El Carnaval de Epistemburgo

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Deseando poder divertirse con sus nuevos amigos, Luz se pasea por las calles de Epistemburgo mientras el sol comienza a ocultarse, y los postes de luz asumen la tarea de iluminar las calles. En el camino, puede ver varios panfletos con órdenes de captura pegados en las paredes, y aunque no le sorprende ver el rostro de Eda en más de uno de ellos, las imágenes que tomaron las cámaras de seguridad del Conformatorio de su persona sí que le inquietan un poco. «Al menos no conocen mi verdadera identidad», piensa, apartando la mirada y siguiendo con su camino.

La cercanía del carnaval se hace notoria incluso antes de tenerlo a la vista, por el bullicio combinado de música alegre y los gritos de las personas subidas en las atracciones. Los ojos de la joven morena se iluminan de emoción cuando finalmente logra divisar la entrada, con un enorme y colorido letrero que pone: ¡Bienvenidos al Carnaval Anual de Epistemburgo!

Justo debajo se encuentran Willow y Gus, agitando las manos para llamar su atención.

—¡Chicos! —exclama Luz, apresurándose para alcanzarles.

Ambos llevan puestas camisas conmemorativas del carnaval, de color negro y con la ilustración de una rueda de la fortuna en el pecho. Gus, quien se encontraba bebiendo un batido de moras, decide ofrecerle un poco al verle llegar con la respiración agitada, y el cabello desordenado por el viento.

—Oye, ¿desde dónde vienes caminando? —interroga, levantando la ceja con suspicacia.

Luz ríe penosamente por el comentario, aceptando la bebida de buen grado.

—Cierto, nunca les dije en dónde me estoy quedando —responde, antes de dar un sorbo largo y tendido.

La joven emite un suspiro refrescante antes de devolvérselo, y entonces, asegurándose de que no haya nadie cerca, se inclina para susurrarles en el oído.

—La Casa Búho se encuentra escondida en los Bosques Susurrantes —murmura.

Willow y Gus cruzan miradas de escepticismo. Tiene sentido que la Dama Búho se oculte en un sitio remoto como ese; pero, el bosque se encuentra a unos tres kilómetros...

—Bueno, ya veo cómo te mantienes siempre en forma... —comenta Willow, con una sonrisa nerviosa —. Aunque si quieres mantener también el secreto, quizá deberías usar algo menos vistoso —añade, señalando el colorido suéter.

—¿No te gusta? —pregunta Luz, poniéndose la capucha y moviendo juguetonamente las orejas de tigre con sus manos.

—Yo creo que se ve genial —admite Gus —. Quizá deberíamos empezar a llamarte... ¡Guerrera Tigresa!

Entre bromas y risas, el trío se abre paso dentro del carnaval. El sitio ha sido organizado con tantos puestos comerciales que parecieran no tener fin: comida, juegos, baratijas... A resumidas cuentas, entretenimiento para toda la familia. Además, se han armado juegos mecánicos por todas partes; desde los más amigables, como la rueda de la fortuna; hasta aquellos que podrían hacerte mojar los pantalones, como la gigantesca montaña rusa ubicada justo en el centro del carnaval, nombrada: Puerta al Infierno.

Fieles a su promesa, los estudiantes de Hexside invitan a su guerrera estrella a comer, y suben juntos a la Puerta al Infierno, lamentando rápidamente haberlo hecho en ese orden... Después de una necesaria visita al baño, los tres exploran los puestos comerciales hasta encontrarse con uno llamado: Tienda de Curiosidades de Tibbles.

—¡Vamos, acérquense! —exclama el dueño del puesto.

Se trata de un hombrecillo chaparro y calvo, este va vestido con un chaleco de orquídeas, y lleva puestas unas gafas redondas inusualmente grandes.

—Echen un vistazo, no encontrarán rarezas como estas en ningún otro sitio.

Sus artículos son ciertamente "raros", casi todo parece ser tecnología vintage, cosa que llama la atención de ambos estudiantes.

—¿Estas reliquias son originales? —pregunta Gus, examinando de cerca un binocular de apariencia primitiva.

—¡Por supuesto! Lo juro por mi nombre: Tibblet-Tibblie Grimm Hammer Tercero.

Willow arquea la ceja al escuchar eso, volteando la mirada hacia Luz.

—¿Te importa si curioseamos un rato?

—No, para nada —responde la morena, con una sonrisa cálida —. Me pareció ver un puesto de tiro al blanco más adelante, los esperaré allí.

Mostrándose los tres de acuerdo, Luz se adelanta y se pierde entre la multitud. El puesto que busca se encuentra a pocos metros y, al menos de momento, no parece tener mucha fila; aparte del vendedor, solo hay una mujer jugando, acompañada de un niño pequeño.

«Seguro que King se pondrá muy feliz si gano un premio para él», piensa, parándose justo detrás para esperar su turno. Mientras espera, le resulta inevitable dirigir su atención hacia la mujer que yace en frente, sobre todo porque gruñe con frustración cada vez que falla un tiro; esta lleva puesto un vestido negro de falda corta, una licra fucsia, y tacones negros con un broche dorado con forma de media luna.

—¿Necesitas ayuda con eso? —se anima a preguntar, inclinándose para verle de cerca.

Al voltearse, la mujer parece inicialmente fastidiada; sin embargo, en el instante en que sus ojos se cruzan, su expresión se suaviza. Aunque ninguna tiene forma de saberlo, ambas piensan lo mismo: es linda.

La joven acomoda su larga cabellera verde, e intenta ocultar la vergüenza que le produce el ser vista en uno de esos tontos juegos de feria.

—No vayas a pensar que me interesa alguno de esos premios ridículos —responde, volteando la mirada hacia el menor que la acompaña —. Vine al carnaval con mis hermanos, y me encontré con uno de los niños a los que leo cuentos en la biblioteca.

—Ow, eso es adorable —expresa Luz, conmovida.

—Es... Trabajo extracurricular para aumentar mi puntaje académico —esclarece, aclarando su voz —. En fin, él me pidió un premio, y bueno, pensé que sería más sencillo.

—¡La señorita A es asombrosa! —exclama el pequeño, mirándole con ilusión —. ¡Ella combate monstruos en Hexside!

—¡¿De verdad?!

Compartiendo su admiración, Luz da un paso al frente y deja caer un billete sobre el mostrador.

—En ese caso, permíteme retribuir el esfuerzo que haces por mantener seguros a los inocentes.

—Oye, no es necesario, yo...

Las objeciones de la estudiante prodigio enmudecen cuando, tomándole por sorpresa, Luz se desprende de su suéter, dejando al descubierto una camisa blanca sin mangas que resalta su figura atlética.

—Necesito libertad en los brazos para apuntar, ¿me lo sostienes? —expresa sonriente, extendiéndole el suéter.

La contraria traga saliva antes de recibirlo, sintiendo cómo se le suben los colores al rostro. «¿Qué demonios me sucede?», se cuestiona, batallando por apartar la mirada de esos brazos tonificados... Jamás sospechó que un cuerpo como ese estuviese ocultándose debajo de un suéter tan estrafalario.

—Muy bien, aquí tiene, señorita —menciona el vendedor, colocando el rifle sobre el mostrador —. Cuenta con tres proyectiles de goma; es decir, tres intentos, y tres posibles premios.

Dicho lo cual, retrocede y se deja caer sobre un sofá roñoso, observando con amargura lo que, con toda probabilidad, será otra cliente frustrada.

—Y no, el juego no se encuentra trucado —añade, volteando la mirada hacia la anterior concursante.

La aludida entrecierra los ojos con irritación, preguntándose si la recién llegada podrá tener mejor suerte. 

La Guerrera Búho [Lumity] PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora