Capítulo 2

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Mi madre y yo recorremos los pasillos de la residencia buscando el número de habitación. Todo el mundo va de aquí para allá cargando con sus cosas y observando los números que hay pintados en las puertas que se amontonan a lo largo de los pasillos, siento que hay demasiado alboroto. Todo el mundo parece muy emocionado con el asunto del primer día de universidad y a mí parece que me están llevando a la silla eléctrica. ¿Puedo estar más nerviosa?

Nos paramos finalmente frente a mi número de habitación y me siento cada vez más inquieta, mi madre se las apaña para sacar una mano de debajo del montón de cajas que carga para agarrar el pomo de la puerta que nos separa de mi nuevo dormitorio. Entra delante de mí y deja las cajas a un lado echando un vistazo a su alrededor.

La habitación es bastante amplia y yo agradezco poder tener mi propio espacio, tiene paredes de ladrillo rojo y dos camas colocadas en forma de ele, sobre una de ellas se encuentra una gran ventana por donde entra muchísima luz. Hay un par de escritorios de madera, algunas baldas sobre las camas, una pequeña cómoda, un armario y un espejo de cuerpo entero colgado en la puerta. Sobre una de las camas se encuentran un par de maletas y frente a ella algunas cajas abarrotadas de las que sobresalen varias cosas. Mi compañera de cuarto debe de andar ya por aquí y al pensar en ella me empiezo a sentir algo ansiosa. Me preocupa no causarle una buena impresión, no caerle bien y tener que convivir con eso durante todo el año. No suelo causar una buena primera impresión debido a mis problemas para ser abierta y sociable, y eso siempre me ha traído problemas a la hora de hacer amigas, primero en el colegio y más tarde en el instituto. Es por eso que odio los nuevos comienzos.

—No está mal, es amplia y tienes la ventana al lado de tu cama—. Lo contempla todo colocando las manos en su cintura con tono de aprobación y yo echo un vistazo al mismo tiempo que dejo mis cosas sobre la cama vacía.

—¡Ey! Tú debes de ser mi compi de cuarto—.Una voz algo chillona me sobresalta a mi espalda haciendo que me vuelva hacia ella. —Yo soy Sophie, encantada—. Me abraza sin que me dé tiempo a reaccionar y llevo las manos a su espalda abriendo los ojos como platos en un intento por devolverle el abrazo y parecer alguien agradable.

—Encantada Sophie, yo soy Violet—. Esbozo una sonrisa nerviosa y me meto detrás de la oreja el mechón de pelo que cae sobre mi cara mientras ella me mira fijamente.

Mi madre interrumpe el momento, algo que agradezco enormemente, para presentarse ella a la vez que se disculpa por tener que salir a por más cajas. Yo decido aprovechar para empezar a deshacer la maleta mientras mi nueva compañera no deja de hablar y de hacerme preguntas sobre mí.

—¿Y que es lo que vas a estudiar? ¡Igual también somos compañeras de clase! ¿Te lo imaginas?— Dice con demasiada emoción para acabar de conocerme. Sus ojos se abren demasiado y su cuerpo da un pequeño bote sobre la cama donde se encuentra sentada cuando le digo que estaré cursando Bellas Artes. —No me lo puedo creer, pasaremos demasiado tiempo juntas. Nos haremos inseparables, ya lo verás.

Vuelvo la mirada hacia ella dedicándole una sonrisa nerviosa y me vuelvo a centrar en el armario para continuar guardando mi ropa mientras me debato entre si me alegra tener a alguien ya desde un principio o si me incomoda un poco su actitud tan cercana cuando apenas me conoce de nada.

Somos totalmente distintas, ella parece la típica chica extrovertida y alocada que tiene un montón de amigos y cae bien a todo el mundo, mientras que yo soy literalmente lo contrario. Nunca he sido de las que tienen una fila de gente esperando para ser mis amigos, tampoco es que me pasara mi vida sola y encerrada en casa. Tengo dos mejores amigas, una de ellas desde que ibamos en preescolar y la otra desde mediados de la primaria, y no me quejo, son las mejores. De hecho como persona poco sociable que soy me gusta que mi círculo de amistades sea tan reducido. 

Tan fácil como decir te quiero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora