Destreza en combate

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Confiando en que la resistencia de su escudo sobrepasa la fuerza de su adversaria, el guardia arremete hacia adelante para acorralarla contra la pared. Luz; sin embargo, dentro de su experticia como luchadora del Dojo Bujinkan, está bastante acostumbrada a tomar decisiones bajo presión.

—No comas ansias —advierte.

Entonces, la joven hace retroceder al hombre con una patada ágil y certera. No escapó a su mirada atenta que el disco en el centro del escudo no está reforzado con energía, por lo que, pese a ser un metal muy resistente, es también un punto débil del que puede aprovecharse para controlar el enfrentamiento.

Sin ánimas de darle un respiro, la Guerrera Búho toma la iniciativa y demuestra su increíble técnica con una rápida sucesión de patadas. Una, dos, tres, cuatro... Aunque la fatiga comienza a pasar factura sobre su cuerpo, mantiene el ritmo hasta conseguir hacerle retroceder varios metros.

—¡J-Jamás podrás atravesarlo! —exclama el hombre, haciendo un gran esfuerzo tan solo para mantener el escudo en alto.

Bajando finalmente sus piernas y tomando un poco de distancia, Luz esboza una sonrisa bajo el casco.

—Prioridades, amigo mío, prioridades —responde.

Una mueca de frustración se apodera rápidamente del rostro del guardia. A causa de haberse dejado empujar hacia atrás, ahora el pasillo que conecta con la salida principal se encuentra entre la intrusa y el cuarto de celdas.

—Es ahora o nunca... —murmura Tina, la acusada de injuria política que se encuentra a la cabeza del grupo —. ¡Vamos!

Sin intención alguna de dejar pasar la oportunidad, los dieciocho prisioneros toman las armas de los guardias caídos y echan a correr hacia la salida, desapareciendo de la vista. Cuando sus pasos distantes finalmente enmudecen, Luz suspira ante el alivio de poder concentrarse netamente en el problema que tiene en frente.

—¡Aquí Octavio! —anuncia entonces el guardia, tomando su comunicador con la mano temblorosa —. ¡Los prisioneros de la Sección B se dirigen a la salida principal!

Para sorpresa de ambos, lo único que el comunicador recibe es estática.

—No puede ser... ¿¡Qué has hecho!?

«Nada», piensa Luz, arqueando la ceja. Al estudiar brevemente la situación, es ciertamente extraño que no hayan llegado todavía más guardias a la escena, y el malfuncionamiento del comunicador ciertamente no es obra suya. Sea cual sea la causa, podría ser la ocasión perfecta para liberar a los prisioneros de la Sección A.

—Hora de terminar con esto —declara, extendiendo su mano derecha hacia el frente —. ¡Niebla!

Octavio cierra los ojos por puro instinto; pero, termina por abrirlos al notar que nada ha ocurrido. La Guerrera Búho, por su parte, retrae un poco su brazo con las mejillas sonrojadas... Ha olvidado el comando de voz.

—¡Vapor!

Nada.

—Ehm... ¡Ya lo tengo, humo!

El guardia no sabe qué hacer... O qué decir. De un pronto a otro, la mujer que hábilmente despachó a todos sus compañeros parece una completa novata; aunque ese pensamiento está a punto de cambiar.

—Humo, humo, humo... ¡Claro, humareda! —resuelve finalmente la intrusa.

Con una enorme sonrisa, comprueba que dos pequeñas esferas salen disparadas de su muñeca, impactando a sus pies y, haciendo honor al comando, despiden una densa humareda que rápidamente envuelve su figura en completa penumbra.

Octavio retrocede con cautela, sosteniendo su escudo con firmeza. La tensión incrementa con cada segundo en que le tiene fuera de su rango de visión, pero confía en que no podrá atravesar el escudo; si tuviera un arma capaz de conseguirlo, ya la habría utilizado.

—¡Sal de ahí, cobarde!

Y respondiendo a su provocación, la Guerrera Búho salta impetuosamente de su cobertura, dando una voltereta en el aire con la obvia intención de aterrizar una patada sobre su oponente. Este, demostrando que sus reflejos tampoco deben ser subestimados, consigue levantar el escudo a tiempo para protegerse.

—¡Arderás allí dentro! —exclama, seguro de que la armadura se sobrecalentará al caerle encima.

Instantes antes de impactar; sin embargo, una segunda Guerrera Búho se desliza por el suelo, y cuando la primera súbitamente desaparece de su vista, Octavio comprende que ha perdido.

«Buena pelea», piensa Luz, justo antes de embestir al guardia y romperle los tobillos. El hombre se desploma de cara al suelo, dejando caer su escudo varios metros lejos de su alcance; con un gemido de dolor, sube la mirada en busca de la intrusa, esperando recibir el golpe de gracia.

—La armadura sugiere que has aprendido en la Colegiatura de Autómatas de Combate... —gruñe, apretando sus puños con fuerza —. Pero me has engañado con un instrumento de la Colegiatura de Hologramas, ¿cómo puedes utilizar conocimiento de dos colegiaturas distintas sin formar parte de la Élite Imperial?

Reflexionando sobre esa interrogante, Luz se reincorpora y observa al hombre con algo de lástima.

—El conocimiento no pertenece a las élites, tampoco al emperador. El conocimiento nos pertenece a todos, y...

Llevándose una mano al pecho, recuerda las palabras de su mentora.

—Y una verdadera científica utiliza el conocimiento que le sea útil, sin encasillarse a sí misma dentro de una colegiatura.

Aunque derrotado, el hombre parece calmarse ante la nobleza con la que habla la intrusa; podrá no estar de acuerdo con ella, pero debe respetar su filosofía, y la fuerza con la que está dispuesta a defenderla.

Ambos parecen querer decir algo más, cuando un grito débil y distante se roba su atención, haciendo eco por los pasillos. Dándole la espalda al guardia, Luz intenta discernir lo que dice, y sus músculos se tensan al conseguirlo... "Auxilio".  

La Guerrera Búho [Lumity] PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora