Cápitulo 22

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- ¡Padre!

Uno de los hombres reunidos en el amplio corredor gritó, reacio a realizar lo ordenado.

- ¡No estoy de acuerdo! ¿Cómo podríamos hacer algo asi?

"¡Es una locura!", aunque todo pensaron eso, nadie se atrevió a decirlo.

Y aunque algunos pensaron que era una locura, también pensaron que era divertido, por lo que no lo expresaron o estuvieron en desacuerdo. En cambio sonrieron maliciosamente.

Los otros que pensaron que era una locura, no se atrevieron a expresarlo, por lo que sonrieron ligeramente y asintieron.

- Sigue mis órdenes prosperarás, ¿no he demostrado eso desde que subí al trono?

El Emperador habló al ver que uno de sus hijos estaba en contra de sus órdenes.

- ¡Pero padre! ¡Esos milagros fueron hechos por la Gran Duquesa de Luving!

- ¡Suficiente!

Furioso por su palabras, el Emperador odenó silencio y dijo seriamente

- Parece que le he dado mucha autoridad y libertad al príncipe Carlos, lo que proveocó que su ego se elevara. Parece que tendré que castigarle para hacerle entrar en razón.

Se levantó del trono y gritó

- ¡Guardias! ¡Entren y castiguen al príncipe Carlos! ¡Denle 40 latigazos! ¡No le den latogazos en la cara! Para conmover a las mujeres, su cara tiene que estar intacta.

Los guardias al escuchar la llamada y la orden dada se sintieron avergonzados y se mostraron duditativos, pero era la orden y el odio de un Emperador al de un príncipe.

¿Qué podían hacer ellos?

Obedecer al Emperador, porque si le desobedecian les matarían, en cambio un príncipe solo les castigaría.

- ¡Padre!

Por lo tanto, arrastraron al príncipe Carlos y se lo llevaron, ignorando todo lo que dijo.

La puerta que se habría cerrado silenciosamente, se cerró ruidosamente por los gritos del príncipe Carlos.

Cuando finalmente se lo llevaron, el Emperador se sentó y sonrió de manera altiva

- ¿Ven? Eso sucede cuando no obedecen mis órdenes.
Recuerden, aquel que me sigue prospera, y aquel que se me opone pedece.

Lo que acababa de pasar con el príncipe Carlos era un ejemplo de como acabarían si se hubieran opuesto.

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- Llama a mi asistente a mi oficina.

El Emperador le dijo friamente a una de las mucamas que se dirigian a la cocina.

Ella aterrorizada asintió y se fue apresuradamente.

Luego se dirigió a su oficina y le dijo al guardia que estaba custodiando

- No dejen que nadie a excepción de mi asistente entre a mi oficina.

- ¡Si!

Una vez que los guardias asintieron entró a su oficina y dejó que cerraran la puerta. E inconsientemente dejó de respirar por unos segundos al ver la escena que se mostraba ante sus ojos.

Una mujer de un corto cabello castaño y unos suaves ojos verdes estaba sentada en su asiento, tenía sus piernas cruzadas y estaba tomando té elegantemente.

Desprendia una aura suave, pero al mismo tiempo desprendia un aura dominante.

Tenía un hermoso vestido de color de la vegetación, y un pequeño lazo blanco en su cabello.

Queriendo escapar del protagonista masculino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora