¿Maldad o justicia?

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Olivia

Giro la rueda de la caja de música, dejando sonar una suave melodía que llena mis oídos. Es mi bienvenida a la tormenta. Un par de relámpagos iluminan el cielo, y las nubes inician su llanto. Esa escalofriante melodía que suena de la caja de música acompaña el ambiente de mi habitación y del ventanal al que estoy mirando.

Una sonrisa tuerce mis labios y me pierdo en las gotas de lluvia que se dibujan en mi ventana.

¿Por qué es tan hermosa la oscuridad?

La tormenta solo es una representación de la sensación a la que puede llegar un gran llanto. El llanto de las nubes. Ese grisáceo que llena todo el cielo, y tapona el más mísero rayo de luz que el sol pueda producir.

La liberación del falso amarillo. La capa de oscuridad que cubre todo el cielo, semejando lo rápido que todo puede dañarse... 

Pero, aunque no lo quieras, una sonrisa se dibuja en tus labios al ver esa similitud con la que las gotas caen y caen sin parar, y ese cuadro que observas ante tu ventana, tan oscuro y hermoso al mismo tiempo.

Eres malvado, muy malvado. Y todos lo somos.

Dejo la caja musical sobre una mesa, y acompaño el dibujo de las gotas con mi dedo, silenciosa y lentamente. 

-Así de lento fue tu sufrimiento, Olivia -murmuro con una voz suave y melancólica-.

La gotas me asienten, y poco a poco sigo la más lenta de ellas con mi índice, hasta llegar al final del cristal.

-Y así de rápido será su final. 

Sonrío y separo mi piel del vidrio, dejando que las demás gotas formen su camino a su propia voluntad.

Abro uno de los cajones y dejo ver una hermosa caja de madera, que guarda mi más querido tesoro. Un pequeño encendedor metálico, tan ligero y pulido como siempre.

Me acerco al espejo y lo enciendo frente a él, dejándome hipnotizar por la magnética llama. Su destello, en la oscuridad de mi habitación, me muestra lo tan perfecta que puede llegar a manifestarse frente a mí, reflejada en cada uno de mis ojos.

Observé la llama mientras la acercaba a mi muslo.

Cuando la sentí en contacto con mi piel, jadeé. La sublime sensación de sentirme conectada con su fuego.

El elemento más perverso. Infame.

Tan colosal en los incendios. Y tan diminuto en una simple llama...

...

Lissa

Patrick conduce su coche a toda prisa. Cuando llegamos a la comisaría, lo aparca malamente y salimos de él.

Eiden se tropieza y casi se parte la cara al salir tan rápido del coche, pero yo lo agarro a tiempo.

Entramos en la comisaría. Últimamente parece que paso más tiempo aquí que en mi propia casa.

Patrick se conoce todo el edificio, al ser su padre inspector desde hace años.

«Su padre...»

-Patrick -le llamo-.

-Ahora no, Lissa -corremos a toda prisa esquivando a la gente-.

-Sam me dijo que fueras esta noche al bosque.

Se para en seco.

-¿Qué?

-Se me olvidó por completo.

Una Verdad Perfecta [𝘾𝙤𝙢𝙥𝙡𝙚𝙩𝙖]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora