Que sufras. Como sufrí yo.

25 6 25
                                    

Mónica

-La semana que viene no estaré aquí.

-¿Y dónde estarás?-se interesa.

-No te imp....,-comienzo a decir-.

Conan levanta las cejas, como aclarándome lo que tengo que contestar.

-A México Beach. 

-¿Así que no podrás venir en toda la semana?

-No.

Intento ser cortante con las palabras. Ya que no puedo contradecirle, más me vale no dar información demasiada.

Se hace un silencio, yo deseando que me deje salir de una vez por todas de aquí, y él mirándome fijamente pensando en alguna cosa más que decirme.

-Entonces te hablaré del próximo proyecto de Holland cuando vuelvas.

-¿Y cuándo dejaré de trabajar para ti?

-Cuando vea que dejas de desobedecerme.

-No soy tuya-le frunzo el ceño-.

-Ahora mismo sí. Así que, más te vale no extender el asunto por otras bocas. Porque yo siempre estaré por encima de todas, recuérdalo.

Me toca suavemente la mejilla, antes de alejarse para servirse otro vaso.

-¿Tienes pareja?-pregunta de repente.

-Pues sí-asiento-.

-¿Y estás enamorada?

-Sí.

-Bien. Llamémosle.

Sonríe, y agarra el teléfono del despacho.

Me quedo un poco desconcertada.

Conan se me queda mirando, y no tengo otra que decirle el número de Patrick.

Cuando marca, el cuerpo se me congela.

-Qué lástima-dice falsamente, después de que saltara el contestador-.

Yo no digo nada. Solo trago saliva, como decimotercera vez en el día.

Entonces Conan se acerca a mí, y me susurra desde muy cerca.

-Te estás preocupando demasiado por algo que no tiene importancia-hace una pausa-. Sé perfectamente por qué te has decidido a venir aquí, y pensaba que podrías tener un poco más de decencia.

Me mira a los ojos, y yo me estremezco.

-Se llama dignidad. Y después de ver esta llamada, creo que deberías de dejarlo estar un poco.

¿Dejarlo estar?

-Relájate. Él seguro que lo está haciendo.

...

Lissa

Doy dos golpes a la puerta de Eiden, y espero mordiéndome el labio.

Justo detrás sobre la acera, una mujer y un niño cruzan alegremente. El crío saltando de alegría.

Le sonrío y le saludo haciendo un poco el tonto con las muecas, y se ríe, mientras la madre solo dice: "Algún día serás así de mayor, cariño".

Y tan solo puedo pensar: "Es lo que menos le deseo".

La mujer y el niño desaparecen por la calle, dejándome con un sabor amargo en la boca. Y en ese momento siento la puerta abrirse.

Aparece Patrick, despeinado y sin camiseta.

Una Verdad Perfecta [𝘾𝙤𝙢𝙥𝙡𝙚𝙩𝙖]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora