Capítulo 12

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—Y... —posé mi último naipe sobre la pila de cartas que se hallaba en el centro del pequeño mueble que me enfrentaba—. Fin. La victoria es mía.

El joven Jung, notablemente enfadado, lanzó sobre la mesa las cartas que le quedaron; mientras que el Mayordomo Choi, intentando ocultar su frustración, se dejó caer contra el respaldo de la silla en la que se encontraba sentado.

Era evidente que no les había gustado fracasar tres veces seguidas.

—Su Majestad...—empezó a decir el muchacho de cabello castaño, al mismo tiempo que apoyaba la mano derecha sobre su pecho—. Disculpe mi atrevimiento, pero quisiera que jugáramos una partida más.

El Jefe de Cocina, completamente estupefacto, volteó a verlo.

—¿Le gusta perder? —le cuestionó, ante lo que el mayordomo se acomodó el moño de su traje.

—Por supuesto que no me gusta perder —le aclaró, mientras orgullosamente evitaba cruzar miradas con él—. Sin embargo, tampoco me gusta rendirme tan fácilmente.

Sonreí al oír sus palabras.

—Y esa es la actitud que siempre debe tener —le dije, a la vez que juntaba todas las cartas que se hallaban esparcidas sobre la mesa—. Así que, si su deseo es jugar una vez más, entonces así será.

Inmediatamente, mezclé el mazo de cartas que tenía entre mis manos y repartí la cantidad correspondiente de naipes para cada uno. No obstante, antes de que pudiéramos comenzar a jugar, el Rey pasó por nuestro lado, inclinando su cabeza en señal de saludo hacia nosotros, quienes repetimos dicha acción al instante.

—Parece que, durante los últimos días, Su Majestad ha vuelto a ser el mismo de siempre —comentó el joven de hoyuelos, mientras revisaba las cartas que le había tocado.

Y aparentemente, así había sido. Luego de aquella noche en la que tuvimos nuestra primera disputa, las cosas regresaron de forma lenta a la normalidad: nos saludábamos, nos despedíamos, a veces compartíamos comidas juntos, y me asistía en mis actividades.

Además, en el transcurso, pude notar que realmente estaba tratando de enmendar su error, ya que cada vez que podía se acercaba a ver si tenía dificultades con alguna de mis tareas y si necesitaba que me ayudara. Parecía ser que, después de todo, su arrepentimiento había sido totalmente sincero, y estaba pensando en aceptar sus disculpas pronto.

—Se ve que sí —contesté, observando a Seonghwa alejándose cada vez más y más, y desapareciendo por la puerta del palacio—. En realidad, el problema que tenía era conmigo. Había un malentendido entre nosotros, lo charlamos y lo solucionamos, aunque su comportamiento ante el conflicto fue extraño.

—Bueno, su personalidad es muy... particular —añadió el chef, haciendo una mueca—. No es que busque justificar sus actitudes, sino que intento entenderlas, pues su vida no ha sido nada sencilla y lo ha transformado en quien es hoy en día.

¿A qué se refiere con eso?

—También trato de comprender su forma de actuar, pese a que poco sé de su vida personal —establecí, para luego dejar una de mis cartas arriba de la que el mayordomo había dejado—. Y no dudo que las experiencias que ha tenido han moldeado su ser, pero eso no significa que tenga que dejar pasar sus errores. De hecho, él los reconoce y se esfuerza por arreglarlos.

—Claro, Su Majestad —afirmó el rubio, asintiendo con la cabeza—. Usted tiene toda la razón. Pero, por favor, no mencione más al respecto, porque me dan ganas de saber qué pasó exactamente entre ustedes y sería fuera de lugar que le preguntara.

Casi de inmediato, vi al joven Choi darle un golpe en la espalda, ante lo que el Jefe de Cocina ahogó un grito.

—Cállate —lo escuché susurrarle entre dientes—. Ya es demasiado fuera de lugar de nuestra parte estar jugando a las cartas con la Reina consorte.

INFAMOUS | park seonghwaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora