Mi vida

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...

Levanto la mirada frente al espejo. No puedo creerlo, tengo un aspecto verdaderamente terrible al despertar.

Las ojeras inundan mis ojos como si de un dibujo se tratase. No recuerdo haber dormido tan poco esta noche. Tal vez estudiando se me haya ido la hora...

Intento cubrir parte de mi acné con maquillaje, y me lavo los dientes, antes de escuchar unos toques en la puerta de mi habitación.

Jannet, la empleada doméstica de la casa, entra con una sonrisa radiante, sus sonrisas de todos los días. Y carga un cesto de ropa sobre sus brazos.

–Hola, Jannet. ¿Has encontrado mis calcetines de media rejilla?

–Sí. Te los dejo por aquí.

–¡Gracias! –cierro la puerta del baño al salir– ¿Mi madre está abajo?

–Está desayunando.

Me pongo lo primero que veo, y bajo a toda prisa al comedor. Veo a mi madre sentada al final de la larga mesa, masticando muy tranquilamente.

–Buenos días, Lissa. ¿Has dormido bien?

Rodeo la mesa y le doy un beso en la mejilla.

–Jannet ha hecho tortitas. Sírvete un poco.

Veloz, agarro un par de tortitas y las envuelvo en un poco de sirope.

–Esta noche celebran una fiesta en casa de un amigo –explico, atenta a su posible expresión.

–¿Qué amigo?

–Uno del insti. No tienes que conocerlos a todos...

–Si vas de invitada deberías llevar algo por cortesía, como una botella.

–De vino –le miro con expresión divertida.

–Algo así... Tienes que dar buena impresión allá donde vayas.

–Tú y tus pijadas... –añado, masticando el desayuno.

Mi teléfono móvil vibra y le echo un vistazo a la pantalla. Es un mensaje de Mónica, mi querida amiga con carné de conducir. En él me recuerda que vamos a llegar tarde a clase.

Me levanto de la mesa y me acabo el café de un largo sorbo, dejando la taza con fuerza sobre la mesa.

–¿Comes hoy en casa? –pregunta mi madre.

–Ni idea. Te mandaré un mensaje.

Me despido de ella y agarro todas mis cosas antes de dirigirme a la entrada de mi casa. Me cruzo con Jannet antes de salir.

–Dile a Hutson que no me recoja hoy.

Ella asiente.

Hutson es el chófer. Lleva en esta casa desde antes de mi nacimiento, ya que se encargó de servir a la familia de mi madre cuando ella vivía sus queridos años de adolescencia.
Cuando estos murieron, ella continuó contratándolo para su próxima familia, es decir, yo. Mi padre se fue tan pronto de casa que ni siquiera le dio tiempo a intercambiar un par de palabras con el chófer.

El aire matutino llena mis pulmones cuando salgo de casa, y sigo la mirada hasta un descapotable rojo aparcado frente a la acera. Una preciosa chica rubia me espera junto a él, y una sonrisa tuerce sus labios.

–Buenos días, dormilona –grita desde la distancia.

Yo dejo escapar un suspiro de cansancio mientras me acerco a su coche.

–No me culpes. Anoche me acosté tarde estudiando –le abrazo con ternura–. O eso creo...

Salto sobre el descapotable y me cuelo en el asiento del copiloto, dejándome caer sobre el respaldo.

Una Verdad Perfecta [𝘾𝙤𝙢𝙥𝙡𝙚𝙩𝙖]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora