Capítulo 4

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Al notar que no tenía en dónde esconder la daga y que sería demasiado vergonzoso acercarme hacia mi equipaje para guardarla, pues Seonghwa se encontraba allí, decidí seguir teniéndola entre mis manos, mientras la ocultaba lo mejor posible, dado a que la forma de la funda era en sí bastante evidente.

De esa manera, opté por seguir caminando hacia el interior del hogar del nuevo Rey, donde varios sirvientes me recibieron con sonrisas amables y reverencias. No tardé en regresarles los cordiales gestos, demostrando mi agradecimiento por su cálida bienvenida, y pasé a observar la decoración del lugar, que ya venía llamando mi atención desde que había bajado del carruaje.

No podía decir lo contrario: era extremadamente precioso y elegante. Una gran parte de los adornos y accesorios estaban hechos de oro puro, y la blancura y la impecabilidad de las paredes y del suelo hacían que esa habitación principal brillara como si del mismísimo sol se tratara. Además, era notable que aquella familia tenía cierta fascinación por las pinturas, pues a mi alrededor había bastantes cuadros de todos los tamaños, que se veían muy estéticos, y los cuales me propuse analizar en cuanto tuviera el tiempo suficiente.

Ya en la primera planta, caminamos por distintos pasillos, cambiando de dirección varias veces y haciendo que terminara desorientándome. Sin lugar a dudas, no iba a poder manejarme por mi propia cuenta en ese palacio, al menos hasta que alguna de las personas viviendo allí tuviera la paciencia y disposición necesaria para poder enseñarme correctamente la estructura interna del establecimiento, al que consideraba un laberinto.

—Hemos llegado —susurró una de las jovencitas que se encontraba con nosotros, para luego abrir dos puertas enormes y permitir la vista a un espacioso y bonito cuarto, que estaba iluminado por la luz natural y fresco por el viento que se filtraba por una de las ventanas—. Estos serán sus aposentos a partir de ahora y hasta que llegue el día de su boda con Su Majestad.

Al escuchar sus últimas palabras, mi corazón empezó a latir con fuerza, a la vez que me adentraba más en la habitación y la estudiaba con detenimiento.

—Sí, eh... Muchas gracias —le contesté, sintiéndome un poco consternada, y me acerqué hacia la mesa de noche, de la que abrí un cajón donde decidí guardar la problemática daga, teniendo cuidado de que nadie se diera cuenta; lo que acabó resultando así gracias a que todos estaban ocupados organizando la habitación.

Una vez completada esa acción, me dirigí a la ventana que daba al jardín del frente del palacio, que carecía de flores, para saber cómo se veía todo desde allí arriba y así poder saciar mi curiosidad. Al posar mi mirada sobre el césped, noté que, no muy lejos de donde observaba, se hallaba el dirigente de Nyati preparando un caballo. Puse mis ojos sobre él, quien aparentaba estar muy concentrado en su labor, ya que mantenía juntas sus simétricas y oscuras cejas, y apretaba sus labios con leve fuerza.

—Su Majestad luce impecable, ¿verdad?

Al escuchar aquella voz, me sobresalté en mi lugar y volteé para ver a quién le pertenecía: un chico de cabello castaño, algo alto y que parecía tener mi edad, me miraba mientras me ofrecía una amplia sonrisa, la cual hacía resaltar dos tiernos hoyuelos en sus mejillas. Le sonreí sin mostrar los dientes y, evitando contestar su pregunta, me limité a inclinarme hacia él, lo que él no dudó en también hacer.

—Bienvenida, Su Alteza —fue lo que posteriormente pasó a decir—. Mi nombre es Choi San y soy el Mayordomo de este palacio, por lo que puede pedirme lo que sea que necesite, cuando sea que lo necesite. Estoy a su completa disposición desde ahora en adelante.

Sinceramente, lucía demasiado joven para ser un mayordomo. Aquel puesto, al haber sido de suma importancia por tratarse de quien tenía el control de todas las cuestiones del palacio, solía ser tomado por hombres más grandes, que con el pasar de los años habían logrado obtener la confianza del Rey; luego de haber demostrado su total fidelidad y devoción hacia él.

INFAMOUS | park seonghwaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora