Capítulo 15

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Al abrir los ojos me siento desorientada y un dolor terrible de cabeza me acompaña nada más despertar. Todavía no ha amanecido y al mirar a mi alrededor veo a mis nuevos amigos aún dormidos. Trato de apartar el cuerpo de Daniel, que descansa sobre mi hombro y me levanto intentando hacer el mínimo ruido. Necesito un poco de agua. El suelo está lleno de vasos y algunas personas se han echado a dormir ahí mismo, los esquivo en mi paseo matutino hacia la cocina y busco un vaso limpio entre todo el desastre. Dejo correr el agua para que se enfríe lo suficiente y lleno el vaso un par de veces. Es la primera resaca en mis casi dieciocho años y personalmente no la estoy llevando demasiado bien. Tengo la boca seca, el estómago revuelto y siento como si me estuvieran taladrando la cabeza.

Salgo al porche y me siento en las escaleras dejando que la brisa me despeje por completo, consiguiendo que el malestar se vaya mitigando. Me rodeo a mi misma con mis brazos, pasándome las manos para entrar en calor y me quedo absorta contemplando la calle vacía y el césped lleno de basura. Hay vasos y botellas de cristal desperdigados por todos los rincones de la casa y me pregunto quién se encargará de limpiar todo este desastre después de una fiesta de tal magnitud. Me vuelvo hacia la puerta al escuchar que algo se mueve detrás de mí.

—Oh. Vaya. No te había visto—. Mi voz suena demasiado alta y  dejando entrever que me he puesto nerviosa. Noah deja escapar un bostezo al mismo tiempo que se incorpora del banco de madera que se encuentra a un lado del porche. Por su cara diría que estaba dormido y tarda un momento en darse cuenta de mi presencia. —¿Que tal la noche? Ha sido una buena fiesta ¿verdad?

Trato de ser amable pero él parece que no se ha despertado de buen humor. Su mirada se clava en mis pupilas de manera desafiante haciéndome sentir incómoda.

—Por supuesto. Tú no has perdido el tiempo—. Sentencia de forma bastante despectiva y cortante.

—Bueno, nadie viene a una fiesta a perder el tiempo. Yo solo me he divertido, igual que tú. Igual que todos los que están ahí dentro durmiendo la mona.

— Si quieres ser esa clase de chica— Encoge los hombros manteniendo ese aire engreído y se apoya en la barandilla dirigiendo la mirada hacia el cigarro que se lleva a los labios.

—Perdona, ¿puedes explicarme qué clase de chica soy?— Me pongo de pie dirigiendo mi cuerpo hacia él pero manteniendo la distancia, con una mirada desafiante.

—Pues la que se come la boca con el primer tipo que le dice cuatro cosas amables el mismo día que su novio la manda a paseo. ¿Tan desesperada estás Violet? ¿Eres de esas personas que no saben estar solas verdad?—. Sus palabras salen de su boca con un ritmo totalmente monótono y su rostro se vuelve inexpresivo mientras da una calada al cigarro que sostiene entre sus dedos. Sin embargo a mí me pone furiosa.

—Oh, sí. Vaya. ¿Cómo hice contigo, quieres decir?— Noto como el tono de mi voz se eleva demasiado y mis respiraciones se vuelven cada vez más fuertes y apresuradas. Contengo el aire en mis pulmones mientras mantengo mi mirada furiosa clavada en su rostro y creo ver un atisbo de emoción en él. ¿Arrepentimiento? Me da igual, de la misma forma que a él no le ha importado herirme con sus palabras. —¿Sabes qué Noah? Si que debo ser ese tipo de chica. El tipo de chica sin un mínimo de amor propio que deja que un tío cualquiera se aproveche de ella y a la mañana siguiente obvie su presencia por completo, dejándola tirada en su apartamento. Y tú, Noah. ¿Qué tipo de chico eres? ¿Eh? ¿Un egoísta? ¿O simplemente un capullo egocéntrico?

Lo dejo con la palabra en la boca zanjando la conversación con un portazo. Busco mis zapatos por el suelo de la sala de estar con la única intención de irme de ahí cuanto antes. Me siento en el reposabrazos del sofá para calzarme y la voz de Daniel a mi espalda hace que me sobresalte, soltando todo el aire que aún tenía guardado en mis pulmones.

—¿Te marchas ya? ¿Qué hora es?— Su voz dormida me enternece consiguiendo calmarme, él tampoco tiene la culpa y no debería lidiar con mi mal humor ya de buena mañana.

—Sí, está amaneciendo—. Giro la cabeza para dirigir mi mirada hacia él y veo como se deja caer lentamente hacia mí, rodeando mi cintura con su brazo. Siento que mi cuerpo se desliza por el reposabrazos hasta quedar sentada en el sofá, con las piernas colgando. De nuevo me hace sonreír y veo como él también lo hace. Susurro conteniendo una suave risa al notar como me aprieta contra él. —¿Qué haces...?

Trato de sostenerle la mirada pero sus labios me distraen cuando se ríe tratando de no hacer ruido. Se acerca a mis labios y deposita un pequeño beso sobre mi labio inferior haciendo que mis comisuras se curven hacia arriba. Ya se me ha olvidado el enfado. Daniel tiene este efecto en mí y por eso desearía que fuera él el que invade mi mente a cada rato y no el estúpido y engreído de Noah.

—Tengo que irme...

Mis palabras se ahogan contra sus labios cuando asiente pegando de nuevo sus labios contra los míos. Sus besos son dulces y lentos mientras su mano me aprieta con firmeza de forma que mi espalda se pega totalmente a su pecho. Giro levemente la cara hacia el frente, tratando de esquivar sus labios y me río tratando de deshacerme de su abrazo, se deja caer en el sofá ahogando un gruñido contra el reposabrazos cuando consigo ponerme de pie de nuevo. Me bajo el vestido sonriendo de manera triunfante mientras él no me quita la mirada de encima.

—Está bien, tú ganas— Musita entre dientes a la vez que se levanta de un brinco para seguir mis pasos hasta la puerta. —Solo... El último.

Esas últimas palabras me obligan a volver a mirarle, Daniel se detiene al otro lado de la puerta sin quitarme los ojos de encima. Coloco las manos en mi cintura y pongo los ojos en blanco antes de empezar a reír cuando él se lanza sobre mí, estrechándome entre sus brazos de tal forma que mis pies dejan de tocar el suelo por un instante. Deposita un beso en mis labios y otro en la punta de mi nariz.

—Me lo he pasado muy bien esta noche—. Susurra contra mis labios y afloja sus brazos alrededor de mi cintura separándose lo justo para llevar la mirada hacia mis ojos. —¿Tú te has divertido?— Me limito a afirmar con la cabeza y beso su mejilla antes de alejarme.

—Nos vemos, Daniel— noto como su mano se desliza por mi cintura y mi espalda según me alejo de él y no puedo contener la sonrisa que se dibuja en mi boca. Al dar media vuelta puedo ver que Noah sigue en el mismo sitio donde lo dejé minutos antes, con los brazos apoyados en la barandilla y esquivando nuestra mirada. Sé que nos ha visto y mentiría si dijese que me da igual, la verdad es que me alegra. Se lo merece, por intentar herirme con sus comentarios ofensivos. Necesito hacerle saber que sé que está ahí, que nos ha visto. Así que le dedico únicamente dos palabras de la forma más fría y distante que consigo pronunciar. —Adiós, Noah.

Tan fácil como decir te quiero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora