Guardián corrompido

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Como si el súbito llamado de auxilio no fuese lo suficientemente inquietante, conforme este se aproxima, el suelo comienza a retumbar ante lo que parecen ser fuertes pisadas.

—Yo... Supongo que no sabrás qué es eso... —murmura Luz, desconcertada por el repentino giro de eventos.

—Pensé que tú lo sabrías... —responde Octavio, haciendo un esfuerzo para apoyarse en sus rodillas y sentarse de cara al pasillo.

Sintiendo una corazonada, la joven da un paso al frente para levantar el escudo, sorprendiendo al guardia al devolvérselo.

—¿Qué pretendes? —pregunta este, a la defensiva.

Sin dar mayores explicaciones, la Guerrera Búho toma posición justo en frente. El guardia, por su parte, reconoce finalmente esa voz en apuros, es su compañero.

—¡Por favor, que alguien me ayude! —exclama en completo pánico.

Habiéndoles helado la sangre, Erick finalmente aparece por el pasillo. Este corre despavorido con una expresión de terror absoluto, y su uniforme se encuentra salpicado con el inconfundible color de la sangre.

—¡Erick!, ¿¡qué sucede!? —cuestiona Octavio, quien se estremece ante las enormes pisadas que se encuentran ya a la vuelta de la esquina.

—¡El experimento falló, debemos salir del Conformatorio!

Tal es su pavor, que la imagen de la intrusa frente a todos sus compañeros caídos le resulta completamente indiferente, en lo único que puede pensar es en huir, tan rápido y lejos como pueda.

—¿De qué experimento habla? —interroga Luz, volteando la mirada hacia Octavio.

El hombre duda sobre si revelar información clasificada a una intrusa; pero, cuando la criatura responsable de semejantes pisadas hace acto de aparición, se da cuenta de que la Guerrera Búho es el menor de sus problemas.

—¡No hay forma de escapar del Vacío! —clama una voz profunda y escalofriante.

Golpeando la pared con fuerza suficiente como para agrietarla, una figura musculosa e intimidante se yergue frente a los presentes. Su apariencia es la de un hombre de musculatura desproporcionada, con la piel grisácea y el uniforme desgarrado; el único rasgo distintivo de quien alguna vez fue, es la máscara que utilizaba para sus experimentos, negra y con un pico alargado que inmediatamente emana recuerdos amargos sobre la antigua peste que azotó las islas siglos atrás... No es otro que el Guardián Wrath.

Provocado por una ira irracional, el antiguo mandamás del Conformatorio se lanza al ataque con una sola directriz en mente... «Consúmelo todo». Su corpulencia desmedida vuelve sus piernas algo torpes, pero aprovecha la fuerza de sus brazos para impulsarse como un primate, acercándose cada vez más a Erick, quien está ya por perder el aliento.

«Se acabó, todo se acabó», piensa el pobre desgraciado, al notar cómo la sombra de Wrath comienza a envolverle. Tal vez por la extenuación, o quizá por el enorme desasosiego, el hombre tarda algunos segundos en notar que la sombra le ha abandonado; al enfocar la mirada en su compañero, este le hace dar media vuelta al señalar a sus espaldas.

—No en mi guardia, monstruo —declara Luz, quien sostiene el pesado brazo de la criatura, habiendo impedido por muy poco que este cogiese al guardia.

Su actitud audaz; no obstante, es pura fanfarronería. Incluso con la fuerza aumentada que le proporciona la armadura, la presión que ejerce Wrath sobre su cuerpo rápidamente le pone de rodillas.

—¿Autómata? —pregunta este, observándole con curiosidad —. No... Puedo sentir el miedo que te aflige allí dentro... El Dios Rey me ha permitido sentir muchas cosas...

—E-El... ¿Dios Rey?

Ahora no le cabe la menor duda; cual haya sido el experimento que llevaban a cabo en el Conformatorio, ha pervertido al Guardián Wrath hasta convertirlo en una aberración del Vacío. Ni siquiera sabía que tal cosa era posible.

—¡Lárguense de aquí! —exclama entonces, temiendo que esta vez no será capaz de protegerlos.

Reaccionando al instante, Erick se apresura para cargar con Octavio, quien; pese a tratarse de su enemiga, se ve reticente a abandonarle ahora. La misma intrusa que dejó escapar a los prisioneros y despachó a su equipo, ha decido quedarse a defenderles cuando fácilmente pudo haberse escabullido lejos del peligro.

—¡Quedarte atrás para que los demás puedan escapar es algo encomiable! —responde entonces, recordando las palabras de quien sin duda es una guerrera en toda regla.

Habiendo captado su atención, deja caer el disco de metal en el suelo, gesto ante el que Luz asiente, sintiéndose agradecida. De ese modo, Erick toma aire para recuperar el aliento y se aleja del sitio con su compañero en brazos; el resto de su equipo sigue allí, por lo que debe apresurarse para salir del edificio y contactar con la Agencia Imperial.

Al notar que Wrath piensa seguirles, la Guerrera Búho se llena de valor y sube la mirada. «Muy bien... Hagamos esto una vez más...», se propone, a sabiendas que está llegando a su límite.

—¡Humareda! 

La Guerrera Búho [Lumity] PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora