Capitulo 23

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—Rose, nunca pensé decirte esto.—Suspiro—Eres la primera chica que quiero y aprecio mas que a nada, y joder, nunca había estado tan emocionado de conocer a los padres de alguien, ni mucho menos con un temor y ganas de cagar a la vez.—soltó rápidamente mientras esperábamos en la entrada de mi casa.

Hoy era el día que mis papás lo conocerían, algo importante para mi. Porque si quiero que lo acepten, y vean lo que yo vi en él.

Sean lleva una sudadera blanca, con unos pants grises y unos tenis Nike, su cabello está perfectamente peinado, ya le creció —ya no tengo una esfera mágica — Esta guapo, y mucho.

Lo tome de los hombros, y lo mire fijamente.

—Repite conmigo, Sean.

—Repito contigo, Rose.

—Soy increíble, los padres de mi rosita me querrán porque soy un buen chico, sano y el mejor partido para alguien tan genial como ella.

—Soy increíble y los padres...—se calló al instante cuando mi papá abrió la puerta —Me voy.—intento darse la vuelta.

Pero lo tome impidiéndolo.

—Y volviste.

—Y volví.—apretó los labios.

Sean se tenso cuando Stefan le dio con sus ojos un escáner por todo su cuerpo.

Ya puedo hasta escuchar las criticas sobre el en mi mente.

—Estábamos esperándolos, Sean—mi padre le sonrió.

Este se mantuvo serio.

—Papá de Rose, Soy Sean—dijo torpemente.

—Lo se.

—Usted lo sabe, genial.

Reí por lo bajo, era tierno verlo así. Me parece gracioso ver la impresión que causa por su físico de malo, cuando en realidad es todo lo contrario.

—Pasen, no se queden allí.

—Pasamos—Sean me tomo de la mano, la cual estaba sudada.

Cuando pase al lado de mi papá, los dos compartimos la misma expresión.

Supongo que mi padre se dejó llevar por las cosas que le dijo mamá, pero por la actitud que tenía, puedo ver que el ya me dio el gancho verde.

—Se tu mismo, Sean, eres increíble, así que confía en ti, mi huevito chacal—le dije divertida.

—Es fácil decirlo Rose, porque no eres tú quien tiene miedo de arruinar las cosas con la familia de la chica que más quiere en el mundo.

Sonreí.

Mientras caminábamos hacia el comedor, me dediqué a ver todo a mi alrededor. Casi nada a cambiado, todo sigue igual de blanco, limpia, con decoraciones costosas, cuadros, jarrones de cerámica.

Todo igual.

—¡Keren! No metas la mano—escuche la voz de mamá.

—¡Si es comida!

—¡Para comer en familia, no para que te la atragantes tu sola!

El acogedor aroma a comida casera me recibió, apenas puse un pie en el comedor, pude percibir aquel delicioso y fantástico sabor en mi paladar, lasagna... La boca se me hizo agua.

Sean y yo nos detuvimos en la entrada, observando la gran mesa que había preparado mi madre, pastel, lasagna, bebidas, pasta, tanto en salsa blanca, como en salsa roja...

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