre lográndome zafar de su agarre, iba a seguir corriendo pero unos brazos me tomaron por la cintura, estaba por golpear a la persona pero antes de esto vi que se trata de August.
– ¡Atrápenlo en este instante! – Ordena con furia. – Un simple comerciante se ha atrevido a molestar a la princesa.
– ¡¿La princesa?! – Interroga el hombre que me acosaba hace unos minutos.
– ¿Qué hacemos con él? – Pregunta uno de los guardias mientras otros lo sujetaban.
– No quiero que vuelva a ver la luz del sol. – La voz firme del Duque hizo que los hombres se apuraran.
Me soltó y paso a tomarme por los hombros, no había rastros de su enfado interior.
– Audrey, ¿Estas bien? – Interrogó. – ¿Qué ha sucedió? Por favor, dime que no ha llegado a hacerte daño.
– Estoy bien August. – Le respondí. – Gracias por ayudarme.
– Desde ahora no quiero que te alejes de mí. – Me pidió.
Luego de esta escena y de las preguntas de Esther, pudimos ir hasta una tienda a comprar chocolate, también lleve algunos moldes para hacerle algunos caseros más adelante.
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¡No soy la Princesa Villana! [Finalizada]
FantasyClover con tan solo dieciséis años cree que su vida está estancada, siempre se forzó a ser algo que no es y nunca podrá ser, una chica perfecta. Durante años construyo una máscara donde nunca decía que no, siempre sonreía y se mostraba dispuesta a a...