Una conexión

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La mirada de Luz reboza en confianza cuando toma el rifle del mostrador. Frente a ella se encuentran tres filas con dianas que se mueven constantemente de izquierda a derecha; en la primera fila hay cinco dianas de tamaño moderado, en la segunda hay tres de un tamaño inferior, y en la tercera hay únicamente una diana del tamaño de una taza de té.

—¿Qué premio te gusta, amiguito? —pregunta, volteando la mirada hacia el niño.

—¡El demonio devorador de mundos!

El pequeño señala a uno de los enormes peluches que cuelgan del techo, concretamente el de un diablillo rojo con alas de dragón. El valor de los premios depende de la diana alcanzada, siendo la pequeña diana que se encuentra al fondo la más valiosa de todas, y la que necesita alcanzar para sacarle una sonrisa a ese chiquillo.

—Un demonio, ¿eh? Tú sí que eres de los míos —responde, poniéndose en posición.

«No hay manera de que acierte», piensa Amity, todavía convencida de que el juego debe estar trucado. Por más que intentó concentrarse hace un rato, ni siquiera pudo darle a alguna de las dianas del frente, sus proyectiles a duras penas rozaban el borde de las dianas.

Puede que el escepticismo que comparten Amity y el vendedor sea el motivo por el cual ambos se quedan completamente boquiabiertos cuando, sin mostrar el más mínimo esfuerzo, Luz tumba la menor de las dianas con su primer disparo.

—¡Toma eso! —exclama, levantando el rifle en señal de victoria.

—¡Increíble! —agrega el infante, siendo el primer en reaccionar.

El siguiente es el vendedor, quien incluso al levantarse de su asiento es incapaz de borrar su expresión de asombro. Este se acerca nuevamente al mostrador y, ayudándose de un gancho de madera, comienza a bajar el premio deseado.

—¿Cómo hiciste eso? —pregunta Amity, sin poder contener su curiosidad.

Luz encuentra la reacción de ambos bastante divertida, recibiendo el peluche y entregándoselo al pequeño. Este lo abraza con fuerza y da las gracias por el regalo, echando a correr para enseñárselo a sus padres.

—¿Qué puedo decir? Siempre he tenido buena puntería —termina por responder.

«Puntería... Quizá debería agregar algunas shuriken a la armadura», piensa, poniéndose en posición para su segundo disparo. Esta vez puede sentir la mirada de la estudiante sobre sus hombros, como si esperara captar alguna clase de truco.

—Preparados... listos... —murmura, enfocándose en el objetivo.

Apostar a por la diana pequeña siempre resulta un riesgo, pues las demás dianas se mueven de tal forma que solo dejan muy breves ventanas de tiempo para conseguir un tiro preciso; en pocas palabras, no se trata solamente de tener puntería, sino de saber esperar el momento justo.

—¡Fuego!

Demostrando que su primer tiro no fue un golpe de suerte, Luz jala del gatillo y tumba nuevamente la diana del fondo.

Amity se acerca inmediatamente al mostrador, entrecerrando los ojos con una mueca. No vio nada, ninguna señal de que utilizara tecnología para hacer trampa.

—¿Qué premio vas a querer? —pregunta el vendedor, rascándose la cabeza con una expresión de desconcierto.

Sin pensarlo demasiado, Luz señala una corona de princesa que se encuentra en los anaqueles de la pared; podría ser demasiado rosa para los gustos de King... pero realmente le gustan las coronas.

—Tengo un pequeñín en casa que amará esto —expresa, recibiéndola de parte del vendedor.

Sin previo aviso, Amity cuelga el suéter sobre su hombro y se acerca para examinarle los brazos; primero con la mirada, y seguidamente con sus propias manos...

La Guerrera Búho [Lumity] PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora