Capítulo 25

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—¡Su Majestad!

El joven Jung, con una desesperación indudablemente cómica, empezó a correr hacia mí ni bien me vio atravesar la puerta de la Cocina Real por primera vez después de varias semanas. Se detuvo prácticamente patinando sobre aquel suelo blanquecino, quedando a medio metro de distancia de donde me encontraba de pie, para luego hacer una reverencia que hizo que su cabeza terminara a la altura de mis muslos.

—Es un gusto verlo nuevamente —fue lo que pronuncié antes de inclinarme para devolverle el saludo efusivo que había hecho—. Espero que se encuentre bien.

El rubio me regaló una sonrisa que mostraba con orgullo su perfecta dentadura.

—Es bueno saber que recordó mi existencia —dijo con cierto tono sarcástico escapándosele de los labios, lo que llevó a que el Rey de Nyati, que se hallaba posicionado detrás de mí, lo fulminara con la mirada.

Sin embargo, era consciente de que el muchacho especialista en la gastronomía no lo había dicho con malicia: era probable que se encontrara herido y que me estuviera reprochando, pues yo había desaparecido completamente de su radar y hasta lo había hecho preocupar en demasía; tanto, que durante aquellos días en los que me las pasé trabajando encerrada, él me dejaba en la puerta diversas guarniciones para que en la hora del té no tuviera hambre.

—Entiendo que esté enfadado conmigo por haber cortado todo tipo de contacto con usted de manera tan repentina, y lo siento profundamente —empecé a formular—. Aun así, agradezco mucho su paciencia y también todo lo que ha estado haciendo por mí durante este tiempo.

Hice otra reverencia con intenciones de disculparme, y cuando volví a encontrarme con los ojos del Jefe de Cocina, noté que éste aún estaba sonriéndome con genuinidad; una virtud característica de su persona que, de cierta manera, contagiaba felicidad a cada individuo que tuviera a su alrededor.

—Sin rencores. Sé que estuvo pasando por momentos difíciles y que necesitaba su propio espacio. A pesar de todo, me alegra ver que está mejor y que volvió a su rutina de antes —estableció con dulzura—. Ahora póngase cómoda porque le voy a preparar el mejor desayuno que va a probar en su vida.

Dicho eso, el muchacho de cabellos platinados se dio la vuelta y caminó hacia la enorme alacena del lugar, tarareando con suavidad una canción bastante pegadiza. Seonghwa, por otra parte, se acercó a la pequeña mesa que había en esa habitación y arrastró una de las sillas que la rodeaba hacia atrás, para después invitarme con la mirada a que me sentara en ella, lo cual hice y le agradecí en voz baja.

Una vez que me acomodé en mi asiento, me puse a especular sobre las posibles maravillas culinarias que Wooyoung podía llegar a elaborar para mí; no obstante, todo pensamiento que tenía en mi mente se esfumó en cuanto percibí una respiración acariciar mi oreja y erizarme la piel, y no tardé en darme cuenta de que tal accionar provenía de mi consorte, quien parecía querer decirme algo entre susurros para que su súbdito no lo pudiera escuchar.

—Voy a estar un poco más ocupado estos días porque pronto necesito tiempo libre para hacer algo muy importante —fue lo que decidió musitar, mientras observaba ocasionalmente al cocinero para asegurarse de que estaba distraído—, así que quizás no nos veamos hasta pasada la cena.

Asentí sin emitir palabra alguna, sintiéndome un poco desanimada por lo que mi compañero me había manifestado, puesto que me había comenzado a acostumbrar a compartir la mayoría de los almuerzos y de las cenas con él, sumando que algunas veces éste escapaba por un rato de sus responsabilidades para verme en nuestros aposentos con la excusa de que tenía que hablar sobre asuntos serios, cuando en realidad las conversaciones terminaban siendo de cosas totalmente aleatorias.

INFAMOUS | park seonghwaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora