Una distracción ganadora

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Cuando decidió instalarse en el bosque, Eda dedicó mucho tiempo a pensar en mecanismos de defensa ante posibles incursiones imperiales; conforme los días pasaron y su comprensión de lo indómito aumentó, se dio cuenta de que la naturaleza podía proveerle de todo lo que necesitara.

—Owlbert, activa el protocolo... Miel —comanda, disfrutando del momento.

Por risible que pueda escucharse, todos los agentes se ponen a la defensiva, pues conocen de sobra la reputación de la Dama Búho. Uno de ellos, quien ha instalado un visor en su máscara, enciende su sensor de movimiento y consigue distinguir lo que parece ser una especie de dron, acercándose velozmente sobre las copas de los árboles.

—Atención, dron aproximándose por el oeste —avisa.

El líder del grupo parece relajarse al escucharle, un pequeño dron no es nada comparado a los horrores que pensó que podría estar ocultando en el bosque.

—¿Un dron, en serio? —pregunta, volteándose hacia su prisionera —. ¿Es lo mejor que tienes?

Acto seguido, levanta su brazo derecho para apuntar con el dedo hacia el artefacto.

—Tumben ese armatoste.

Para cuando el dron consigue posarse sobre sus cabezas, uno de los agentes ya ha desenfundado su avanzada pistola eléctrica, y tan pronto tiene a su objetivo en la mira, dispara un veloz relámpago que hace estallar al aparato en el aire.

Las expresiones triunfales duran poco pues, instantes después de haber derribado al dron, todos pueden sentir como una llovizna tenue cae del cielo, rociándoles de un misterioso líquido naranja.

—¡¿Qué es esto?! —exclama el líder, intentando sacudírselo de encima.

El hombre está a punto de ordenar que se analice su composición. Aunque el líquido no parece haber producido ningún daño al entrar en contacto con su piel, teme que se trate de algún tipo de veneno de efecto retardado.

—¿Escuchan eso? —pregunta uno de sus compañeros.

Viéndose brevemente sacado de sus pensamientos, el líder también consigue escuchar el extraño sonido, un zumbido distante que se vuelve cada vez más audible.

—Tiene que ser una broma... —murmura.

Sin muchas luces de qué hacer o cómo reaccionar, los agentes divisan perplejos a un enorme enjambre de abejas que se acerca desde el norte... Como una nube colérica inexplicablemente atraída hacia ellos. El equipo se ve rápidamente alcanzado y asediado por el enjambre, agitando sus brazos y corriendo en círculos para huir de los piquetes.

Eda, por su parte, es incapaz de contener la risa ante semejante escena. En circunstancias normales, solo podría activar ese protocolo si se encuentra lo suficientemente lejos de la zona de ataque; sin embargo, dado que la Élite Imperial ha tenido la gentileza de resguardarle en una prisión de energía, ahora es la única de los presentes que no ha sido marcada por el dron. Aunque su invención fue destruida, se encontraba en el punto exacto para verter su contenido sobre sus enemigos, una sustancia rica en fructosa y glucosa que resulta irresistible para las abejas circundantes; y una vez los enjambres se encuentran cerca, son abrumados por feromonas sintéticas que les hacen percibir a todo ser viviente marcado como una abeja reina invasora.

Los agentes no tardan en emplear sus armas para defenderse, pero ninguna tiene el alcance para aniquilar o ahuyentar a todo el enjambre; después de todo, están diseñadas para combatir vacuos, no insectos. El líder del grupo comprende eso al instante, por lo que comanda a su autómata para que se agache y cubra su cuerpo por completo.

—¡Ah, mierda! —exclama, bajo la sombra de su robot.

Este aplasta a las abejas que tiene encima, mientras intenta ignorar el dolor que le producen los múltiples aguijones enterrados en su piel. En medio de sus pensamientos vengativos hacia la Dama Búho, una idea cruza su cabeza.

—¡Apunta las turbinas hacia las abejas! —ordena.

Obedeciendo sus instrucciones y sin dejar de cubrirle, el autómata enciende las turbinas que usualmente utiliza para volar, generando una corriente de aire con la fuerza suficiente para despejar la zona.

Deseando mostrarle a la prisionera alguna de sus propias y tortuosas invenciones, el agente ordena a su autómata levantarse y retroceder, y viéndose libre de insectos, se encuentra con una escena incluso peor que la anterior. Todos sus compañeros se encuentran tumbados en el suelo, rodeados de cientos de abejas muertas.

—Unas cuantas picaduras jamás podrían...

Tragando saliva, el agente voltea la mirada hacia la prisión de energía, y en donde antes yacía su prisionera de pie, ahora hay un túnel... «Como la odio», es todo lo que consigue pensar, antes de recibir una descarga eléctrica por la espalda, y caer rendido como el resto. 

Eda sonríe mientras acaricia la empuñadura de su bastón, regocijándose por su aplastante victoria sobre la "élite" del emperador Belos. El imponente autómata necesita recibir órdenes para poder actuar, por lo que permanece quieto al lado de su creador, con la mirada fija en el suelo.

—Mi arma favorita es y será siempre una buena distracción —proclama la fugitiva.

—No podría estar más de acuerdo —coincide una mujer a sus espaldas.

Eda reconoce esa voz al instante, pero antes de poder voltearse, puede ver como una granada se desplaza bajo sus piernas, estallando en una densa nube de gas narcótico. Aunque intenta contener la respiración, le resulta imposible no tomar una bocanada de aire antes de escapar del nubarrón.

Incluso con sus piernas temblando y su visión nublándose, sabe muy bien a quién pertenece esa figura borrosa que yace varios metros frente a sus ojos.

—Lilith... —articula, haciendo un enorme esfuerzo por mantenerse de pie.

—Oh, Edalyn... No habrás pensado que podrías esconderte de mí —responde su hermana, con un tono refinado y arrogante.

Se trata de una mujer pálida y delgada, con penetrantes ojos verdes y una larga cabellera teñida de azul índigo que, en conjunto con su labial y esmalte negros, le dan una apariencia un tanto siniestra. Esta lleva puesto el mismo uniforme que el resto, con la diferencia de que su máscara, que cuelga actualmente de su cinturón, posee una brillante gema violeta incrustada en la frente, rasgo distintivo de la lideresa superior de la Élite Imperial, nombrada por el emperador Belos en persona.

—¿No estás cansada de todo esto? —agrega, caminando hacia el frente con un aire de superioridad —. El emperador está dispuesto a perdonar todos tus crímenes, y lo único que tienes que hacer es poner tus habilidades a su servicio, unirte a nuestro grupo de una vez por todas.

—Preferiría morir... Antes que convertirme en una marioneta...

—Bien podrías morir, no sabemos por cuánto tiempo podrás seguir resistiendo tu... Condición. El emperador es el único con la tecnología para curarte.

—Vamos, Lilith... ¿Cuándo dejarás de ser...?

Aunque parece estar al borde del colapso, Eda sorprende a su hermana con un último grito de guerra.

—¡¿Cuándo dejarás de ser tan ingenua?! —exclama, sujetando su bastón con fuerza y arrojándolo hacia el frente.

El artefacto enciende sus propulsores para aumentar la velocidad; pero, justo antes de impactar, una barrera cinética recubre el cuerpo de Lilith y desvía al bastón, que sigue su camino y termina por perderse entre los árboles.

—Debí saber que te resistirías hasta el final...

La mujer hubiese querido enfatizar en lo infructuoso que resulta resistirse a la Élite Imperial, pero cuando apaga la barrera y regresa la mirada hacia su rebelde hermana, descubre que ha sucumbido finalmente ante los efectos del gas, encontrándose tirada de cara al suelo.

Lilith se acerca con un suspiro pesaroso, agachándose para voltearle boca arriba. Entonces, saca un pañuelo blanco de uno de los bolsillos de su capucha y limpia la tierra en su rostro.

—Edalyn... —murmura, estirando la mano para acariciar su mejilla —. Voy a salvarte, no me importa si tengo que hacerlo por la fuerza. 

La Guerrera Búho [Lumity] PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora