Capítulo 34

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El casi centenar de personas que se hallaba dentro de la abadía con el fin de presenciar la Coronación comenzó a dispersarse hacia diferentes zonas del establecimiento, entre gritos de histeria, mientras el hijo ilegítimo del penúltimo monarca del Reino de Nyati conservaba una sonrisa soberbia en su rostro y hacía uso de su filosa y alargada espada en contra de algunos guardias que habían pasado a rodearlo de forma inmediata; sin embargo, era innegablemente notable lo experimentado que era en aquella arma y no dudaba que, cuando menos me lo esperara, acabaría con la media docena de hombres que intentaba atacarlo.

Seonghwa contempló con una evidente ansiedad la repentina escena de terror que se desenvolvía frente a los dos y, sin siquiera titubear al respecto, se puso de pie y volteó hacia donde me encontraba, con el mero propósito de tomarme por los hombros para observarme con un detenimiento que me transmitía la importancia en los vocablos que estaba a punto de pronunciar.

—Debes irte, Sunhee —fue lo que demandó con la mayor calma posible, a pesar de que la voz le temblaba ligeramente—. Wooyoung y San se vieron en la obligación de huir por uno de los pasillos porque estaban a metros de Hongjoong, pero ellos tratarán de localizarte y tú también tienes que intentar ubicarlos, y ni bien eso suceda se dirigirán hacia el palacio y se mantendrán a salvo junto a los siervos y a los nobles como habíamos arreglado, ¿entendido?

Asentí al instante, a la vez que me tragaba las ganas de romper en llanto, puesto que había caído en cuenta de la gravedad de la situación que había empezado a ocurrir a nuestros alrededores: ya no era una simple sospecha sin fundamentos claros, era una cruda realidad; y aunque había depositado toda mi fe en mi consorte y en su gran preparación previa, no dejaba de existir la posibilidad de que el resultado final no fuera el que yo deseaba, dado a que el enemigo no era exactamente sencillo de derrotar.

Podíamos perder.

Podía perderlo.

—Prométeme que estarás bien —rogué desesperadamente, al mismo tiempo que sus suaves manos subían hacia mi cara con delicadeza y se apoyaban sobre mis mejillas con esa encantadora gentileza que nunca fallaba en acariciarme el corazón.

—Lo prometo —optó por replicar el muchacho, sonando un tanto intranquilo a causa de lo que estaba sucediendo tan cerca de ambos—. De hecho, estaremos bien, pues estoy listo para enfrentar esto y nadie se atreverá a tocarte para no enfurecer a tu reino, así que ve y escabúllete en el corredor que está de nuestro lado. Este monasterio es enorme, pero eventualmente te toparás con nuestros amigos, ¿sí?

Moviendo mi cabeza, volví a mostrarme de acuerdo con él, y procedí a acomodar mis extremidades superiores sobre las suyas, que todavía no se habían atrevido a apartarse de mi rostro; y él, sin pensarlo demasiado, se acercó más hacia mí y me plantó un beso breve pero dulce en los labios, para luego dar un paso hacia atrás y analizarme con sus ojos grises de manera atenta, probablemente preguntándose si debía expresar algo más antes de permitir que me vaya.

—Te amo.

Aquella había sido la primera ocasión en la que me había dicho tal frase, la cual pretendía englobar una enorme magnitud de afecciones que, en realidad, eran completamente imposibles de describir por medio de un par de palabras; no obstante, el notorio cosquilleo en mi estómago me demostró que había receptado su intenso significado y, por un momento, me apenó que tales sentimientos hubieran sido confesados en un contexto tan angustiante como ese pero, aunque él no lo había admitido, comprendí que lo había manifestado por temor a nunca poder hacerlo, porque ni él ni yo teníamos idea de lo que iba a acontecer al final del día.

—Yo también te amo.

Al escuchar mi respuesta, el joven de cabellos negros sonrió de lado, con una pizca de timidez que me forzaba a no querer irme de allí; sin embargo, en cuanto percibimos a uno de los caballeros extranjeros correr amenazantemente hacia nosotros, tuve que abandonar la sensación cálida que me brindaba las manos de mi pareja y trotar hacia el pasillo que minutos antes él me había indicado, sin mirar hacia atrás para no hundirme en la tentación de regresar a su presencia para llevármelo conmigo, como si él no hubiera poseído la responsabilidad de liderar en oposición a la emboscada que apenas había iniciado.

INFAMOUS | park seonghwaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora