Lo que ocultan los árboles

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—Vámonos Owlbert, tenemos mucho trabajo por hacer —ordena la Dama Búho, ocultando la navaja de su bastón, y permitiendo que el pequeño autómata regrese a su lugar.

Entonces, al presionar un nuevo botón, la mujer demuestra que su extraño constructo oculta todavía algunos secretos. Soltando una estela de humo en el proceso, el bastón reactiva sus propulsores y se posiciona horizontalmente frente a su portadora, extendiendo dos placas de metal en su centro para crear una suerte de asiento.

—Espero que puedas seguirnos el paso —añade, guiñando el ojo mientras sube a su bastón, elevándose un poco más antes volar en dirección al noroeste.

Sin ánimas de quedarse atrás, Luz toma una larga bocanada de aire y se dispone a seguirles, trotando enérgicamente a sus espaldas. Conforme avanzan, la arena se ve gradualmente reemplazada por tierra húmeda, y la playa comienza a quedarse atrás, dando lugar a un bosque extenso y frondoso.

Aunque el nuevo terreno ofrece más obstáculos, la joven aprendiz se las arregla para sortear los troncos caídos, los arbustos exuberantes, la tierra resbaladiza y las ramas puntiagudas que se atraviesan en su camino, tan bien; de hecho, que Eda ve picada nuevamente su curiosidad.

—Han pasado quince minutos, pensé que estarías lloriqueando por un descanso a estas alturas —expresa.

—¡No! —responde Luz, con la respiración agitada —. Así comienza mi entrenamiento como guerrera de la paz, ¡y el dojo me enseñó a entregar todo mi espíritu al entrenamiento!

«Esta chica es intensa», piensa Eda, con algo de incomodidad. No puede evitar preguntarse si esa llameante resolución incordiará su despreocupado estilo de vida; pero, supone que todo dependerá de cómo se desenvuelva en la misión que tiene preparada.

—¿De qué dojo estamos hablando? —se anima a preguntar.

—Llevo cinco años entrenando con el Dojo Bujinkan, fortaleciendo cuerpo, mente y espíritu para proteger a los más débiles.

—Ya veo, eso explica los elaborados movimientos que mostraste en la playa.

—Vio mi pelea, ¿no es así? —interroga Luz, sintiéndose un poco avergonzada.

—Oh sí, fue muy entretenida.

—Debe pensar que soy una inútil...

—Una tonta, en realidad —aclara Eda, con un tono algo más serio —. Desafiando a un vacuo a una pelea mano a mano; sin embargo, lo manejaste mejor de lo que creí. Habiendo estado mejor equipada, creo que podrías haberlo derrotado tú misma.

—¿Usted cree?

—Lo sabremos pronto, hemos llegado.

Y aminorando rápidamente la velocidad, el bastón se detiene en un claro despejado, permitiendo que su portadora baje. Luz, por su parte, limpia el sudor de su frente mientras aprecia su alrededor.

—Este lugar es hermoso... —comenta, recuperando el aliento —. Pero, ¿qué hacemos aquí?

—Te dije que vendríamos a mi casa.

—Vives... ¿En una casa del árbol? —pregunta, subiendo la mirada con escepticismo.

—Se podría decir que sí —admite Eda, acercándose al árbol más grande de la zona.

Se trata de un roble gigantesco, con unos impresionantes cincuenta y ocho metros de circunferencia, y cuarenta y dos metros de altura. Mirando más de cerca, Luz nota que alguien ha tallado la cabeza de un búho en la base del tronco, y grande es su sorpresa al notar que esta abre repentinamente los ojos.

—¡Contraseña! —exclama con voz chillona, moviendo su pequeño pico.

—Hooty, abre de una vez, tenemos prisa —ordena Eda, dando dos golpes secos al árbol.

—Contraseña incorrectaaaaa.

Frunciendo el ceño, Eda saca un desatornillador de su bolsillo.

—¡Muy bien, muy bien! Tú ganas, cielos... —añade con resignación.

Dicho lo cual, dos fragmentos del tronco se abren para dar lugar a una puerta secreta, dentro de la cual yace un elevador. Siendo la Dama Búho la primera en entrar, voltea la mirada hacia su invitada, extendiendo su mano con una sonrisa cálida.

—¿Qué esperas?

Y ahogando un grito de emoción, Luz entra al elevador y sonríe mientras sus puertas se cierran, ansiosa por lo que se avecina. 

La Guerrera Búho [Lumity] PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora